martes, 30 de octubre de 2018

LA CONSERVACIÓN DEL HOMBRE MEDIANTE LA NEGACIÓN DEL DESEO HOMOSEXUAL


En "Palabra contagiosa..." (2000b) Judith Butler asegura que el homosexual es el sujeto que se niega a sí mismo, para quien permanece prohibido describirse a sí mismo. El término "homosexual" tiene que ser atribuido por otras personas. La autonegación es el requisito indispensable para su ejercicio y la sobrevivencia. Hacer referencia a la propia condición es caracterizado como conducta homosexual. No es posible concebir la idea: "soy homosexual, pero no ejerzo". Para Butler, la autodefinición homosexual es interpretada explícitamente como una conducta contagiosa y ofensiva. La frase "soy homosexual" no sólo es descriptiva, sino que también demuestra la conducta homosexual. La enunciación de la propia homosexualidad atribuye precisamente aquello que dice. Es más, para Butler, la afirmación "soy homosexual" es, pues, increíblemente malinterpretada como "te deseo sexualmente". La expresión que se realiza en primera persona y de manera introspectiva se toma por una afirmación que anuncia el acto en sí mismo, la intención de actuar: el vehículo de la seducción. Si la frase "soy homosexual" se tomara como lo que realmente es, se consideraría como la manifestación pública del significado cultural y político del deseo entre personas del mismo sexo. La práctica de la homosexualidad no es la experiencia sexual en sí misma, sino el ejercicio discursivo que le confiere significado.

Sin embargo, como lo advierte Freud en Tótem tabú,la mención de los nombres prohibidos es temida por el miedo a desencadenar las pasiones profundas contenidas por el silencio. La represión de la homosexualidad masculina tiene como objetivo la conformación de la hombría y la estabilidad del sistema de géneros. Por lo cual la feroz represión a nombrar la homosexualidad es el miedo atroz a liberar el homosexualismo contenido. En consecuencia, para Butler (2000a) un "hombre" es un homosexual que se niega a sí mismo.

La sublimación de la homosexualidad se produce a través de la represión del deseo homosexual. Esta sublimación del deseo homosexual es de suma importancia porque garantiza la pertenencia social y la ciudadanía -la adhesión a la ley y su incorporación. El temor del sistema se expresa al afirmar que la cohesión social requiere de la prohibición de la homosexualidad, puesto que si los hombres hablaran de su inclinación a la misma, ello amenazaría con destrozar la homosociabilidad que fusiona a la clase masculina. La cohesión se describe como un mágico no sé qué que mantiene unidos a los varones. Por otro lado, el sistema controla al sujeto homosexual a través de la culpabilidad y del miedo. Butler sostiene que la insatisfacción provocada por el incumplimiento de la norma heterosexual se transforma en el sentimiento de culpa que generan el terror de perder el amor del prójimo; el castigo de los padres; y la censura social. De modo que la prohibición se convierte en el territorio y en la satisfacción del deseo. Según Freud, la prohibición no pretende la destrucción del deseo; por el contrario, hostiga al tiempo que alienta la reproducción del deseo prohibido y se incrementa mediante las renuncias que realiza. Lo anterior significa que nunca se renuncia al deseo, sino que se reafirma y se preserva en la propia estructura de la renuncia. La prohibición rechaza y consiente el deseo homosexual simultáneamente.

La declaración de la homosexualidad perturba la integridad y los fundamentos del orden social, con lo cual la represión del discurso homosexual garantiza la sociabilidad mientras ésta permanezca en silencio. El hecho de decir que se es homosexual no es en sí mismo un acto homosexual, ni mucho menos un ataque homosexual. Para Butler, la homosexualidad sólo es un comportamiento sexual en un sentido muy restringido, ya que subyacen representaciones en torno a ella que no son propiamente de homosexualidad. Nombrar esta palabra ataca las fronteras de lo social; se malinterpreta como una seducción o una agresión; se entiende que se trata de un acto realizado y transmitido -bajo la metáfora del SIDA-, en un intento de reducir a la homosexualidad dentro de un conjunto patológico de figuraciones que la define como una acción agresiva y contagiosa. El oído paranoico cierra la brecha entre la verbalización de un deseo y el deseo que se verbaliza.

El imaginario colectivo limita el estallido de la homosexualidad porque concibe la propia palabra como un fluido peligroso, una sustancia contagiosa; implícitamente comparada a partir de la metáfora del SIDA, y creerá que se "transmite" como si fuera una enfermedad. La afirmación "soy lesbiana" no es en cierta forma un acto, sino una manera de hablar ritual que conlleva el poder de ser lo que se dice, no una mera representación de la sexualidad, sino una acción y, por tanto, una ofensa, cuyo peligro radica en la posibilidad del contagio. Butler (2000a) reitera: si digo "soy homosexual" delante de ti, tú te ves envuelto en la "homosexualidad" que yo expreso; se supone que lo dicho establece una relación entre el hablante y la audiencia, y si el hablante proclama su homosexualidad la relación discursiva se constituye en virtud de esa manifestación, y esa misma homosexualidad se transmite en un sentido transitivo. Butler descubre interesantes revelaciones sobre la homofobia:


  • En primer término, cuestiona si la prohibición de la homosexualidad es la homosexualidad en sí misma: ¿con cuánta precisión puede interpretarse el sentirse despreciado u ofendido como una variante de la homosexualidad? La homofobia que se manifiesta en el desprecio, en la ofensa, es la forma externa imaginada que adopta la prohibición contra la homosexualidad.
  • La vulnerabilidad social del homosexual a la ofensa es proyectada en una opinión generalizada de los Otros como seres con un comportamiento represor y despreciativo. En la idea de los Otros como seres que regulan, observan y juzgan descansa la fragilidad de los homosexuales.
  • La sublimación psíquica de la homosexualidad crea la noción de lo social, un escenario imaginativo que se convierte en la "conciencia", y que prepara al individuo para la cohesión social sobre la que se sostiene la ciudadanía -la incorporación a la ley y su adhesión.
  • El desprecio y las ofensas no son sólo los efectos de un deseo que se ha vuelto sobre sí mismo, más el efecto de los juicios de los Otros. Más bien, son la coincidencia del juicio de los Otros y ese volverse contra sí mismo, lo que conforma el escenario imaginario del deseo condenado que registra psíquicamente las ofensas y el desprecio.
Butler (2000a) concluye que los sentimientos homosexuales son necesarios para el amor a la humanidad en la forma en que éstos se "combinan" eufemísticamente con los instintos de la propia conservación para producir "hombres". La conservación del "hombre propiamente dicho" depende de desviar, y mantener desviada, su propia homosexualidad. El ideal del yo (o concepto de sí mismo) se forma mediante la eliminación de grandes cantidades de deseo homosexual. Sin embargo, esta homosexualidad no es sencillamente reprimida o desviada, sino que se vuelve siempre sobre sí misma. El ideal del yo en la homosexualidad y su prohibición se "combinan" en la figura del sujeto heterosexual. En este sentido, resulta interesante subrayar que en la Teoría Queerla desviación se produce, a diferencia de lo planteado por Goffman, Durkheim o Merton, a través de alejar el natural deseo homosexual para crear "verdaderos hombres".

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