Soy Favio Anselmo Lucero. Autor de dos libros: Equipaje Ancestral y La Flor Invertida . En este sitio publico temas relacionados a la teología de la liberación Queer. Sabiendo que la teología cristiana, está manipulada por líderes con poder y privilegios, hetero-patriarcales y misóginos, que se debe desenmascarar para incluir la realidad de opresión a las personas LGBTQ+. Tiendo este puente hacia un encuentro humanizador. Difundiendo textos formativos de eruditos y propios.
sábado, 14 de abril de 2018
El cuerpo del varón homosexual
Ellos temen ser como nosotros, como si fuésemos algo sucio o enfermo. Por eso, nos suprimen, tratando de expulsar una imagen de sí mismos, sintiéndose impotentes y vulnerables a causa de ella. Otra posible razón sería la manera en la cual los varones homosexuales, por el simple hecho de ser sexualmente marginales, desafían y transgreden las normas sociales de la heterosexualidad, con lo cual proveen modos alternativos de ser en el mundo. Esta incertidumbre y fluidez puede dejar perplejos a muchos y encontrar, a veces, su expresión paranoica final en el linchamiento del anormal. Los cuerpos de los varones homosexuales rechazan los límites de los discursos normativos que rodean a la sexualidad y la identidad. Desafían y amenazan, así como hacen posible nuevas vías de pensamiento sobre el vínculo entre el sexo y el espíritu.
El linchamiento del anormal recuerda a las personas homosexuales, del modo más violento posible, quien está a cargo de las normas sexuales. El linchamiento del anormal es la poderosa reafirmación de la obligación de toda persona heterosexual, más precisamente de todo varón heterosexual, de definir, establecer y supervisar estas normas, incluyendo el fundamental derecho de castigar a otros por haberse atrevido a desafiarlas o transgredirlas. El linchamiento del anormal, además, mantiene a raya a las otras y otros anónimos enviando el enérgico mensaje a los varones y las mujeres homosexuales que las normas sexuales no están para ser tratadas con ligereza, ni puestas en tela de juicio o perturbadas. En el linchamiento del anormal, el cuerpo como posibilidad sexual infinita encuentra al cuerpo como entidad paranoica finita. Ambos se hallan atrapados en un trueque estéril, finalmente mortal. El cuerpo linchado es el cuerpo martirizado, a la vez víctima y fundamento de redención colectiva y personal. Esta imagen del cuerpo homosexual violentamente agredido, quebrado y, finalmente, muerto, recuerda al discurso visual del martirio de los primeros cristianos. Halla su más perfecta expresión en el símbolo de San Sebastián, una imagen iconográfica de inmenso potencial erótico. Un modelo más reciente es el de Harvey Milk, el supervisor y activista gay de la ciudad de San Francisco, baleado en 1978, cuyo testimonio aún resuena fuertemente entre los varones homosexuales norteamericanos de cierta generación. El varón homosexual asesinado supone un status visionario y un poder redentor extendido a los varones homosexuales en todo lugar y tiempo. Esto se torna especialmente evidente cuando consideramos la manera en la cual son retratados quienes han muerto de SIDA, no todos, sino solamente los varones jóvenes homosexuales. El sufrimiento y la muerte de ellos, su martirio por ineptitud política y avaricia médica, supone la potencia y resonancia que corresponde a los otros varones homosexuales en virtud de su pertenencia a la misma comunidad sexual. El cuerpo y el espíritu son uno en la espiritualidad gay. Como fue sugerido anteriormente, la espiritualidad gay es una espiritualidad “sexualizada” y aboga por un punto de vista positivo del cuerpo masculino. En la espiritualidad gay, el cuerpo, más específicamente la experiencia de la fusión sexual, es el sitio del encuentro con lo sagrado. Esta espiritualidad no implica una perspectiva dualística o mojigata, como a menudo es el caso con las concepciones cristianas tradicionales. Más bien, aplica una perspectiva holística, condicionada por y que expresa la dinámica, única en su género, del juego erótico homosexual. El cuerpo del varón gay es visto como la encarnación del espíritu. En un ensayo considerado clásico, el teólogo gay Ronald E. Long lo expresa de esta manera: “El orgullo y el coraje gays, la valentía de ser una persona homosexual, están fundados en la revelación de la santidad y sacralidad de la belleza masculina y la sexualidad homoerótica. Ser una persona homosexual, en su dimensión más profunda, es, en realidad, una vocación religiosa”. La espiritualidad gay es, en una palabra, una espiritualidad encarnada. Este encuentro de la carne y el espíritu se asemeja al afirmado por la doctrina cristiana de la unión de la persona divina y humana en la figura del Mesías, Dios hecho hombre. La teología cristiana de la encarnación, significativamente, afirma al mundo. Porque Dios “se hizo carne”, elevó esta misma carne a las cumbres de la divinidad. Extrañamente, también es carne desencarnada, en el sentido que es asexual. En el núcleo de la doctrina cristiana, en consecuencia, está sin resolver una paradoja neurótica. La única diferencia significativa entre estas dos “teologías” es la total ausencia de una dimensión sexual referida al Dios cristiano, por cuanto la espiritualidad gay, en las palabras de Long, celebra “la santidad y sacralidad de la belleza masculina”. Al hacer del cuerpo masculino una fuente de comunión con lo sagrado, la espiritualidad gay se mueve más allá del cristianismo o, mejor dicho, desde atrás del cristianismo, a una era, sin duda, originaria y pagana en su inspiración, una era desembarazada de los prejuicios contra el cuerpo del cristianismo institucionalizado. La espiritualidad gay plantea un radical desafío pues declara abrirse paso a través de lo divino, su encarnación, en el mismo cuerpo que el cristianismo condena: el “anormal” cuerpo homosexual. Hace natural y bueno a este cuerpo “anormal”, invistiéndolo de significado y objetivo religiosos. El cuerpo homosexual, de tal modo, es transformado en el santo cuerpo, el sitio de la revelación divina y erótica.
La espiritualidad gay está caracterizada por tres temas. En tanto forma de producción cultural es, originalmente, norteamericana. Comparte los valores y ambiciones de la cultura norteamericana, más específicamente, la manifestación y la búsqueda de sí mismo como una legítima indagación religiosa. Segundo, como espiritualidad arraigada en la tradición cristiana occidental, su discurso está con la imagen de la redención. Finalmente, es una espiritualidad a favor del cuerpo. En particular, considera al cuerpo masculino y a la sexualidad masculina como sitios simbólicos del encuentro con lo sagrado. Estos tres elementos suministran una base coherente desde la cual comenzar a considerar el carácter multidimensional de las vidas gays del presente.
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