sábado, 11 de agosto de 2018

Diciendo la Verdad: Haciendo Indecente la Teología 1




por Rosemary Radford Ruether

La muerte de Marcella Althaus-Reid el 20 de Febrero del 2009 fue una enorme perdida para el pensamiento teológico critico del mundo entero. Althaus-Reid trajo una imaginación extraordinariamente creativa para la teología. Su proyecto de “indecentar” la teología cristiana ofrece un crucial objetivo nuevo para el análisis de símbolos teológicos que desenmascaron su mensaje opresivo y abrieron vistas transformativas para la liberación humana y construcciones comunitarias. Su productividad desde fines de los años noventa hasta el año 2008 fue prodigiosa, con más de una docena de libros y numerosos artículos en revistas y colecciones de libros.


El trabajo de Althaus-Reid fue bien conocido en Europa y en Norte América, pero desafortunadamente ha sido subestimado en América Latina, donde su visión está enraizada. Este factor me desconcertó; un par de años atrás pregunté por la respuesta a sus pensamientos en América Latina. Le pregunté a Jorge Pixley, un conocido erudito de la teología de la liberación y la Biblia, cuáles habían sido las reseñas de su trabajo, y dijo que no sabía de ninguno, aunque él mismo estaba abierto a su trabajo, habiéndola conocido y hablado con ella en el año 2000 en Europa, cuando su primer libro Indecent Theology (Teología indecente), estaba a punto de ser publicado. Hice algunas averiguaciones a teólogas feministas latinoamericanas, y me dijeron que nadie la había leído, que ella escribe en ingles y que no era realmente vista como una pensadora latinoamericana. Protesté que su principal libro Teología indecente existía en español y que todo lo que escribía hacía referencia constantemente a su contexto argentino.

La misma Althaus-Reid menciona una historia conmovedora presentando una ponencia en una conferencia en la universidad Newman College en Birmingham donde Jon Sobrino, destacado teólogo de la liberación de El Salvador, también habló.

Fuimos los únicos dos oradores de América Latina, sin embargo Jon Sobrino no sólo se rehusó a entrar en diálogo con mis reflexiones, sino que aun en su propia presentación ignoró todo tema de género. No es fácil para una teóloga feminista latinoamericana encontrar compañeros en la lucha incluso entre aquellos que por otro lado hicieron tanto por la causa del reino de Dios en el continente. Es mi esperanza que aquellos que condujeron el camino no se contenten manteniéndose quietos. Mis palabras de despedida para Sobrino fueron “Necesitamos seguir caminando…”

Así parece que este silencio determinante refleja algunos prejuicios ideológicos y no solo la falta de disponibilidad de su trabajo en español. Aun así su trabajo es calurosamente apreciado por algunos teólogos latinoamericanos. El distinguido teólogo de la liberación de “segunda generación”, el brasileño Jung Mo Sung, escribió un poderoso tributo a Althaus-Reid que circuló por correo electrónico (en portugués) después de su muerte. Durante su vida, Althaus-Reid cultivó una red de conversación entre teólogos/as latinoamericanos/as sobre teología de la liberación y sexualidad, el Grupo Virtual de Teología de la Liberación Queer donde intercambiaron ideas y textos. Es de esperarse que respuestas a su muerte, tal como los artículos de la colección de este libro, llevarán a una mayor lectura y apreciación de su trabajo.

Para aquellos no familiarizados con sus escritos es útil desempacar el uso de los términos “decencia” e “indecencia” de Althaus-Reid, y lo que significa comprometerse con “indecentar” los símbolos teológicos y los símbolos culturales en general.
Para Althaus-Reid la “decencia” es un sistema, un sistema sexual, social, político, económico y teológico que moldea totalmente la manera de pensar y actuar en relación a nosotros mismos y a los otros, y en relación al mundo natural.

La decencia es la manifestación de lo que ella llama la “matriz heterosexual”.
Un gran número de personas caen fuera de la pálida “decencia”, personas bisexuales, gays y lesbianas, travestis y prostitutas, y también mujeres solteras y divorciadas, mujeres que han practicado abortos, mujeres totalmente independientes, hombres sensibles que renunciaron al comportamiento “macho”.

La indecencia, es también atribuida a cualquiera que desafíe el estatus-quo político, económico y cultural. Se refiere a las psicólogas y a las madres de la Plaza de Mayo que protestaron contra la desaparición de sus parientes por el gobierno argentino como “putas” y “locas” (también putas). Durante la dictadura militar se hacía cumplir un estricto código de peinar y vestir donde la policía agarró los hombres con cabello largo para cortarles el pelo, y las mujeres y niñas con faldas por sobre las rodillas fueron atacadas. Cualquier disidencia de pensamiento o comportamiento fue sancionada.

La “matriz heterosexual” es un sistema de dominación jerárquica modelado según hombres sobre mujeres, padres sobre hijos, que moldea todas nuestras relaciones e ideas sobre relaciones, desde cómo Dios se relaciona con los humanos y con la naturaleza hasta cómo el sistema económico moldea abundancia y pobreza a través de la asignación de recursos. “Indecentar” los códigos que gobiernan la sexualidad y la sociedad es desenmascarar, o, como le gusta decir a Althaus-Reid, “desvestir” la manera en que estos códigos y símbolos reafirman los patrones de dominación hetero-jerárquica.

Althaus-Reid escribió su teología consciente del trasfondo de la Conquista de América Latina por los militantes conquistadores católicos españoles en el siglo XVI que confiscaron las mejores tierras, subyugaron a los nativos originarios de Latinoamérica, haciéndolos sus esclavos, forzándolos a trabajar y pagar tributo, y reprimiendo su visión de su mundo cultural. Todavía estas personas no han desaparecido. Siguen vivas en millones de comunidades que siguen hablando su lengua nativa y practican sus ritos ancestrales en forma encubierta. Viven también en una enorme parte de mujeres y hombres latinoamericanos que son “mestizos”, producto de la violación de mujeres indígenas por hombres cristianos.

La conquista formó los códigos latinoamericanos de “decencia” como un sistema sexual, de clase y racial. Originalmente solo los “peninsulares”, españoles nacidos en España, fueron enteramente “decentes”. Los criollos, españoles nacidos en América, lo fueron menos, y durante más de trescientos años de colonialismo español no se les permitió ocupar los más altos cargos en la iglesia o en el gobierno. Las revoluciones al inicio del siglo XIX que crearon naciones-estados independientes en América Latina, fueron revoluciones criollas que desmontaron su yugo. Brasil tuvo un camino de independencia diferente, pasando por más de un siglo de monarquías bajo la real familia portuguesa, hasta declararse a sí misma República y liberar finalmente a los esclavos (1888).

Pero las revoluciones nacionales de los criollos no liberaron completamente a los grupos aun más marginales, mestizos, mulatos, indios, africanos, hombres y mujeres, en estratos descendentes de “castas” basadas en razas, clases y géneros jerárquicos. Para mujeres y niños de las castas mas bajas había menos protección contra abuso sexual por parte de los hombres blancos cristianos, que podían usar y matar gente de clases bajas con impunidad. Toda esta gente así era “indecente”, prostitutas por definición.
Formando un sistema sexual, social, económico y político de dominación y subordinación estuvo cerca de relacionarse con la Cristiandad. A pesar de las protestas ocasionales de obispos misioneros como Bartolomé de las Casas, la Cristiandad proveyo los símbolos religiosos de control, subyugación y explotación. Este sistema de símbolos es aun dominante en Latinoamérica, y fue reclamada constantemente por el estado de seguridad nacional en la dictadura de los 70s que pretendía ser la defensora de la “civilización cristiana” en contra de los comunistas ateos. Como veremos más adelante, no fue accidental que la figura nacional de “María” de cada nación es generalmente vista como la patrona de los militares. Los dictadores son fervientes devotos de María.

El cristianismo “erguido” como cultura dominante reprimiendo constantemente las vías alternativas de pensamiento que vienen de los pueblos conquistados cuyas culturas son negadas pero aun presentes en los herederos de los maya, nahuatl y en el mundo pre-incáico e incáico de México y los Andes. Lo que es más, estas culturas reprimidas mundialmente han estado re-emergiendo en América Latina y Central en los 80s y hasta hoy en día. Evo Morales, el primer presidente boliviano completamente aymara, celebró su instalación como jefe de estado yendo primero a la antigua ciudad aymara de Tiahuanco para una ceremonia indígena. Bolivia, Ecuador, Perú y Paraguay ahora reconocen la lengua indígena como lengua nacional junto con el español. La Iglesia Católica ha sido desplazada como religión del estado y la Pachamama, la madre – tierra andina, reconocida como patrona en la nueva constitución de Bolivia.

Para Althaus-Reid una de las mayores fallas de la teología de la liberación de los años 70s y 80s fue simplemente asumir la cultura católica cristiana de Latinoamérica como normativa, incluyendo los códigos sexuales de decencia, y nunca reconocer la represión, pero aun presenta visiones religiosas del mundo en aquellos “pobres campesinos” que eran originarios como el tema de su teología. Esta visión religiosa del mundo indígena puede proveer muchas alternativas importantes para la cultura sexual-social del catolicismo latino. Para la gente andina, maya y nahuatl, lo divino es visto como multiestratificado y bisexual.

La tradición nahuatl habla de la divinidad mas alta habitando en el décimotercer cielo como Ometéotl, el señor y señora de la dualidad, Ometecuhtli-Omecíhuatl. Este género dual es repetido en cada nivel de existencia divina desde el rango medio donde viven los humanos hasta el inframundo.

Esta dualidad de géneros no es una jerarquía de hombres sobre mujeres, sino la complementariedad de lo masculino-femenino en unidad, y de esta manera fundamentalmente diferente de la matriz heterosexual cristiana. “Vestirse cruzado” (cross-dressing) y fluidez de género son típico en la religión Nahuatl, con hombres usando los vestidos e incluso las pieles de las divinidades femeninas. Esto no significa que las ancestrales tradiciones indígenas hayan sido igualitarias. Por lo menos en sus formas imperiales fueron culturas guerreras dominadas por hombres, como Althaus-Reid afirma. Pero ellos ofrecen patrones alternativos sexuales y de género que son recursos de las/os latinoamericanas/os hoy, pero que la teología de la liberación de los años 80s falló por considerar.

Para Althaus-Reid, una teología de la liberación que desviste la “decencia” necesita hoy referirse a estas tradiciones como integrales para su identidad subversiva. El ministerio de las mujeres latinoamericanas necesita caminar en faldas serpenteadas, enraizadas en presencia de Coatlicue, la Diosa madre Azteca con sus faldas de serpientes retorcidas. Necesita hacer teología sin ropa interior en unión con las mujeres indígenas con faldas pesadas y sin ropa interior que venden limones en las plazas de Buenos Aires.

Althaus-Reid también ve importantes recursos para la teología indecente en las culturas populares de América Latina. Está la cultura subversiva del carnaval donde Cristos travestis desfilan con María Magdalenas drag con trajes elaborados y pintadas. Ella misma había considerado una vez ir al carnaval como personificación femenina de la Virgen de Guadalupe. La religiosidad popular latinoamericana inventa cultos alternativos, así como la Santa Librada (Santo Liberado), un travesti, María crucificada y La Difunta Correa, una madre muerta con generosos pechos alimentando a su bebé, patrona de los camioneros en el desierto.

La cultura popular latinoamericana participa en una interminable subversión creativa de la “decencia” oficial que se revela en grafitis y canciones populares, dichos y prácticas, que se pueden encontrar en artículos de periódicos raros o shows de radio. Althaus-Reid se deleita reclamando estas tradiciones subversivas como puntos iniciales de reflexiones teológicas indecentes. Así, su “desvestida” crítica de la “Ortodoxia Radical” (Radical Orthodoxy), un conocido movimiento teológico en Britania, comienza con una historia sobre mendigos en Buenos Aires, uno de los cuales encontró una tarjeta postal enmarcada de una “Virgencita” y una catedral la que el ofreció en venta por veinte dólares.

Althaus-Reid fue entrenada como una teóloga de la liberación en el ISEDET (Instituto Superior Evangélico de Estudios Teológicos) en Buenos Aires, la principal escuela de este enfoque en la educación teológica en Argentina y en América Latina en general, en los 80s, durante la dictadura militar cuando muchos pastores y teólogos comprometidos con la justicia, vivieron en terror de perder sus vidas. Ella estudió bajo el querido José Severino Croatto, un exégeta bíblico que enseñó a sus estudiantes que leer la Biblia, es un proceso de producción de significados formados por su contexto, más que ser una verdad única e inmutable para todo el tiempo.



Traducción: Rebecca González
Revisión: Ute Seibert

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