domingo, 4 de junio de 2017

“Carta por la Compasión”


Karen Armstrong, autora de la “Carta por la Compasión”, premio Princesa de Asturias de Ciencias Sociales



La propia historia de Karen Armstrong (Wildmoore, Reino Unido, 1944), marca su pasión por “destacar la relevancia del estudio de las religiones para comprender la sociedad y el mundo contemporáneos”. Y es que la investigadora, de religión católica, fue novicia en el convento de la Sociedad del Santo Niño Jesús entre 1962 y 1969, hasta que abandonó por una crisis de fe. Desde entonces, se dedica al estudio de las religiones, campo en el que es una referencia mundial. 15 años después, durante un viaje a Tierra Santa, recuperó la fe.
La galardonada es autora de más de una veintena de libros sobre religión que se han traducido a 45 idiomas. Defensora de una visión comprensiva del hecho religioso, Armstrong es miembro del grupo de expertos de la Alianza de Civilizaciones de la ONU y promotora de la denominada Carta por la Compasión, un documento que insta al entendimiento de las religiones del mundo tomando como base el valor de la compasión.

El principio de compasión permanece en el corazón de todas las tradiciones religiosas, éticas y espirituales, y siempre nos pide tratar a los otros como nos gustaría ser tratados. La compasión nos impulsa a trabajar sin cansancio para aliviar el sufrimiento de nuestros semejantes; nos motiva a dejar de lado el egoísmo y aprender a compartir y nos pide honrar la inviolable santidad de cada ser humano, tratando a todos, sin excepción, con absoluta justicia, equidad y respecto.
Es además necesario en la vida pública y en la privada abstenerse de causar dolor de manera sistemática y categórica, actuar o hablar de manera violenta, obrar con mala intención, manejarse priorizando el interés personal, explotar o denegar los derechos básicos e incitar al odio denigrando a los otros -aunque sean enemigos- actuar de manera contraria, implica negar nuestra humanidad. Reconocemos haber fallado en vivir con compasión y sabemos que alguien ha incluso incrementado la miseria humana en nombre de la religión.
Por eso pedimos a hombres y mujeres restaurar la compasión al centro de la moralidad y de la religión, volver al antiguo principio que afirma que cualquier interpretación de la escritura que incite a la violencia, el odio o al desprecio, es ilegítima; garantizar a los jóvenes una información positiva y respetuosa sobre otras tradiciones, religiones y culturas; estimular a una positiva apreciación de la diversidad cultural y religiosa; cultivar una empatía consecuente con el sufrimiento de los seres humanos, hasta con aquellos que consideramos enemigos.
En nuestro mundo polarizado hay una necesidad urgente de transformar la compasión en una fuerza clara luminosa y dinámica. Arraigada en la determinación de trascender el egoísmo, la compasión puede romper las fronteras políticas, dogmáticas, ideológicas y religiosas. Nacida de nuestra profunda interdependencia, la compasión es esencial para las relaciones humanas y para la realización de la humanidad. Es el camino hacia la claridad, indispensable para la creación de una economía justa y de una comunidad global y pacifica.

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