miércoles, 15 de agosto de 2018

Afi rmación teórica del movimiento lésbico


F rente a este doble desafío, a fi nales de los 70, se van multiplicando los análisis teóricos específi camente lésbicos, especialmente desde una profundización de las refl exiones feministas. Dos grandes pensadoras encauzan la refl exión, en orden de ideas un poco diferentes. Por un lado, la poeta norteamericana Adrienne Rich abre una profunda brecha con su famoso artículo "Compulsory heterosexuality and lesbian existence" (Heterosexualidad obligatoria y existencia lésbica), publicado en 1980 por la revista feminista Signs (Rich, 1980). En él, Rich denuncia la heterosexualidad forzada en cuanto norma social que exige y causa la invisibilización del lesbianismo, incluso en el mismo movimiento feminista. Enfoca el lesbianismo en la perspectiva de un "´contínuum lésbico´ que une a todas las mujeres que de una u otra forma se alejan de la heterosexualidad e intentan crear o reforzar los vínculos entre mujeres, compartiendo sus energías en la 28 perspectiva de la lucha en contra del sistema patriarcal". Habiendo también refl exionado en otras ocasiones sobre la maternidad y los lazos madre-hijas e hijos en su libro Nacida de mujer, así como sobre el racismo entre mujeres y entre lesbianas, Rich apunta a la construcción de una verdadera “sororidad” feminista, no “natural” e ingenua, sino que voluntaria y claramente política, que da cabida a todas, tanto lesbianas como heterosexuales y bisexuales, en la lucha por la liberación común. Así es como afi rma, hace casi veinte años: “Es fundamental que entendamos el feminismo lesbiano en su sentido más profundo y radical, como es el amor por nosotras mismas y por otras mujeres, el compromiso con la libertad de todas nosotras, que trasciende la categoría de ´preferencia sexual´ y la de derechos civiles, para volverse a una política de formular preguntas de mujeres, que luchan por un mundo en el cual la integridad de todas —no de unas pocas elegidas— sea reconocida y considerada en cada aspecto de la cultura.” (Rich, 1983). Por otro lado y casi simultáneamente, la francesa Monique Wittig, radicada hace ya unos años en Estados Unidos, elabora una refl exión bastante novedosa que cuestiona las mismas bases del análisis feminista. Enunciado ya en una conferencia realizada en 1978 en Estados Unidos, su análisis es publicado en francés en 1980 por la revista Questions Féministes, en dos artículos fundadores: “On ne naît pas femme” (No se nace mujer) y "La pensée straight" (El pensamiento "derecho", en el sentido de heterosexual). Más allá del sistema patriarcal, Wittig plantea la existencia de un régimen político aún más central, que es la hetero-sexualidad, cuyo eje ideológico 29 es precisamente lo que ella llama "el pensamiento straight" (Wittig, 2001). Su análisis está fi rmemente anclado en el feminismo materialista francés, dado que retoma la noción de "clases de sexo", que hace de las mujeres y hombres categorías políticas que no pueden existir una sin la otra. Explica : “Es más: ´lesbiana´ es el único concepto que conozco que esté más allá de las categorías de sexo (mujeres y hombres), porque el sujeto designado (lesbiana) no es una mujer, ni en lo económico, ni en lo político, ni en lo ideológico. Porque de hecho, lo que constituye una mujer, es una relación social específi ca a un hombre, relación que otrora hemos llamado servaje , relación que implica obligaciones personales y físicas, tanto como obligaciones económicas (´asignación a residencia´, tediosas tareas domésticas, deber conyugal, producción ilimitada de hijos e hijas, etc.), relación de la cual escapan las lesbianas, al negarse a volverse o quedarse heterosexuales. Somos prófugas de nuestra clase, de la misma manera que las y los esclavos ´marrones´ norteamericanos lo eran cuando se escapaban de la esclavitud y se volvían mujeres y hombres libres. Es decir que es para nosotras una absoluta necesidad, así como para ellas y ellos, nuestra sobrevivencia nos exige contribuir con todas nuestras fuerzas a la destrucción de la clase —las mujeres— en la cual los hombres se apropian de las mujeres. Y esto solo se puede lograr a través de la destrucción de la heterosexualidad como sistema social, basado en la opresión y apropiación de las mujeres por los hombres, la cual produce un cuerpo de doctrinas sobre la diferencia entre los sexos para justifi car esta opresión”.  Con esta refl exión, Wittig sienta las bases de una teoría lésbica autónoma, abriéndole paso a un poderoso caudal de análisis y prácticas políticas que desembocan en la constitución de un verdadero movimiento lésbico, el cual en algunos casos se separa del feminismo. Por ejemplo en Francia, sus afi rmaciones nutren los cruentos debates que ya habían empezado dentro del movimiento feminista, originados, entre otro, por un nuevo grupo lésbico creado en 1979, Les lesbiennes de Jussieu (Las lesbianas de la universidad de Jussieu) y que desembocan en una ruptura política bastante dura a partir de 1980, con la aparición del movimiento que será conocido como el de las lesbianas separatistas. De manera más general, el "lesbianismo político" nace en diferentes partes y épocas, de las rupturas y a la vez de los intentos de conciliación con el feminismo. Por tanto, se presenta bajo formas y denominaciones bastante variadas, a veces entremezcladas y difíciles de separar cabalmente. La difi cultad es aún mayor si se toma en cuenta la forma en que las teorías viajan de un país a otro, con traducciones a veces aproximadas —dado que un mismo término como "radical" o "separatista" tiene connotaciones muy diferentes según los idiomas y sobre todo la historia de las luchas en cada país—. Aquí a grandes rasgos y simplifi cando refl exiones bastante complejas, distinguiremos tres grandes corrientes: el lesbianismo feminista, el lesbianismo radical y el lesbianismo separatista. El primero, el lesbianismo feminista, critica el heterofeminismo por su falta de refl exión sobre la cuestión de la heterosexualidad, pero no deja de insistir en la necesaria solidaridad política de las mujeres (como clase de sexo) y en la objetiva convergencia de intereses que las une a todas en contra del heteropatriarcado (Green, 1997). El análisis de la lesbofobia como una arma contra el conjunto de las mujeres se vincula con esa posición (Pharr, 1988). Efectivamente, aunque se centre externamente sobre "los modales" y la apariencia, la lesbofobia defi ende intereses económicos masculinos muy concretos en el marco la división sexual patriarcal del trabajo. Sirve por ejemplo en contra de todas las mujeres, quienes, independientemente de sus prácticas sexuales, aspiran a tener acceso propio a los medios de producción o a ejercer profesiones "masculinas" (es decir : mejor remuneradas o que conlleven poder), y quienes pueden ser acusadas en cualquier momento de ser lesbianas y así condenadas a un verdadero ostracismo social. El lesbianismo radical —tendencia marcadamente francófona que se articula en torno al pensamiento de Monique Wittig y de la revista quebequense Amazones d’Hier, Lesbiennes d’Aujourd’hui (AHLA, Amazonas de Ayer, Lesbianas de Hoy (6))— por su parte, retoma entre otros los trabajos de la feminista materialista francesa Colette Guillaumin sobre el "sexaje " (Guillaumin, 1992), para articular progresivamente un análisis más complejo de la opresión de las mujeres. Para esta corriente, las lesbianas ciertamente escapan a la apropiación privada por parte de los hombres, pero no se libran de la apropiación colectiva, lo que las vincula a la clase de las mujeres e implica luchas conjuntas (Turcotte, 1998, Causse, 2000). El lesbianismo separatista, fi nalmente, es teorizado desde 1973 en Estados Unidos por Jill Johnston (Johnston,  1973). Tiene expresiones y connotaciones bastante diversas según los países, pero por lo general desemboca en la creación o toma de espacios físicos o simbólicos por y para lesbianas únicamente, ya sea que las separatistas crean comunidades o comunas en casas ocupadas o en el campo, que organicen festivales de cine o de música, revistas, casas editoriales o espacios de sociabilidad y de lucha política. Al igual que en el feminismo, algunas de sus seguidoras rayan en el esencialismo, otras se orientan a la recuperación de las diosas y a la búsqueda de una espiritualidad diferente, mientras que otras se dedican a la creación de grupos políticos. Fundamentalmente, todas luchan para la (re)creación de una cultura y de una ética lésbicas (Hoagland & Penelope, 1988; Hoagland, 1989, Demczuk, 1998). Todas esas diferentes tendencias, muchas veces mezcladas en la práctica cotidiana, compondrán el movimiento de las lesbianas, con grupos tan diversos como Oikabeth ("Mujeres guerreras que abren caminos y esparcen fl ores ") que empieza en 1977 en México, o el Colectivo Ayuquelén, fundado en 1984 en Chile, durante la dictadura (Mogrovejo, 2000), las Entendidas en 1986 en Costa Rica, o los Archivos de investigación y cultura lésbica en Paris. Rápidamente, este movimiento busca formas de articulación internacional, entre las cuales destacan el Frente Lésbico Internacional, creado en 1974 en Frankfort, ILIS (Sistema de información lésbica internacional), creado en 1977 en Amsterdam, o desde 1987, los encuentros lésbico-feministas latinoamericanos y del Caribe —mientras que los grupos lésbicos asiáticos están organizando diversas redes en el siguiente decenio. Los años 80 en especial están marcados por un auge del movimiento lésbico, con el fl orecimiento de revistas, eventos, marchas, lugares de encuentro, e incluso de "archivos lésbicos", que empiezan a constituir una memoria del movimiento, desde México hasta Moscú, pasando por Nueva York. 

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