martes, 22 de mayo de 2018

cristianismo erótico gay.


Haciendo a Jesús Queer: Más Alla del Reformador Activista
 Robert E. Goss 
Cleveland: Pilgrim Press, 2002
 www.pilgrimpress.com
La curación del corazón masculino, creo, tiene que ver con ser más libre con nuestros cuerpos, en especial, respecto de otros varones. Joe Kramer
 El poder erótico está encarnado en el corazón. Une el dar la vida, curarnos mutuamente el corazón si poseyésemos el coraje para reclamarlo. Pues el coraje mana del corazón. Y el corazón aumenta el poder erótico mediante nuestras conexiones a otras personas. La búsqueda de vínculos es la búsqueda del corazón para sanar el sufrimiento y la quiebra. Los corazones viven en energía erótica, la energía de amarnos el uno al otro en las profundidades de nuestro ser. Rita Nakashima Brock
El artículo “La posibilidad del sexo como práctica espiritual cristiana” de Jay Johnson fue enviado a los suscriptores de Meta, una lista de discusión sobre ciencia y religión. Johnson un teólogo gay episcopal preguntaba: “¿Puede el sexo contribuir a la práctica espiritual cristiana?”. Sin abandonar la tradición teológica cristiana, más aún dentro de las tradiciones teológicas agustiniana y tomista, Johnson sugiere un retorno teológico constructivo a la importancia del cuerpo, la encarnación, y recobrar lo erótico como un anhelo por Dios.
 Durante mis años de seminario, en un curso sobre pastoral de la sexualidad, comparé The Joy of Sex con Ejercicios Espirituales de Ignacio de Loyola. En el artículo que escribí, sostuve que ambos eran manuales para lograr la intimidad y que la sexualidad y la espiritualidad estaban vinculadas integralmente para cualquier camino religioso. Dedicado al estudio de la teología y las religiones comparadas, relegué la práctica sexual a mi vida personal y sólo más tarde comencé a reflexionar sobre ella en mis escritos disidentes. La cuestión planteada por Johnson del retorno al cuerpo en el marco de una teología constructivista puntualiza la seria deficiencia de la teología cristiana. 
Por el fracaso en la incorporación de una praxis sexual, la teología cristiana se convirtió en cómplice y promotora de una política de humillación y culpa para regular la sexualidad dentro de límites ortodoxos muy estrictos. 
Deseo formular ligeramente diferente la cuestión de Johnson: ¿puede el sexo contribuir a la praxis sexual cristiana y, además, a la teología? Una respuesta contructivista radical debe estar fundada en una praxis sexual que transforme el sexo masculino en un orgasmo del cuerpo todo, vinculado a la justicia y suficientemente escatológico como para configurar tanto la profundidad de la fidelidad como de la pluralidad del amor de Dios. Los teólogos masculinos actuales necesitan encarnar sus construcciones teológicas de la sexualidad humana dentro de una praxis sexual que explore la amplitud de la experiencia de lo que Joe Kramer describió como vínculo corazón – genitales. 
Intentaré interrogar el pensamiento y la praxis sexual de Joe Kramer a quien conozco desde que éramos jesuitas. Su espiritualidad es ignaciana y promovió dentro de ella una praxis sexual que ha hecho impacto en la integración de la sexualidad y la espiritualidad de miles de varones bisexuales y gays. Compartimos la perspectiva de hallar a Dios en la sexualidad. Ha llegado el tiempo al teólogo y al chamán sexual para el compromiso con el revoltijo / el desorden o suciedad del coito. De ese modo quiero comprometer la praxis sexual de Kramer en la configuración de un cristianismo erótico. Por supuesto que esto es una visión parcial puesto que mi foco está puesto en la experiencia sexual masculina pero es un primer paso en la construcción de un cristianismo erótico gay.

Sin ninguna dificultad podría decirse que la teología cristiana y la erotofobia contribuyeron a la escisión de los varones entre sus genitales y sus cuerpos pues ya San Agustín parecía pensar que su pene tenía alma propia consintiendo a la lujuria y la concupiscencia. Agustín inyectó en la historia del cristianismo la desconfianza de la sexualidad y el placer sexual. Ciertamente no fue el primero pero tuvo una influencia indebida sobre el cristianismo católico y protestante. Agustín estableció la distinción entre sexo con el propósito de la procreación y sexo para el placer basada sobre su visión de la caída de la humanidad en el Jardín del Edén. Antes de la caída en el pecado, Adán era capaz de controlar sus genitales y podía reproducirse sin lujuria pero Dios encontró un castigo adecuado a la caída: “El ser humano se abandonó a sí mismo porque abandonó a Dios cuando buscaba su propia satisfacción y, desobedeciendo a Dios, no pudo siquiera obedecerse a sí mismo”.  Agustín hubo de admitir al sexo para la procreación y reducido al matrimonio que era bueno potencialmente pues Dios había querido que la procreación humana y la humanidad tenían necesidad de sobrevivir. Uno de los efectos de la caída, según Agustín, fue el problema de las erecciones de los varones. El deseo sexual espontáneo era la prueba del pecado original. Pues el pene que desobedece a la voluntad humana está bajo el dominio de la lujuria. Escribe Agustín: Pues tan pronto como nuestros primeros padres transgredieron el mandamiento, la gracia divina los abandonó ... y por consiguiente tomaron hojas de parra y cubrieron su vergüenza pues aunque sus miembros seguían siendo los mismos ahora tenían vergüenza donde no la tenían antes. Experimentaron un nuevo movimiento de su carne que se había convertido en desobediente a ellos en estricta retribución a su propia desobediencia a Dios”. Para Agustín, la lujuria desafía al poder de la voluntad y domina a los genitales. El placer del sexo perturba la mente del ser humano pues el placer sexual supone poder sobre el cuerpo total.El orgasmo abate a la razón humana. Por ello el placer sexual debe ser contenido, regulado y controlado. 
Michel Foucault brinda esta percepción de Agustín: El famoso gesto de Adán cubriendo sus genitales con una hoja de parra es, según Agustín, menos debido al hecho de la exhibición de sus órganos genitales que al hecho que se movían por sí mismos sin su consentimiento. El sexo erecto es la imagen del ser humano rebelándose contra Dios. La arrogancia del sexo es castigo y consecuencia de la arrogancia del ser humano. Su sexo descontrolado es exactamente lo mismo de lo que él ha sido para Dios: un rebelde. El legado de Agustín condujo a la trágica consecuencia del cristianismo institucional divorciando la sexualidad de la espiritualidad, alienando al placer sexual del cuerpo y promoviendo un clima de violencia masculina. En las culturas que devalúan el placer sexual hay índices superiores de violencia. De esa manera el cristianismo desarrolló sus prácticas espirituales y teologías para cercar al sexo en una red de vergüenza y culpa. La trágica consecuencia es que los varones sucumbieron a los mitos fálicos del poder y que localizaron el placer sexual en la región de los genitales mas bien que intentar mantenerlo y difundirlo a través del cuerpo. La reducción del placer sexual a los genitales impulsa a los varones a buscar placer tan a menudo como pueden. La domesticación del placer sexual en el siglo veinte llevó a los varones a organizar, obtener un rápido placer y empaquetar, controlar y negociar al sexo. La satisfacción sexual toma lugar como agresión, dominación, conquista, éxito y humillación. Una ideología fálica de la masculinidad es invadida con la práctica cristiana del aislamiento de la sexualidad de la espiritualidad y la satisfacción inmediata a menudo identificada con la violencia y la dominación. La fascinación masculina por el falo es por el poder. La fascinación teológica masculina por el falo es apartar a las mujeres y en menor grado a los varones del poder social, religioso y político.  

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