martes, 21 de agosto de 2018

Lesbianismo y homosexualidad masculina


CUESTION HOMOSEXUAL: (Propedéutica a la Obra de C.A.Tripp) 
El Doctor C. A. Tripp, colaboró  durante nueve años con el doctor Alfred Kinsey y el Institute For Sex Research. Psicólogo, psicoterapeuta. Publicado EDAF, Ediciones de Madrid.
Introducción:
Desde el momento en que un sujeto se ve estimulado sexualmente por otro individuo del mismo sexo, es que al menos parte de los atributos de ese sexo han sido erotizados y que la experiencia es plenamente homosexual, independientemente de que realice o no cualquier tipo de acción abierta, o que comience a actuar en dicho sentido, que en ello exista mucho o poco afecto, o que se impliquen problemas de carácter económico.
Concepciones populares e históricas acerca de la sexualidad:
Las filosofías religiosas que infravaloran las costumbres sexuales de nuestra sociedad han sido estructuradas y elaboradas por varones que creían que una vida pasada en el celibato, la abstinencia y el ascetismo era moralmente superior a otra en la que se manifestara cualquier tipo de expresión sexual. La excitación sexual no reproductiva y fuera del matrimonio estaba siempre asociada con el pecado, incluso durante el sueño o en la imaginación, llegando hasta la noción que el que miraba con complacencia ya cometía adulterio con la mente. La invención de la tradición judeocristiana postexilio fue establecer la norma que la sexualidad era solamente para la reproducción, y calificar de perversiones al resto de los usos sexuales. Así, el finalismo se convirtió en el motivo fundamental de la limitación de la actividad sexual y el fortalecimiento del ascetismo. También en el campo de la ciencia esta intencionalidad ha sido muy perjudicial. Ya Aristóteles utilizaba una filosofía finalista en su descripción de las funciones y estructuras. Incluso a través de la adaptación darwiniana, y en la primera parte del siglo veinte, los biólogos continuaron buscándole una intencionalidad a los fenómenos naturales. Muchos clínicos, y el público en general, continúan considerando la mayor parte de las variaciones de la conducta sexual, como lo hicieron los antiguos sacerdotes y rabinos. Las interpretaciones de la homosexualidad de elevado carácter derogatorio, deben su consistencia al mutuo refuerzo que se prestan la moral, la ley y los puntos de vista psiquiátricos.
Consideraciones Biológicas:
Un gran número de profesionales, a lo largo de los años, se han dedicado a la realización de  experiencias mediante la administración de testosterona, tanto a sujetos afeminados como a homosexuales. Los resultados han sido categóricos: cuando se produce alguna alteración en el comportamiento, los sujetos se muestran idénticos a como eran antes, con su mismo patrón, pero más intenso. Partiendo de estos experimentos, formales o informales, resulta perfectamente claro que las hormonas sexuales, juegan un papel importante en la potenciación de la sexualidad humana, pero no controlan la dirección de la misma. La selección de una persona como pareja, cuyos más insignificantes detalles pueden estar tan investidos de significado, que son capaces de proporcionar una respuesta sexual de la totalidad de la persona hasta un grado febril, representa mucho más que la culminación del desarrollo individual. Puede también considerarse como la culminación de una etapa de la evolución.
Inversión y homosexualidad:
Sólo dentro del contexto de la ideología popular se consideran sinónimos los términos de inversión y homosexualidad. Desde hace varias décadas, tanto los psicólogos como los biólogos han reconocido que se trata de fenómenos completamente diferentes, aunque existe la posibilidad y el hecho que se den juntos. La homosexualidad se refiere a cualquier actividad sexual entre sujetos que pertenecen al mismo sexo; la inversión por otra parte, nada implica en  relación al sexo de la pareja, refiriéndose únicamente a una reinversión del rol del género que podría esperarse del individuo. Existen también muchos varones afeminados y mujeres masculinas, que son originariamente, cuando no de forma plena, heterosexuales. Además, hay muchos varones y mujeres completamente homosexuales que nunca invierten el papel de género, tanto en sus relaciones sexuales como sociales. De forma que resulta eventualmente necesario reconocer la inversión como una entidad establecida por derecho propio, como una conducta que se encuentra en todas las especies de mamíferos y que puede observarse con tanta frecuencia coincidiendo con relaciones tanto homosexuales como heterosexuales. Muchos varones se sentirían inferiores si se arriesgaran, ante sus ojos o los de los demás, a invertir su papel dominante, aunque solo fuera por un momento. Las mujeres con frecuencia tienen sentimientos equivalentes, por lo que respecta al mantenimiento de su femineidad. La creencia subyacente parece consistir en que la identidad sexual de una persona es menos estable y menos genuina si oscila, y en que la virilidad de un hombre, en especial, se pone en duda si abandona su papel dominante en un momento de inversión. Tales ideas se encuentran ampliamente en contradicción con las pruebas que hoy se poseen.
Los orígenes de la heterosexualidad:
Las sociedades que deciden suprimir de forma activa la homosexualidad, suelen hacerlo mediante dogmas basados en la moralidad que, al mismo tiempo, dificultan las actividades heterosexuales en un grado mucho mayor.
En nuestra sociedad, existe una correlación muy desigual entre lo que la gente hace en sus experiencias sexuales y lo que acabará prefiriendo. Tampoco las experiencias traumáticas o los fracasos de los primeros años parecen causar muchas desviaciones de los modelos hétero y homosexuales. Muchos de los que fueron homosexuales desde una edad temprana recuerdan haber tenido esa motivación con mucha antelación a la posibilidad de realizarla. Otros han acumulado una experiencia heterosexual considerable antes de descubrir su capacidad de respuesta homosexual.
Los orígenes de la homosexualidad:
Con los años, las nociones psiquiátricas y psicoanalíticas se han  visto suavizadas  por la inyección que han recibido de motivaciones humanísticas de apariencia más razonable. Se ha puesto especial énfasis en los diversos tipos de sentimientos de inadecuación; aunque con estos tipos de revisiones las ideas básicas han persistido y se han filtrado más que nunca en el pensamiento popular, donde continúan satisfaciendo la curiosidad de los ingenuos. Se sigue creyendo, por ejemplo, que la homosexualidad deriva de "problemas de identidad", de un miedo al sexo opuesto, de diversas "fijaciones infantiles", y lo más palpable de todo, de las influencias de los padres. En ocasiones se culpa a un padre débil, pero es mucho más frecuente que el malo de la película sea una madre dominante, molestosa o excesivamente restrictiva. Aún cuando hubieran sido formuladas cuidadosamente, ninguna de estas teorías se sostendría actualmente. Todas estaban condenadas desde el principio por  suposiciones subyacentes, como al considerar la homosexualidad como resultado de una heterosexualidad bloqueada o dañada, una especie de elección por carencia.
La madre dominante ha tenido tal prominencia que merece una acotación especial. Por diversas y válidas razones, los sexólogos no hemos aceptado la noción, pero ésta ha funcionado muy bien en el diván y en la sociología popular. Quizás esto último se haya visto ayudado por la tendencia muy en boga a atribuir cualquier aprieto del individuo, en lugar de factores internos, a algún opresor autoritario del exterior. La madre dominante vino como anillo al dedo. Con o sin un padre débil a su lado, fue acusada de ser el primer causante de la homosexualidad masculina. Posteriormente también se vio implicada en los orígenes de la esquizofrenia. Después se la consideró como gran culpable del alcoholismo y posteriormente del hábito a las drogas. Más tarde se descubrió que sus modos estentóreos interferían en el apetito de sus hijos, por lo que eran culpables de la falta de peso, y también que tendían a forzar la alimentación de sus hijos, por lo que eran responsables del exceso de peso. De hecho, no ha estado ausente ni ha sido considerada inocente en ningún estudio de una sola conducta considerada negativa. Ciertamente, la intimidad madre-hijo, que a veces se da en la homosexualidad, se interpreta mucho mejor como el producto que como la causa de la disposición que la apoya. Ningún elemento aislado de la homosexualidad, ni ninguna influencia original, son por sí mismos definitivos. La existencia final de cualquier orientación sexual, depende del grado en que sus diversas partes se han reforzado unas a otras en la producción de una estructura, un sistema de valores y un modelo de respuestas. La direccionalidad de todo el sistema y una gran parte de su fuerza, dependen de la efectividad con que aquél purifica sus objetivos y evita las otras alternativas.
Para el hombre o la mujer homosexual, las actitudes y movimientos masculinos o femeninos, algunos rasgos corporales particulares, e incluso cosas como un timbre particular de voz, comienzan a integrarse con frecuencia en su imagen de lo que es erótico. En éste sentido, son muchos los elementos relacionados con el sexo, tanto por el número de atributos como por el significado que se les concede. Pero junto con este refinamiento, también suele ampliarse la aversión por los elementos no elegidos, de forma que cada vez son menos los compañeros que pueden calificarse de deseables. En consecuencia, las adversiones en la sexualidad llegan a incluir no sólo los rasgos "contradictorios" del sexo opuesto, sino muchos rasgos que se  consideran indeseables en el propio sexo, lo excesivamente grueso o delgado, lo demasiado viejo o joven, lo demasiado agresivo o tímido , de forma que muchas mujeres y muchos varones quedan fuera de juego.
El esfuerzo persistente por atribuir la homosexualidad exclusiva a diversos miedos y fijaciones está tan lejos de la verdad como decir que los heterosexuales exclusivos lo son así porque tienen miedo a las personas de su propio sexo. El homosexual, como todos los demás, consigue generalmente desarrollar sus propios valores hasta el punto en que se encuentra razonablemente satisfecho con ellos; lo que desea importar son las cualidades diferentes que han hecho atractivo al otro. La idea que el homosexual está buscando algún reflejo "narcisista" de sí mismo es tan mítica como el mismo Narciso. La homosexualidad, en todas sus variaciones, significa siempre que los atributos del mismo sexo se han erotizado, han tomado un significado erótico. En todo lo esencial, las recompensas buscadas en la complementación del homosexual y en la del heterosexual son idénticas: la posesión simbólica de los atributos de un compañero, que al ser añadidas, a las propias cumplen la ilusión de completud.
Técnicas sexuales:
Con frecuencia, la actitud de una persona hacia una actividad sexual particular y su libertad para utilizarla dependen del contexto. Muchas personas se sienten libres para utilizar técnicas en sus contactos homosexuales que no se atreverían a poner en práctica con miembros del sexo opuesto, y viceversa. Por ejemplo: un hombre puede reprimir cualquier muestra de afecto en sus contactos homosexuales, porque el afecto entre los varones le resulta embarazoso o porque se vería a sí mismo más implicado en la homosexualidad de lo que podría admitir. Pero hay que tener también en cuenta que los tabús y las restricciones personalmente mantenidas no siempre inhiben el sexo, sino que de hecho pueden intensificarlo en gran manera. El mismo tabú que consigue limitar la actividad de muchas personas, actúa como una incitación especial para muchas otras. Es importante recordar que la transgresión de las barreras es en sí misma un elemento en la promoción de la estimulación sexual. Si existe una condición que acompañe al sexo en todas  sus formas, es la de que siempre está presente una cierta resistencia. En toda la biología, el interés sexual es estimulado por la tensión y las barreras que ha de superar, barreras que pueden tomar la forma de la desgana del compañero,  el dolor que ambos han de sostener, de una interferencia exterior, la  fácil accesibilidad, o de una combinación de todas ellas.

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