sábado, 29 de septiembre de 2018

MARICAS Y FEMINISMO-LUCHAR DESDE UN LUGAR DE PODER


Retomando el hilo anterior de la represión sobre la herencia del feminismo, me gustaría continuar con aquellas consideraciones sobre la lucha desde un lugar de dominación. 

LUGAR y LEGITIMIDAD

 Una consecuencia/implicación de la falta de relación directa y automática entre la condición sexual y las ideas, es que a veces se puede haber intentado luchar con sinceridad contra algo que no vivimos del todo en primera persona, pero ante lo que tenemos privilegios y poder social… resumiendo, luchar desde el lugar del dominio. 

 Esto (me) coloca en ciertas cuestiones políticas, particularmente en relación a la legitimidad de participar en estas luchas y al lugar del que se parte.

 Creo que las diferentes respuestas aportadas habitualmente en estas cuestiones no me convencen en absoluto. Ni las que colocan los posibles papeles dentro de la lucha contra una opresión en términos de “legitimidad” de las atañidas en primer lugar y de “apoyo” en el caso de las privilegiadas en cada opresión. Ni las que son sin duda las más nefastas, que se niegan a interesarse por la cuestión en sí bajo el pretexto de no querer utilizar y reforzar las categorías creadas por el poder, eclipsando las asimetrías y desigualdades de condición social de partida y sus efectos concretos en la realidad.

 Como expliqué más arriba, pienso que el vivir una opresión en primera persona aporta un punto de vista “propicio” para hablar, para analizar y captar todas sus sutilezas.

 En efecto, el “saber” y los análisis producidos por la gente oprimida podrían ser recuperados y adaptados por la gente privilegiada; pero ésta no podría hacerlo salvo desde una forma principalmente intelectual, incluso limitada, al ser diferente su acceso al “conocimiento” de la opresión. Parto de la idea de que son las oprimidas, como categoría social, quienes deben definir su opresión y que esta posición da también más motivos para luchar contra lo pertinente. 

 Creo, sin embargo, que el sufrir directamente una opresión no es ni debe ser LA condición necesaria para poder luchar en su contra, posicionarse, reaccionar, en contra de las manifestaciones de esta opresión. Se puede encontrar horrible lo que pasa a nuestro alrededor o sentirse interpelado por lo que sufren otras personas, aunque no afecte directamente el resultado. 

 En tal caso es muy importante ser conscientes y tener en cuenta las implicaciones, límites y diferencias de acceder al conocimiento de la opresión, unidas en su posición y en su punto de vista.

 Prefiero por tanto hablar en términos de lugar más que de legitimidad. 

 Por un lado, lo que hay en juego en este lugar se toma con la lucha. Por otro lado, es desde este lugar desde donde actuaremos. 

 Pienso que es importante ser conscientes, claros y honestos respeto a lo que está en juego y sobre las motivaciones que nos hacen actuar. Y, sobre todo, es importante tener en cuenta todo esto en base a la manera en la que actuamos. Para no desposeer una vez más a las personas que sufren una opresión, ni quitarles una vez más la palabra o invisibilizar su trayectoria hacia la liberación, ni caer en posturas paternalistas.

 Suelo precisar que soy consciente de que toco una cuestión delicada. Que al situar las cosas en estos términos, se abre un espacio resbaladizo potencialmente lleno de mala fe, de deshonestidad, de búsqueda de valorización, de falsas alianzas, de posiciones de defensa de privilegios y de reproducción de los privilegios existentes, de negación de la necesidad de la no mixticidad y de rechazo de las opresiones específicas y de las palabras con las que hablar.

 Considero importante, pues, dejar claro que consideraría realmente abusivo que las personas se permitieran utilizar estas reflexiones o argumentos para estos fines. Sería no haber entendido básicamente nada del meollo del texto. E iría contra mi voluntad y mis visiones e ideas políticas. 

 Pero pienso que es preferible asumir el riesgo de ver la complejidad de las cosas, en vez de ocultarla en el dogmatismo y la sacralización de LA OPRIMIDA, enmendando así sus defectos. Dejar a la inteligencia y al buen hacer de cada cual el esmero de liberarse internamente y de desenmascarar a las falsas alianzas.

 ¿APOYO O COMPLICIDAD?

 Cuando se decide actuar o luchar contra algo que no se sufre en primera persona y/o desde una posición de dominación, y en lo que hay que intentar tener en cuenta nuestro lugar, se puede sentir la tentación de caer en la trampa del apoyo acrítico e incondicional de “la opinión de quienes la sufren en primer lugar”.

 El problema es que, como hemos visto más arriba, quienes sufren una misma opresión no constituyen una entidad homogénea e indiferenciada, y es más, la voluntad de emancipación de una misma opresión puede tomar diferentes formas y tener diferentes perspectivas políticas.

 A partir de esta constatación, se pueden imaginar estos límites y así poder procurar colocarse solamente en posición de apoyo. 

 Por citar algunos ejemplos: el recaer en las generalizaciones y no tener en cuenta las individualidades; la pasividad en las tomas de decisión, la reflexión y la acción, lo que implica también eximirse de la responsabilidad; las actitudes paternalistas e hipócritas en las reuniones, en las que sacamos nuestras ideas a relucir como si los oprimidos no fueran capaces por su cuenta de entender y/o de pensar las mismas cosas que nosotros; la sacralización de los oprimidos; el actuar más por culpabilidad que por convicción; utilizar el lugar del oprimido como un argumento de autoridad y un mecanismo de poder, es decir, una aplicación (mala) de la idea (justa) de que son las oprimidas en tanto grupo social quienes deben definir su opresión; el reducir los desacuerdos políticos sistemática y deliberadamente a la diferenta de posición social (lo que no tiene por qué ser el caso en todo momento), que implica reducir a los individuos a un único aspecto. 

 Me parece más interesante que los encuentros y las alianzas potenciales se tejan a partir de lo que son y de lo que se piensa, teniendo en mente nuestros respectivos lugares. Esto significa, entre otras cosas, tener en cuenta y asumir la responsabilidad de que a veces se puedan asentar y/o reproducir las opresiones. Porque, incluso con todas las mejores intenciones, uno de los principios comunes en todos los sistemas de opresión es que la gente dominante no es (siempre) consciente de la dominación que ejerce. Así pues, para evitar cagarla demasiado, es importarte estar abiertos a entender las críticas y volver a ponerlas en cuestión. 

 Partir del lugar de cada cual contra los sistemas de opresión puede significar, por ejemplo, escoger un ángulo de ataque. 

 Si se piensan las opresiones como algo en lo que todo el mundo toma parte (incluso desde lugares diferentes), esto podría significar, cuando se lucha desde el lado del dominador, el atacar el lado que nos afecta más directamente: a sus estructuras, instituciones, personas y mecanismos por los que los dominantes mantienen la opresión asentada y se benefician de ella. Por ejemplo, no quiero que los heteros me digan cómo debería liberarme, emanciparme o luchar, ni que apoyen las reivindicación del “matrimonio igualitario” porque una buena parte de los homosexuales lo demandan porque como dominantes no pueden hacer nada más que “apoyar” los deseos de la gente oprimida. Al contrario, podría encontrar más pertinente que criticasen y luchasen contra la institución de cualquier matrimonio, que ataquen uno de los símbolos de sus privilegios de heteros. 

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