domingo, 2 de septiembre de 2018

El Dios que nos revelan las mujeres-JUDIT, resistencia popular


Al leer el libro de Judit, nos encontramos con un relato interesante y muy bien construido. Se trata de una narración que tiene "alientos épicos", es una historia que quiere fundamentalmente hablarnos de la resistencia de un pueblo ante los atropellos del opresor. Judit -otra vez una mujer- encabeza, anima y lleva adelante esta resistencia. Su escritura está hoy en día bastante ubicada: al interior del proceso de helenización que vive el mundo antiguo el reinado de Antíoco IV Epifanes (175-164 a.C.) supuso para el mundo hebreo un auténtico desastre moral. Este rey (representado en el texto como Nabucodonosor) rompe la tradición, según la cual Alejandro Magno y sus sucesores respetarían la cultura y la religión israelita permitiendo a los judíos vivir -bajo su dominio económico y político- con sus costumbres propias y su religión. Antíoco IV decide imponer a Jerusalén costumbres y dioses extranjeros y esa imposición se va a realizar por medios represivos y violentos; el pueblo se encuentra desanimado y sin muchas posibilidades de oponer resistencia.

 La historia de Judit, se inscribe en este contexto: se trata de motivar, alentar y sostener la resistencia. El libro actúa como una fuerza moral que plantea a los judíos (oponerse y resistir es posible).

 El texto es claro en cuanto al protagonismo definitivo de una mujer. El ejército invasor es tan poderoso que Nabucodonosor se considera a sí mismo por encima de cualquier dios. El ejército avanza y rodea al pueblo impidiéndole cualquier posibilidad de acción. Los jefes de Israel intentan resistir, "hasta que un buen día todos, jóvenes, mujeres y niños se amotinaron contra Ozías y los jefes de la ciudad... Que Dios sea nuestro juez; porque nos han causado un prejuicio grave al no quiere negociar la paz con los asirios. Ahora ya no hay quien nos ayude. Dios nos ha vendido a los asirios para que sucumbamos ante ellos... Llámenlos y entreguen la ciudad entera al pillaje de todo el ejército de Holofernes. Nos tiene más cuenta que nos saqueen, seremos sus esclavos, pero salvaremos la vida y no veremos con nuestros ojos morir a nuestros niños ni expirar a nuestras mujeres y nuestros hijos" (Judit 7, 23ss).

 La situación ha llegado a los límites, ya no hay voluntad para luchar: todo se considera perdido. Es entonces cuando Judit entra en acción, liderando la resistencia. Judit: mujer viuda, sola, sin hombres... actúa con una independencia y autoridad extraordinaria: no va donde los jefes del pueblo, los llama a su casa para exponerles su plan. Si bien es cierto, que les pide autorización, es ella quien decide la estrategia y los pasos a seguir con absoluta libertad: "el Señor socorrerá a Israel por mi medio. Pero no intenten averiguar lo que voy a hacer, porque no se lo diré hasta que lo cumpla".

 De la misma manera que Ester, Judit tiene plena conciencia del riesgo de su acción e invoca el auxilio del Señor, en una oración muy bella que abarca todo el capítulo 9. ¿Cuáles son las características del Dios al que invoca esta mujer? 

En primer lugar, se ubica en la tradición, una tradición remota y antigua, el Dios de los antepasados. Pero no invoca -como comúnmente se hace- al Dios de Abraham; evoca la memoria del "Dios de Simeón", al que caracteriza como vengador de Dina... Es decir: evoca la memoria femenina.

 En segundo lugar invoca el poder de Dios: Dios poderoso, creador, Dios que concede victorias y derrotas. Le pide que acabe con la fuerza del ejército enemigo y le conceda a ella - una mujer- el triunfo. Nos encontramos otra vez con Dios guerrero del Éxodo y de Débora. 

Judit muestra una conciencia muy clara de su propio actuar. Es ese actuar de mujer lo que le pide a Dios que valide: "ayuda a esta viuda a realizar la hazaña que ha pensado... por mi lengua seductora hiere a esclavos con amos... quebranta su arrogancia a manos de una mujer". Esta insistencia de oponer la fuerza desmedida, con el triunfo de una mujer, nos recuerda a Débora. 

En cuarto lugar, recupera también la memoria de Ana: "eres Dios de los humildes, socorredor de los pequeños, protector de los débiles, defensor de los desanimados, salvador de los desesperados".

 Es interesante anotar que se inscribe en el paradigma inaugurado por Ana, pero lo complementa, situando la acción de Dios más allá de lo material: en el espíritu. Se encuentra ante una situación de derrota moral en el pueblo, por ello descubre un Dios que "anima a los desanimados" (desvalidos, traduce la Biblia de Jerusalén). 

Finalmente invoca al Dios de las Tribus de Israel, como el único Dios, instándolo a que actúe de manera que el pueblo lo experimente. 

Judit realiza su acción liberadora. En la noche, en el campamento enemigo, mata a Holofernes. En esta acción se presenta muy clara la oposición actuante en el postexilio: Templo vs. Casa. 

Esta oposición, juega en el texto: Los ancianos, los jefes y sacerdotes no pueden hacer nada, ni devolver al pueblo su fuerza... Judit, una mujer, en una acción que planifica desde su casa, en colaboración con su criada -otra mujer-, y con armas "femeninas": su seducción y su belleza realiza esa misión y sale triunfante.

 En el capítulo 16, final del libro, Judit vuelve a tomar la palabra para exaltar la memoria de Yahvé y para animar al pueblo. Como Miriam en el desierto, anima una danza festiva con panderos y platillos. Algo significativo es que invoca se refiere a Dios en estos términos: "El Señor es un Dios que pone fin a la guerra..." Esto, después de que al iniciar su batalla lo ha invocado como guerrero... nos presenta una visión diferente: La guerra, únicamente como un camino hacia el restablecimiento de los equilibrios, hacia la paz. Insiste en el hecho de que la acción se realizó por manos de una mujer; un buen trecho del canto de acción de gracias, Judit pone en relación el contraste: Débiles / Fuertes . . . 

 Este canto final, se convierte en una proclama hacia adelante: El pueblo tiene que reorganizarse y seguirse construyendo... y aquí nos encontramos con la recuperación de una cierta corriente profética:

 "Poco valen los sacrificios de olor agradable,
 y nada la grasa de los holocaustos...
 ¡Ay de los pueblos que atacan a mi raza! 
El Señor omnipotente se vengará de ellos
 el día de la sentencia..."

 El libro termina dando testimonio en el sentido de que la memoria de Judit, se mantuvo muy alta y valorada en el pueblo.

Con esta protagonista nos encontramos ante un personaje maduro y acabado. Judit tiene conciencia clara de su ser de mujer: actúa desde él, plantea su relación con Dios y con el pueblo desde su situación femenina, evoca -con sus palabras- a varias mujeres del Antiguo Testamento. Igualmente ella se ubica intencionalmente del lado de los débiles y los humildes, garantizando que tienen para ellos la protección de Dios.

 Vivencias y experiencias en común

 Dijimos al iniciar que uno de los puntos de partida de este trabajo, era el punto de vista femenino, al finalizarlo, queremos insistir en que, desde nuestra perspectiva: 

"Sólo es posible apropiarse de la Biblia como fuente de paradigmas liberadores, si se puede comprobar que hay una correlación entre el principio feminista crítico y el principio crítico por el que el pensamiento bíblico se critica a sí mismo y renueva su visión como autentica palabra de Dios, frente a todas las deformaciones corruptas y pecaminosas. A mi entender es cierto que existe una correlación de este tipo entre los principios críticos feminista y bíblico. Este principio crítico bíblico es el de la tradición profético-mesiánica. Con la expresión (tradición profético-mesianica) no me estoy refiriendo simplemente a un corpus particular de textos (que se podría interpretar como un canon dentro del canon), sino a una perspectiva y procesos críticos por los que la tradición bíblica valora constantemente, en contextos nuevos, lo que es realmente la palabra liberadora de Dios, tanto frente a las deformaciones pecaminosas de la sociedad contemporánea como frente a las limitaciones de las tradiciones bíblicas del pasado, que solo vieron y comprendieron de un modo parcial y cuya parcialidad pudo pasar a ser fuente de injusticia e idolatría" .

 Este paradigma está en los presupuestos de nuestro trabajo. Mi mirada se ha detenido en las mujeres, buscando en ellas una revelación que puede haber sido ocultada por siglos de lectura androcéntrica. Buscando entonces una cierta "revelación genérica" me pregunto qué de común encontramos en la experiencia de Dios de las seis protagonistas escogidas. 

Hay un primer hecho que me parece que salta a la vista y quiero recoger: Dios habla muchas veces en la Biblia. Habla directamente, al menos el hombre escucha y recoge sus palabras. Esas palabras son transmitidas al lector de la Biblia, como dichas por Dios, o como susurradas al oído, o como inspiradas para ser transmitidas... Otras veces Dios habla con su acción.

 En el caso de las mujeres, Dios no habla en alta voz. Dios habla en el silencio, al corazón de las mujeres o bien habla con su accionar, que sanciona una petición o un deseo. Creo que un aspecto de la revelación femenina, pasa por ahí:

 "Los místicos y los poetas saben que el silencio es nuestra morada original.

 El Tao Te Ching dice que las "diez mil cosas", aquellas que componen el mundo de nuestras rutinas diarias, son hijas de las palabras. Pero lo inefable, lo que no se puede decir, "es el comienzo de cielos y tierra". Antes de la palabra, el vacíos..."No me importa la palabra vulgar" dice Adelia Prado: "Lo que quiero es el espléndido caos en el que ella emerge, los sitios oscuros en los que ella nace".

 Hablamos palabras a fin de no oír la palabra que brota del silencio. Dice Octavio Paz: "Un Silencio es como un lago, una superficie lisa y compacta. Adentro, sumergidas, aguardan las palabras". Hay una palabra que sólo puede ser oída cuando todas las demás permanecen mudas, una palabra escatológica que se hace oír en el fin del mundo . . . 

"El sicoanálisis nació con el descubrimiento de que las palabras están llenas de silencio. Aquellos que sólo entienden lo que se habla o lo que se escribe, no entienden nada: la letra mata". 

 Ana, Rut, Nohemí, Ester... nos muestran cómo su comunicación con Dios se da en el susurro, en el silencio. Allí en lo profundo de su corazón, Dios se les muestra, les habla, les revela sus caminos y su voluntad.

 Se trata de algo que va mucho más allá de una interpretación bastante común y facilista: Dios transmite su palabra a hombres, no a mujeres... La mujer aparece en estos textos, como una guía que nos conduce a través de una comunicación diferente, alternativa con el Dios bíblico: ese Dios que habla en el trueno y en el mar, en la creación y en la muerte, en la guerra y en el templo, en las tablas de la ley y en el maná... Ese Dios que habla al corazón de quien le invoca y quien le escucha, ese Dios que se expresa en el silencio ante quien sabe oírlo. Sólo una determinada sensibilidad, acondicionada por situaciones muy concretas: el sentirse y saberse al margen, por ejemplo, está en capacidad de escuchar la voz del silencio. 

Y esta escucha, se convierte para nosotros hoy -en medio de ciudades ruidosas, televisiones que no callan, mensajes por internet- en una invitación y un reto: El Dios que nos revelan las mujeres se manifiesta en el silencio. Por tanto es necesario hace silencio para encontrarlo y oírlo. 

Otro segundo aspecto, para mí bastante obvio, es que, de Débora a Judit, en la Memoria que construyen las mujeres, Yahvé se va manifestando cada vez más claramente, como el Dios que escoge, ama, protege y bendice especialmente, a los pequeños, a los débiles, a los marginados, a los pobres... a los desamparados y desanimados.

 La oración femenina que hemos examinado (es sólo una pequeña parte de la que hay en la Biblia), nos muestra a un Dios que no sólo actúa por medio de la debilidad, sino a un Dios que protege y bendice especialmente a aquellos que social, económica y religiosamente son situados en el margen, menospreciados, condenados... a aquellos a quienes el conjunto social desprecia. 

En este sentido descubrimos un Dios creador que se parcializa por su criatura cuando esta es más débil, descubrimos un "Dios de Abraham" (alianza, Dios familiar, Dios de Moisés...) que en el conjunto de su pueblo escoge a la porción que ha sido excluida por otros. Esta revelación se convierte hoy, para las mujeres y para el pobre, en fuerza liberadora y por otro lado, esta revelación, nos ayuda a mirar cómo y dónde, se sitúa Jesús en relación a la tradición religiosa recibida del Antiguo Testamento.

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