sábado, 14 de abril de 2018

Ser homosexual es una bendición


En el presente, la marginalidad y el exilio surgen como dos imágenes centrales de la espiritualidad gay. 
En algunos importantes aspectos, estos conceptos evocan poderosos temas de las escrituras hebreas acerca de los rigores y desafíos de ser un pueblo elegido y como este privilegiado status, a menudo, es pagado con sangre y ostracismo. La marginalidad es la experiencia formativa más efectiva: el horno que templa al acero. Su corolario es la pérdida. 
Para la mayoría de los varones homosexuales, concientemente o no, la pérdida es la textura definitoria de nuestras vidas. Simplemente por haber renunciado a tanto que tantos dan por sentado casi diariamente -familia, niños, novios, aceptación e inclusión- hemos aprendido a vivir, íntimamente, con la experiencia de pérdida. En muchos casos, esa experiencia ha sido exacerbada hasta el agotamiento y la sublevación por el abrumador impacto del SIDA en nuestras vidas y las de las personas que amamos.
 Las personas heterosexuales son afortunadas. Ellas nunca deberán enfrentar lo que son del mismo modo que lo hacen las personas homosexuales. El mundo es su caparazón hecha a su imagen y semejanza. Su experiencia es, casi por definición, la experiencia de la humanidad. Los varones y las mujeres homosexuales no tienen ese lujo. Tarde o temprano, si lograsen en sus vidas el equilibrio y la integridad, necesitarán darse a conocer, revelar su identidad. Necesitarán declarar quienes son a sí mismos y a otros y otras. Cuando pensamos en ellos, es extraño que la revelación de nuestra identidad nos exponga a un doble peligro: estamos condenados si lo hacemos, y estamos condenados si no lo hacemos. Las personas heterosexuales nunca han de declararse a sí mismas como tales. Simplemente, ellas son las que son: la arrolladora norma dominante de la conducta sexual.
 Compartimos la misma historia y tenemos las mismas raíces. Supimos del mismo miedo y del mismo odio. Hubimos de crecer con las mismas dudas. Hubimos de escondernos a nosotros mismos y hacernos creer. Todos hemos conocido la angustia de desear a un mejor amigo, y todos nosotros tenemos para mostrar las cicatrices emocionales de ello. En una palabra, somos los más preciosos y bellos de los sobrevivientes. 
Estoy orgulloso de estos hermanos y de mi necesidad de ellos. Estoy orgulloso de cuán lejos hemos llegado juntos. Estoy orgulloso de ser uno de los parias de la historia, de haber sido puesto en la hoguera en la Europa medieval, de haber estado de pie bajo la lluvia helada en el campo de Dachau, de haber sido acuchillado por criminales en Los Angeles. Estoy orgulloso y estoy furioso. Furioso porque no hay razón para que ninguno de estos hechos haya ocurrido. Furioso porque tales hechos continúan ocurriendo. 
La espiritualidad tiene una perspectiva de lo sagrado. Dentro de esta perspectiva, ciertos temas o imágenes, cierta comprensión de lo que es y no es sagrado, predominan. La espiritualidad gay también posee una teología, cierta estructura o jerarquía de lo sagrado, que expone sistemáticamente las premisas de la religión homosexual. Antes que nada, no obstante, la espiritualidad gay es un fenómeno histórico claramente circunscrito que surge de una determinada cultura. Desenfadada y abiertamente, la inspiración e influencia de esta cultura es anglosajona norteamericana. Desde esta importante fuente, la espiritualidad gay traza su teología y su más bien inimitable perspectiva del mundo, como lo hace la cultura homosexual como un todo.
Así como la liberación homosexual tiene su origen en la cultura norteamericana, la espiritualidad gay tiene sus raíces, y extrae su inspiración del mismo medio. En la actualidad, habría pocas dudas de las cualidades normativas e intelectuales de la cultura norteamericana homosexual que hallamos, con ligeras variantes, en la mayoría de las ciudades occidentales. La espiritualidad gay, sin embargo, es algo más que otra manifestación de esta homogeneidad.La preocupación por la salvación o redención es un significativo tema de la espiritualidad gay. Lo cual es verdad tanto para las formas más esotéricas de esta espiritualidad como, también, para las principales variantes derivadas del pensamiento teológico aceptado, fundamentalmente el cristiano. Tal discurso obra en varios niveles simultáneamente: en el más básico e individualista, en las imágenes del darse a conocer, la revelación de la identidad, esto es, la autoaceptación como una forma de redención personal; en el plano colectivo, la noción de comunidad homosexual, la tribu, como movimiento y momento significativo históricamente; en el nivel universal, en el lenguaje del “llamado” o “vocación” única de las personas homosexuales el cual no está relacionado con el acto biológico de la procreación; e incluso en el reino teológico, con el significado de las personas homosexuales como portadoras de una especial revelación o conciencia espiritual. Es posible añadir lo ecológico o medioambiental: las personas homosexuales robustecen al ecosistema social , “lo salvan”, en virtud de la diversidad cultural y creatividad que engendran. Es posible afirmar que la espiritualidad gay contemporánea muy influída por la preocupación New Age por la “conciencia”, por un lado, y por los temas ecológicos centrados en la armonía medioambiental, por el otro, plantean que las clases de comunidades sexuales creadas por las personas homosexuales pudieran ser modelos para formas renovadas de las relaciones ecohumanas y las estructuras sociales. Esto está fundado en el argumento, o bien la creencia predominante, que las personas homosexuales juegan un rol único en el ecosistema social porque permanecen al margen de las normas de procreación y género, masculino o femenino. Tomando prestada la dinámica y la ley del mundo natural, semejante diferencia es la fuente de la diversidad que, a su vez, fortalece el yacimiento genético y cultural de la comunidad
Las personas homosexuales portan una peculiar conciencia espiritual y desafían a otros seres humanos pues ven más allá de los cerrados límites de la naturaleza. Esta opinión de las personas homosexuales como visionarios espirituales y agentes del cambio cultural es parte de una larga tradición en la espiritualidad gay.
La espiritualidad gay está fundada sólidamente en el antiguo concepto cristiano de la gracia. La sexualidad es un don de Dios, y es un don porque es una de sus muchas manifestaciones. En consecuencia, ser una persona homosexual es una bendición. Este es un deliberado esfuerzo para contrarrestar la interpretación religiosa tradicional de la homosexualidad como pecaminosa, inmoral o merecedora de la condenación eterna. Lo que importa es que la persona se acepte a sí misma, pues ella es un don de Dios. Esta es una genuina madurez psicológica y espiritual. Algunos van más lejos y llegan a afirmar que buena teología es buena psicología, y viceversa. Es más bien evidente, en este punto, que la espiritualidad gay adopta el tema del “bienestar emocional como esclarecimiento espiritual”, que predomina en los nuevos movimientos religiosos de la variedad psicoterapéutica.La divinidad no habría creado la atracción homosexual si no fuere una cosa necesaria y buena. La persona homosexual, al hacerse cargo de y aceptar este hecho, superando la desconfianza y el odio a sí mismo, ya está redimida. Ella ha logrado un santo estado de conocimiento de sí mismo. Un principio de la espiritualidad gay es que las personas homosexuales, en tanto comunidad, tienen un significativo rol a jugar en la historia como la voz profética del cambio respecto al género y la sexualidad, y en el nivel religioso como heraldos de una nueva conciencia espiritual.

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