sábado, 14 de abril de 2018

Espiritualidad GAY


Donald L. Boisvert
 En tierra santa Meditaciones sobre espiritualidad gay Pilgrim Press (www.pilgrimpress.com) OHIO 2000 

Cuando miramos a la espiritualidad gay debemos considerar tres significativos elementos:


  1.  su función como discurso religioso crítico.
  2.  su rol como una forma de análisis político y compromiso.
  3.  su relación positiva respecto del género humano y la sexualidad.


 Cada uno de ellos está vinculado al otro, en tanto que el todo es mayor que la suma de sus vinculadas aunque distintas partes. La misma existencia de la espiritualidad gay implica una crítica de la religión institucionalizada y formal. En particular, proclama la esencial virtud y valor de la homosexualidad y la dignidad de la persona homosexual. La espiritualidad gay es la casi total revocación de la enseñanza religiosa occidental tradicional sobre la homosexualidad: la homosexualidad no es un pecado; la persona homosexual no está condenada; las personas homosexuales deben ser aceptadas como miembros plenos de la comunidad religiosa. No sólo trastorna esta enseñanza, también adelanta un modelo propio. Este modelo habla de la gracia especial de ser homosexual, de la salvación que proviene de la propia aceptación y del único rol histórico de la comunidad homosexual. En otras palabras, la espiritualidad gay propone un discurso religioso paralelo o alternativo, más bien único y radical en su alcance. La espiritualidad gay inventa y estructura un nuevo universo de significado. Por necesidad, tal discurso debe estar fundado en una cuidadosa y trascendente crítica de las bases bíblicas de la opresión homosexual. Puesto que gran parte de la homofobia de la cultura occidental halla su inspiración y justificación en la tradición bíblica judeo-cristiana, exponer las escrituras a un riguroso proceso de reconstrucción teológica es muy importante. Este proceso ubica y explica debidamente los supuestos culturales de los autores bíblicos, en tanto que revela su verdadero propósito y destaca las malas interpretaciones a lo largo de los siglos. En este sentido, la espiritualidad gay socava y desafía las arraigadas creencias teológicas, y ofrece un modelo para la comprensión de los principios religiosos y su pertinencia para el presente.
La espiritualidad gay subvierte el lenguaje religioso y sus imágenes. Por ejemplo, las personas homosexuales se refieren a ellas mismas como miembros de una tribu. 
La imagen es intencionalmente adecuada porque expresa exclusividad en el sentido antropológico y denota un status elegido de proporciones casi míticas, una desafiante declaración en oposición a la norma del mundo heterosexual. En la tradición de las escrituras hebreas, “tribu” contiene fuertes alusiones religiosas. La tribu es un grupo “apartado”, elegido por Dios para un propósito particular, quien otorga una clara y firmemente definida identidad y que la hace parte de un plan de salvación. La espiritualidad gay usa esta imagen de modo significativo, apropiándose del término y dándole un giro político distinto. Sin embargo, la espiritualidad gay es mucho más que un discurso religioso subversivo pues es sobre análisis y compromiso político. Habría poca duda que el reciente florecimiento del interés en la espiritualidad gay no hubiera sido posible sin un clima de aceptación originado por las recientes luchas políticas de las recientes décadas. Lo mismo podría decirse, por ejemplo, acerca del surgimiento y la aceptación general de la literatura gay.  Como siempre, el desafío político de los varones homosexuales, y sus éxitos estratégicos, los han potenciado para llamar “religiosa” a su experiencia. El discurso de la espiritualidad gay ha surgido, directamente, de la praxis del activismo gay, muy notable en los años recientes ante la crisis del SIDA y la resultante devastación .Entretanto la crisis presenciaba el surgimiento de una interesante forma de activismo gay, pues era testigo, también, de una práctica caritativa única en su género, o trabajo espiritual, entre las personas homosexuales. Muchos estarían de acuerdo que la comunidad homosexual como un todo, al responder del modo que lo hizo a la crisis del SIDA, en esencia, por hacer lo que los gobiernos, iglesias e instituciones sanitarias tan mezquinamente hicieron en esos primeros años, dió a la sociedad una elocuente lección de la anticuada caridad cristiana. Para quienes pueden recordar la tradicional doctrina católica respecto de las obras de misericordia, esto les sonaría absolutamente verdadero.  Sin embargo, tal lección no se limitó al cuidado de los enfermos y moribundos. También fue de cólera, y de crítica y confrontación a las autoridades por su falta de responsabilidad pública. En tales situaciones, lo religioso y lo político convergieron y la espiritualidad gay asumió su pleno poder como agente de cambio.
En una discusión sobre la espiritualidad gay, o una así llamada forma de religiosidad, lo personal es, propiamente, lo comunitario o lo político, y viceversa. Esta interdependencia necesita ser recalcada porque es central a la experiencia e identidad homosexuales, incluyendo sus dimensiones religiosas, desde las tumultuosas noches y días de Stonewall 1969.  La sensibilidad gay contemporánea no es plenamente inteligible sin la comunidad homosexual misma como punto de referencia, del mismo modo que la experiencia religiosa gay no puede divorciarse de la historia de la opresión homosexual. La espiritualidad gay es deliberadamente política y un acto politizado. Por un doble proceso dinámico de subversión y afirmación, crea un nuevo paradigma para las personas homosexuales que, fundado en la dura realidad política de la exclusión y el ostracismo de las personas homosexuales, afirma la fuerza curativa positiva del espíritu homosexual.

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