sábado, 24 de febrero de 2018

"LOS ANORMALES"


Michel Foucault
 nació como Paul-Michel Foucault (PoitiersFrancia15 de octubre de 1926-París25 de junio de 1984) fue un historiador de las ideaspsicólogoteórico social y filósofo francés. Fue profesor en varias universidades francesas y estadounidenses y catedrático de Historia de los sistemas de pensamiento en el Collège de France (1970-1984), en reemplazo de la cátedra de Historia del pensamiento filosófico, que ocupó hasta su muerte Jean Hyppolite. El 12 de abril de 1970, la asamblea general de profesores del Collége de France eligió a Michel Foucault, que por entonces tenía 43 años, como titular de la nueva cátedra. Su trabajo ha influido en importantes personalidades de las ciencias sociales y las humanidades.La vida personal de Foucault en la École Normale fue difícil —sufrió de depresión aguda​ debido a la angustia por su homosexualidad e incluso intentó suicidarse varias veces.​ Como resultado de ello, fue llevado a un psiquiatra y durante este tiempo, quedó fascinado con la psicología y obtuvo una licenciatura en esta disciplina, una calificación muy nueva en Francia en el momento, además de una licenciatura en filosofía en 1952. Estuvo involucrado en la psicología clínica, que le expuso a pensadores como Ludwig Binswanger.
Foucault es conocido principalmente por sus estudios críticos de las instituciones sociales, en especial la psiquiatría, la medicina, las ciencias humanas, el sistema de prisiones, así como por su trabajo sobre la historia de la sexualidad humana. Sus análisis sobre el poder y las relaciones entre poder, conocimiento y discurso han sido ampliamente debatidos. En los años sesenta, Foucault estuvo asociado al estructuralismo, un movimiento del que se distanció más adelante, aunque haya usado de un modo personal los métodos de dicho enfoque: Las palabras y las cosas puede entenderse como una crítica a la pretensión sígnica, dejando de lado su interés por las condiciones de modificación histórica del sentido. En ulteriores trabajos y cursos desarrolló conceptos como biopoder y biopolítica,​ de especial relevancia en la obra de pensadores políticos contemporáneos como Antonio Negri,​ Michael Hardt Giorgio AgambenRoberto Esposito.
Foucault rechazó las etiquetas de posestructuralista y posmoderno, que le eran aplicadas habitualmente, prefiriendo clasificar su propio pensamiento como una crítica histórica de la modernidad con raíces en Immanuel Kant. En el texto «¿Qué es la ilustración?» definió mejor su proyecto teórico como una ontología crítica de la actualidad siguiendo la impronta kantiana.
Fue influido profundamente por la filosofía alemana, en especial por la obra de Friedrich Nietzsche. Precisamente, su «genealogía del conocimiento» es una alusión directa a la idea nietzscheana de «la genealogía de la moral». En una de sus últimas entrevistas afirmaría: «Soy un nietzscheano»​ Reconocería también una deuda con el pensamiento de Martin Heidegger y sus críticas al sujeto cartesiano y la techné occidental: «Heidegger ha sido un filósofo esencial para mi», declararía en junio de 1984,​ aunque criticaría varias veces posiciones esenciales de Heidegger tales como su interpretación de la historia de la verdad en occidente como un olvido del ser.
En el año 2007 Foucault fue considerado por el The Times Higher Education Guide como el autor más citado del mundo en el ámbito de humanidades en dicho año.

Aportes teóricos 

Es importante acuñar una noción de poder que no haga exclusiva referencia al gubernativo, sino que contenga la multiplicidad de poderes que se ejercen en la esfera social, los cuales se pueden definir como poder social. En La verdad y las formas jurídicas, Foucault es más claro que en otros textos en su definición del poder; habla del subpoder, de "una trama de poder microscópico, capilar", que no es el poder político ni los aparatos de Estado ni el de una clase privilegiada, sino el conjunto de pequeños poderes e instituciones situadas en un nivel más bajo. No existe un poder; en la sociedad se dan múltiples relaciones de autoridad situadas en distintos niveles, apoyándose mutuamente y manifestándose de manera sutil. Uno de los grandes problemas que se debe afrontar ante la idea de revolución es el modo en el que deberían modificarse las dinámicas entre las actuales relaciones de poder. El llamado de atención de Foucault va en sentido de analizarlas a niveles microscópicos.​
Para el autor de La microfísica del poder, el análisis de este fenómeno sólo se ha efectuado a partir de dos relaciones:
  1. Contrato - opresión, de tipo jurídico, con fundamento en la legitimidad o ilegitimidad del poder.
  2. Dominación - represión, presentada en términos de lucha - sumisión.
El problema del poder no se puede reducir al de la soberanía, ya que entre hombre y mujer, alumno y maestro y al interior de una familia existen relaciones de autoridad que no son proyección directa del poder soberano, sino más bien condicionantes que posibilitan el funcionamiento de ese poder, son el sustrato sobre el cual se afianza. "El hombre no es el representante del Estado para la mujer. Para que el Estado funcione como funciona es necesario que haya del hombre a la mujer o del adulto al niño relaciones de dominación bien específicas que tienen su configuración propia y su relativa autonomía"
El poder se construye y funciona a partir de otros poderes, de los efectos de éstos, independientes del proceso económico. Las relaciones de poder se encuentran estrechamente ligadas a las familiares, sexuales, productivas; íntimamente enlazadas y desempeñando un papel de condicionante y condicionado. En el análisis del fenómeno del poder no se debe partir del centro y descender, sino más bien realizar un análisis ascendente, a partir de los "mecanismos infinitesimales", que poseen su propia historia, técnica y táctica, y observar cómo estos procedimientos han sido colonizados, utilizados, transformados, doblegados por formas de dominación global y mecanismos más generales.
En Los intelectuales y el poder, Foucault argumenta que después de mayo de 1968, los intelectuales han descubierto que las masas no tienen necesidad de ellos para conocer —saben mucho más—, pero existe un sistema de dominación que obstaculiza, prohíbe, invalida ese discurso y el conocimiento. Poder que no sólo se encuentra en las instancias superiores de censura sino en toda la sociedad. La idea de que los intelectuales son los agentes de la "conciencia" y del discurso forma parte de ese sistema de poder. El papel del intelectual no residiría en situarse adelante de las masas, sino en luchar en contra de las formas de poder allí, donde realiza su labor, en el terreno del "saber", de la "verdad", de la "conciencia", del "discurso"; el papel del intelectual consistiría así en elaborar el mapa y las acotaciones sobre el terreno donde se va a desarrollar la batalla, y no en decir cómo se llevaría a cabo. En La microfísica del poder indica que "el poder no es un fenómeno de dominación masiva y homogénea de un individuo sobre los otros, de un grupo sobre otros, de una clase sobre otras; el poder contemplado desde cerca no es algo dividido entre quienes lo poseen y los que no lo tienen y lo soportan. El poder tiene que ser analizado como algo que no funciona sino en cadena. No está nunca localizado aquí o allá, no está nunca en manos de algunos. El poder funciona, se ejercita a través de una organización reticular. Y en sus redes circulan los individuos quienes están siempre en situaciones de sufrir o ejercitar ese poder, no son nunca el blanco inerte o consistente del poder ni son siempre los elementos de conexión. El poder transita transversalmente, no está quieto en los individuos". Aunque este párrafo pudiera hacer pensar que Foucault disuelve, desintegra el principal tipo de poder, el estatal, o que no lo reconoce, en otro apartado habla del concepto de subpoder, de los pequeños poderes integrados a uno global. Reconoce al poder estatal como el más importante, pero su meta es tratar de elaborar una noción global que contenga tanto al estatal como aquellos poderes marginados y olvidados en el análisis.
Ideas

Arqueología del saber Además de ser el título del libro publicado por Foucault en 1969, el término alude a la esencia de su metodología de trabajo: la idea de que, aunque muchos nos parezcan naturales o evidentes, no existen saberes o discursos que no sean fruto de determinadas condiciones de posibilidad (en otros términos, de determinadas prácticas sociales). Así como cada época "produce" lo que se puede decir o no, también podría decirse que cada época dispone dónde concentrar los esfuerzos de la investigación científica, de qué modo elaborar los sistemas de ideas, cómo establecer lo que merece ser conocido o, incluso, qué puede ser pensado y qué no. La "arqueología del saber" apunta a estas cuestiones: no aspira al gran relato histórico, sino que se concentra en determinados acontecimientos (la "invención" de la cárcel, por ejemplo), indaga en los documentos históricos, los organiza, vincula entre sí y observa cómo se fueron generando rupturas o cambios en los modos de pensar.
Microfísica del poder A contramano de los discursos que imperaban en su tiempo (fundamentalmente en los aguerridos años 60 y 70), Foucault desterró la concepción del poder como algo único, superestructural, ubicado en la cima de la pirámide social, desde donde se ejercería presión hacia abajo. Para el francés, la cuestión no pasaba por el enfrentamiento entre dominantes y dominados, sino por las relaciones de fuerza múltiples. En su concepción, el poder es ubicuo, lábil y está presente en cada intersticio del entramado social. El Estado y los grupos más poderosos lo detentan, evidentemente, pero también se ejerce, de manera capilar, en instituciones, espacios productivos, organizaciones políticas, vínculos familiares, lazos íntimos. Asimismo, en La voluntad de saber, Foucault escribe: "Donde hay poder hay resistencia". Es decir, las relaciones de poder se entraman con resistencias también capilares, en una dinámica difícil de sistematizar.
Instituciones de encierro En Vigilar y castigar, Foucault describe los pormenores del suplicio y descuartizamiento de un condenado en la París de 1757. Si los horrendos espectáculos que brindaban estos ajusticiamientos existían en función de un ejercicio, toma de posición y exhibición del poder monárquico, las cárceles, "invento" moderno que los terminará reemplazando, traen consigo una modalidad de castigo menos cruenta, pero más efectiva. Para la visión de Foucault, el dispositivo que subyace a la prisión no busca mostrar con gran despliegue aquello que le ocurrirá a quien se desvíe de la norma, sino que pretende inscribir (como la temible máquina de La colonia penitenciaria, de Kafka) la ley en el cuerpo -incluso en las almas-. "La prisión fue un invento que se expandió rápidamente a todos los ámbitos", asegura en una entrevista de los años 80. Esto quiere decir que el "formato" presupuesto por las cárceles, que incluía encierro, regulación de los horarios, rigor, disciplina, sistemas jerárquicos y normativas a la vestimenta, los modos de hablar, sentarse, caminar o dirigirse a los superiores, es el mismo que se encarnó en la institución escolar, asilos, hospitales e internados modernos.En Los Anormales curso dictado en el Collège de France entre enero y marzo de 1975, Michel Foucault prolonga los análisis en torno a las relaciones entre el saber y el poder –tal como aparecerá en sus investigaciones sobre el origen y la naturaleza de la Institución psiquiatríca: poder disciplinario, poder de normalización, bio-poder. A partir de múltiples fuentes teológicas, jurídicas y médicas, Foucault enfoca el problema de esos individuos 'peligrosos' a quienes, en el siglo XIX, se denomina 'anormales'. Define sus tres figuras principales: los monstruos, que hacen referencia a las leyes de la naturaleza y las normas de la sociedad, los incorregibles, de quienes se encargan los nuevos dispositivos de domesticación del cuerpo, y los onanistas, que dan pábulo, desde el siglo XVIII, a una campaña orientada al disciplinamiento de la familia moderna, vinculado con las nuevas relaciones entre sexualidad y organización familiar. El control tradicional de las relaciones prohibidas (adulterio, incesto, sodomía, bestialismo) se reduplica entonces con el control de las tribulaciones de la concupiscencia. La cruzada contra la masturbación, propia del discurso higienista, establece una vinculación fabulatoria entre el uso sexual del propio cuerpo, los trastornos orgánicos y el debilitamiento del sistema nervioso. La reflexión sobre la sexualidad infantil y la importancia de la phantasía devienen el instrumento preparatorio de lo que se catalogará poco después como “aberraciones sexuales”. Los dispositivos de disciplinamiento corporal demuestran dejar así lugar a una biopolítica acorde con las posibilidades y demandas de un mercado global, que promueve el goce al cénit de los ideales de la cultura. Aunque, para los psicoanalistas, no se trate tanto de Foucault como de Freud. Los análisis de Foucault toman como punto de partida las pericias médico legales que aún se practicaban en la década de 1950. Esboza a continuación una arqueología del instinto y el deseo, a partir de las técnicas de la revelación en la confesión y la dirección de conciencia. Plantea de ese modo las premisas históricas y teóricas de trabajos que retomará, modificará y reelaborará en su enseñanza en el Collège de France y en las obras ulteriores.   Este curso representa, por lo tanto, un elemento esencial para seguir las investigaciones de Foucault en su formación, sus prolongaciones y sus desarrollos. Trátese de la locura, la clínica o el encierro, todo ello participa de una ecología epocal que posee su lengua propia. La constitución de un campo histórico-político se enfrenta al estilo de la trascendencia. Y ya que esta trascendencia plantea la elaboración sistemática de una teorética específica, la anormalidad no es tanto la medida de un movimiento institucional (médico o jurídico) cuanto un signo indiscutible de su desborde. El monstruo humano: mixtura entre lo imposible y lo prohibido. La primera de las figuras de lo que Foucault llama el monstruo humano es el que trasgrede la ley. El monstruo humano, vieja noción cuyo marco de referencia es la ley; pero en sentido amplio, porque no sólo se trata de las leyes jurídicas, sino también de las leyes de la naturaleza; el campo de aparición del monstruo es así un dominio jurídico biológico. Un juego y un deslinde nunca controlado ni demarcado del todo, entre la excepción de naturaleza y la infracción al derecho. Éstas dejan de superponerse sin dejar de actuar una con respecto a la otra. La distancia natural con respecto a la naturaleza modifica los efectos jurídicos de la transgresión y, sin embargo, no los borra por completo; no remite lisa y llanamente a la ley, pero tampoco la suspende; la entrampa y suscita efectos, desencadena mecanismos, exige instituciones parajudiciales y marginalmente médicas. Pudo estudiarse en ese sentido la evolución de la pericia médica legal en materia penal, desde el acto monstruoso problematizado a comienzos del siglo XIX (con los casos Cornier, Léger y Papavoine) hasta la aparición de la noción de individuo peligroso a la que es imposible atribuir un sentido médico o un status jurídico, no obstante lo cual es la noción fundamental de las pericias contemporáneas.
"El monstruo hace su aparición en un dominio jurídico-biológico representando, en su excepcionalidad, una doble infracción, al trastocar tanto las leyes de la naturaleza como las regularidades jurídicas. La monstruosidad supone una doble individualidad, la mezcla de dos reinos: el animal y el humano; de dos especies (el cerdo con cabeza de carnero); de dos individuos (un cuerpo con dos cabezas, dos cuerpos no separables); de dos sexos (el hermafrodita); de la vida y la muerte (el feto malformado que sobrevive poco tiempo). Constituye, por consiguiente, una transgresión de los límites naturales, de las clasificaciones, del marco legal, trastornando las leyes del matrimonio, los cánones del bautismo, las reglas de sucesión."



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