Soy Favio Anselmo Lucero. Autor de dos libros: Equipaje Ancestral y La Flor Invertida . En este sitio publico temas relacionados a la teología de la liberación Queer. Sabiendo que la teología cristiana, está manipulada por líderes con poder y privilegios, hetero-patriarcales y misóginos, que se debe desenmascarar para incluir la realidad de opresión a las personas LGBTQ+. Tiendo este puente hacia un encuentro humanizador. Difundiendo textos formativos de eruditos y propios.
sábado, 14 de abril de 2018
Espiritulidad gay y sexualidad.
La fuerza curativa positiva del espíritu homosexual.Es lograda mediante la sexualidad y el cuerpo humano, los instrumentos más problemáticos y preocupantes para la religión institucionalizada: problemáticos porque son fuente del placer y preocupantes porque no pueden ser controlados. Es innecesario decir que la espiritualidad gay sostiene un punto de vista radicalmente distinto del cuerpo humano y, en consecuencia, de la sexualidad, del que se halla en la religión institucionalizada, en particular de la tradición judeo-cristiana. El cuerpo como fuente de placer, como el primer agente mediador en la estructuración de una relación de naturaleza lúdica con el mundo, es un tema recurrente y omnipresente. El cuerpo y la sexualidad son vistas como buenas cosas para ser gozadas, simple y totalmente, como manifestaciones de lo sagrado. Lo que es particularmente llamativo es la total ruptura que esta perspectiva provoca entre la sexualidad y la monogamia, que está opuesta al poderoso mensaje en contrario que se halla en la mayor parte, si no en todas, las tradiciones religiosas. Esto no sería sorprendente en sí mismo, pero puntualiza un cambio fundamental en la comprensión teológica del cuerpo como instrumento de procreación, esencialmente porque los actos sexuales entre personas del mismo sexo son, por su misma naturaleza, no procreativos. Por ejemplo, esta perspectiva constituye un completo rechazo de la doctrina católica tradicional respecto a la homosexualidad y la ley natural, la cual afirma que la apertura a la procreación es una conditio sine qua non de la unión sexual y, por último, del amor humano. Un argumento recurrente es que, característicamente, una contribución homosexual a la espiritualidad gay sería el modo en el cual ésta entiende y retrata las relaciones con la divinidad en términos eróticos. Lo erótico, ha habido quienes lo remarcaron, podría, en verdad, ser la cualidad esencial y la característica definitoria de las relaciones homosexuales, pero hay un sentido en el que lo erótico, caracterizado por la libertad y la vulnerabilidad, también provee una significativa oportunidad para el encuentro con lo sagrado. Es un acto gratuito. Estas cualidades deben, también, informar y definir el vínculo humano con lo divino. Al ver a la divinidad como un amante, como una fuente de placer, es ingresar a un privilegiado momento con otra persona, si bien divina, donde uno permanece expuesto y desnudo, dispuesto a ser transformado. Tomando un tema que será explorado ulteriormente, para los varones homosexuales lo erótico implica receptividad y penetración. De modo muy oportuno, estos son los clásicos términos míticos para describir la unión con la divinidad y apuntan a elementos claves que la espiritualidad gay explota provechosamente.
La espiritualidad gay afirma y celebra a los cuerpos humanos y la sexualidad humana, y lo hace precisamente porque la religión los ha condenado y manipulado tan frecuentemente. Desde hace mucho, los varones homosexuales han sido definidos, no por quienes son, sino por los tipos de actos sexuales que hacen. Incluso las etiquetas y epítetos con los cuales fueron, y aún lo son, designados, “sodomita”, “invertido”, “pederasta”, conllevan las frías y desapasionadas resonancias del discurso científico clínico, como si el deseo y el placer no fuesen parte de la ecuación. Sin embargo, para muchos cristianos, y aún aquellos que se consideran agnósticos o ateos, no son, meramente, términos sexológicos sino verdaderos pecados a la vista de Dios. La espiritualidad gay rechaza tales arcaicas y corruptas nociones de actos pecaminosos y de Dios justiciero. En su lugar, propone un paradigma más creativo, centrado en actos de libertad sexual, y la existencia de una divinidad andrógina. En este paradigma, la pecadora no es la persona homosexual sino la obcecada homofóbica.La posesión de una específica identidad homosexual implica que hay “un modo homosexual” de ser religioso. Esto, además, implica que tal modo es constitutivo de identidad y que, necesariamente, uno debe ser religioso de cierto modo para ser genuinamente homosexual. Desde esta perspectiva de la identidad homosexual postmoderna, en consecuencia, la espiritualidad gay es una necesidad ontológica, así como , hasta cierto punto, lo es el activismo gay.
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