Marcella nació en Rosario, Provincia de Santa Fe, Argentina, el 11 de mayo de 1952. Si bien creció en la tradición Católica Romana, en su adolescencia conoció la Iglesia Evangélica Metodista Argentina. Inspirada por esa tradición, cursó estudios de teología en el Instituto Superior Evangélico de Estudios Teológicos (ISEDET) en Buenos Aires, Argentina.Fue miembro de la Iglesia Evangélica Metodista Argentina, donde fue formada para el ministerio.
Luego realizó su doctorado en la Universidad de San Andrés en Fife, Escocia.catedrática de Teología Contextual y Docente Senior de Teología Sistemática y Ética Cristiana en la Escuela de Teología de New College, Universidad de Edimburgo Cuando tomó posesión, era la única mujer profesora de teología en una universidad escocesa y la primera mujer profesora de teología en New College en sus 160 años de historia. Participó en los movimientos de liberación feminista y LGTBIQ.
Su investigación teológica, viniendo desde la teología de la liberación de América Latina, tuvo profundidad en cuestiones de sexualidad y estudios de género, así como un enfoque en la hermenéutica bíblica de corte materialista y feminista. Fue creadora de un original enfoque teológico, la teología queer, en la que el tema de la liberación se centra en la condición de la discriminación de las personas LGBT.
Marcella es mayormente conocida por su teología indecente, que da título también a su primer libro publicado en el año 2000 en inglés y en el año 2005 en castellano. En ese libro afirma:
“El paradigma es un paradigma indecente, porque desnuda y revela sexualidad y economía al mismo tiempo. Para conocer nuestra sexualidad no sólo necesitamos una teología indecente que pueda alcanzar al núcleo de las construcciones teológicas, en la medida que éstas hunden sus raíces en las sexuales, también la necesitamos porque las verdades teológicas son moneda dispensada y adquirida en mercados económicos teológicos” (2005: 34).
En otras palabras, esta cita nos confronta con la materialidad de la construcción teológica, la cual está íntimamente relacionada a lo corporal, lo sexual y lo relacional pero que, debido a un proceso de hacer de la teología un elemento de decencia – entendiendo decencia como control y normatividad —, ha sido usado para espiritualizar esas áreas. Nada más lejos de la obra de Marcella. Para ella, la santidad no viene solamente por “oir la Palabra” (Ro 10.17), sino por nuestras propias experiencias, incluidas — o debiera decir, mayormente — nuestras experiencias sexuales:“El paradigma es un paradigma indecente, porque desnuda y revela sexualidad y economía al mismo tiempo. Para conocer nuestra sexualidad no sólo necesitamos una teología indecente que pueda alcanzar al núcleo de las construcciones teológicas, en la medida que éstas hunden sus raíces en las sexuales, también la necesitamos porque las verdades teológicas son moneda dispensada y adquirida en mercados económicos teológicos” (2005: 34).
“¿Por qué hacer una teología de historias sexuales? ¿No es demasiado particular o en exceso centrada en el «ámbito privado» de la persona? La respuesta es no, porque la sexualidad no se queda en la casa o en el dormitorio de un amigo, sino que penetra nuestra vida económica, política y social. La teología ha sido siempre un gran discurso teórico sobre heteronormatividad, que rige las relaciones sexuales en casa y en las esferas publicas de la vida” (2005: 188).
Una forma de hacer esto es poniendo en relieve las historias sexuales ya sea mediante la lectura de la Biblia desde lo sexual o a través de escuchar los relatos de los amantes como una revelación divina. La espiritualidad de Marcella se nos despliega como una religiosidad que encarna todo lo humano, no solo aquellas áreas consideradas socialmente como “decentes”. En esto, Marcella sigue fielmente a los Padres Capadocios, especialmente a Gregorio de Nacianzo (330-390 d.C.) quien afirma: “(…) lo que [Cristo] no ha asumido, no ha sido salvado, porque él ha salvado lo que ha asumido también en su divinidad” (Ep. 101). Una espiritualidad encarnada debe serlo también sexualmente. De lo contrario, la salvación no es efectivamente alcanzada. Marcella nos guía, pues, en pos de esta espiritualidad que no nos hace “cercenar” nuestra sexualidad sino todo lo contrario, ofrecerla como camino hacia la santidad. Su teología indecente es una verdadera teología queer que ha abierto las puertas de los armarios de nuestras tradiciones y prejuicios y nos llama proféticamente a salir fuera de ellos en pos de la liberación.
Prolífica escritora, docente y conferencista, Marcella publicó dos libros de su autoría, editó ocho colecciones en donde le dio la oportunidad a nuevas y nuevos pensadores para dar a conocer su producción académica, y publicó más de cincuenta artículos y capítulos en revistas académicas y libros.
Su vida siempre fue una constante lucha en medio de la cual nunca perdió la frescura de saber lo que es estar vivo y de que siempre hay posibilidad de que las cosas cambien para bien. Aunque en Argentina no encontró su espacio —bien dicen las Escrituras que nadie es profeta en su tierra (Mt 13.57)—, ella nunca dejó de lado sus raíces ni su alegría y ese sentido de que la vida vale pena ser vivida, pero que para vivirla hay que lucharla, era una marca distintiva de su vida, fe, espiritualidad y obra.
Marcella demostró hábilmente en su teología indecente una espiritualidad que altera e interrumpe los dictados de la sociedad y sus contrapartes en las instituciones religiosas, mientras que trae a la conversación nuestras realidades e historias sexuales.
falleció el 20 de febrero de 2009 a los 56 años de edad , en Edimburgo, Escocia, donde residía desde 1986. En el momento de su muerte era Directora de la Asociación Internacional de Teología Queer, Directora del Proyecto de Teología Queer de la Universidad de Edinburgo y miembro de la Iglesia de la Comunidad Metropolitana. En los últimos años de su vida, trabajó juntó con el también teólogo argentino Iván Petrella en dar a conocer la teología de la liberación en el mundo anglosajón.
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