Soy Favio Anselmo Lucero. Autor de dos libros: Equipaje Ancestral y La Flor Invertida . En este sitio publico temas relacionados a la teología de la liberación Queer. Sabiendo que la teología cristiana, está manipulada por líderes con poder y privilegios, hetero-patriarcales y misóginos, que se debe desenmascarar para incluir la realidad de opresión a las personas LGBTQ+. Tiendo este puente hacia un encuentro humanizador. Difundiendo textos formativos de eruditos y propios.
sábado, 1 de septiembre de 2018
El Dios que nos revelan las mujeres-DEBORA: Jueza y Profetisa
Débora es quizás la primera mujer con más "cuerpo" y autonomía con que nos encontramos en el recorrido bíblico. Indiscutiblemente antes que ella unas cuantas mujeres toman iniciativas sociales, familiares y religiosas (las hijas de Lot, Sara, Rebeca, las parteras...); pero con la actuación y la palabra de Débora nos hallamos ante un cuadro de conjunto que permite una mirada más detenida.
El episodio de esta protagonista lo registra el libro de los Jueces (capítulos 4 y 5). En su conjunto este texto nos habla de un período muy preciso en la historia del pueblo hebreo: el asentamiento pre-monárquico de las tribus en Canaán, época en que el pueblo aún disperso y sin instituciones fuertes es gobernado por caudillos y "jueces" de delegación popular, la mayoría de las veces carismáticos. Es difícil precisar una fecha más estrecha para la actuación de Débora, pero nos movemos en el siglo XII a. C., si acaso muy al comienzo del XI.
Los relatos que constituyen el libro de los Jueces se componen y transmiten en forma de cantares de gesta que exaltan la memoria de los héroes populares que culminan y mantienen la victoria sobre los reyes cananeos. Su redacción como parte de la Historia Deuteronomista es posterior; pero hay acuerdo entre los estudiosos sobre la relativa "pureza" con que se conservó el canto de Débora cuyas características nos sitúan ante un poema muy antiguo. (De manera muy general, se considera el canto de Débora, uno de los textos más antiguos de la Biblia).
Al enfrentarnos a la memoria de Débora, surgen ante el lector crítico unas cuantas preguntas: ¿Fue Débora la única mujer que asumió una voz profética y un rol de dirigencia en esta época? ¿Hubo otras? ¿Qué ocurrió entonces con su memoria? Surge también una certeza: en condiciones que no siempre fueron buenas para las mujeres, hubo un grupo, un sector del pueblo (¿principalmente mujeres?) que se ocupó de conservar y transmitir el cantar que recoge a nuestra protagonista. A este grupo le pareció importante y significativo conservar la memoria de una mujer jueza en los inicios del pueblo de Israel.
Cuando nos enfrentamos con el texto, lo primero que salta a la vista es que Débora es una mujer líder, con funciones muy claras en el mundo en el que se mueve. Se nos habla de ella como mujer de Lapidot, pero no se dice nada respecto a su maternidad, en una época en que la maternidad femenina (hijos para la guerra) era de vital importancia. Débora actúa como gobernante (era ésta la función del juez) y como profeta con una gran autoridad.
Ella vive su situación con conciencia de mujer sí, pero con mucha naturalidad, lo que nos permite pensar que si bien su situación no era quizás la más corriente, sí era aceptada normalmente en Israel: "Sob qualquer ponto de vista, entâo, a criatividade e o trabalho femeninos foram altamente cotados no antigo Israel. O valor da mulher nâo estava apenas em sua exploraçâo biológica, mas antes ela tomava plenamente parte, junto com todos os outros elementos, na sociedade, para a consecuçâo dos objetivos do povo israelita... Os preceitos do Decálogo e Código da Aliança se consagram zelosamente ao combate contra a exploraçâo de todos os grupos humanos e até dos animais. E o que demonstra o V Mandamento. Deve-se honrar tanto ao pai como à mãe, pois é de ambos que depende a existência de Israel".
De la acción de Débora hay dos presentaciones: La primera corre a cuenta de un narrador, que la enfoca en el conjunto del pueblo; la segunda corre a cuenta de ella misma que la recoge en un canto.
Miremos en detalle a Dios, protagonista principal de esta acción y de esta narración:
El Dios que se nos presenta en el capítulo 4, es un Dios que castiga la infidelidad de su pueblo, entregándolo (el término hebreo empleado es vendiéndolos) al poder de sus enemigos, los reyes cananeos. Esta convicción de que los hebreos son vendidos por Dios a Yabín, nos deja ver definitivamente un Dios duro, un Dios que se revela como implacable ante la infidelidad. En este ambiente despliega Débora su autoridad, mandando a llamar a Barac. Cuando lo tiene delante, habla en nombre de Dios: "El Señor Dios de Israel". Ella no tiene duda alguna: conoce y explicita la voluntad de ese Dios. Este conocimiento ¿supone un dialogo directo como el de Abraham o Moisés? ¿Supone un discernimiento sobre el momento histórico? ¿Supone una visión? No lo sabemos, porque el texto lo calla, pero es claro que Débora tiene una certeza: ella conoce la voluntad de Dios y encomienda a Barac enfrentar a Sísara, del ejército de Yabín. El texto implica además otra certeza: el pueblo acepta sin dudar que Débora habla en nombre de Yahvé.
Barac muestra miedo y ella lo incita: "te acompañaré, pero el Señor dará la victoria a una mujer"; Débora actúa conscientemente en cuanto tal. La narración prosigue: en los versículos 10 al 14, especialmente en este último, Débora confirma su saber sobre el actuar de Dios: Dios les dará la victoria.
La experiencia de Dios que tiene Débora es la de un Dios guerrero, el mismo Dios del éxodo, que toma partido por su pueblo y que en cumplimiento de su alianza "genera" y bendice actos de guerra, sean cuales fueren ellos.
Débora experimenta a Dios luchando, guerreando: Vamos, que hoy mismo pone el Señor a Sísara en tus manos. ¡El Señor marcha delante de ti! (Es el mismo Dios guerrero que alaba Moisés en su canto).
Cuando la victoria les ha sido dada, Débora entona su canto, en el cual además de agradecer la victoria a Yahvé reconstruye desde su propia mirada su historia. Es importante señalar la originalidad de este recurso: el narrador cede la palabra a la protagonista quien canta su propia acción, da la gloria a Yahvé, pero ensalza su participación... técnica narrativa interesante que nos remite otra vez a la cuestión de la memoria: Débora manifiesta una conciencia sobre la necesidad de elaborar y mantener el recuerdo de una historia.
El primer sentido del canto es la alabanza, el agradecimiento: "Voy a cantar, a cantar al Señor, y a tocar para el Señor Dios de Israel"(*). Débora se sitúa en la tradición más clásica: el Dios a quien canta, con el que se relaciona, es el Dios revelado a Moisés, su antepasado: Yahvé. A partir del versículo 4, Débora hace memoria: esa memoria son las batallas y los triunfos guerreros del Señor, el Dios del Sinaí, es decir el legislador de Israel.
Una vez invocado ese recuerdo más antiguo, Débora relee su propia historia, asignándole un sentido: no había caminos, no había alternativa para los campesinos en Israel, sólo había desorden, hasta que ella misma (Débora) se pone en pie. En este contexto de liberación, Débora se entiende como madre de Israel. La maternidad en el Antiguo Israel, no sólo era la fuente de la vida, sino la posibilidad de subsistir como pueblo y formarse como nación . Al atribuirse a sí misma esa maternidad colectiva Débora está ubicando su acción como portadora de vida y de futuro para el pueblo, como constructora de historia.
El canto continúa, con un poco de desorden: salta hacia adelante y hacia atrás, invoca nombres de antepasados mezclándolos con los nombres de capitanes vencedores recientes. En el versículo 11 del capítulo 5, se identifica la victoria de Yahvé con la victoria de los campesinos de Israel (acordémonos que están enfrentados con las "Ciudades-Estado" que oprimen a los campesinos). Débora se convoca a sí misma unas cuantas veces, se invita a cantar a Yahvé. Más adelante (versículo 24) reivindica la acción de Yael, en cuanto acción de una mujer.
Su canto termina con estas palabras: "Perezcan así, Señor, tus enemigos! Tus amigos sean fuertes como el sol al salir!". El Dios al que invoca es un Dios poderoso que puede destruir y dar la vida, que puede hacer perder la batalla y ganar la guerra. Un Dios que bendice a sus aliados y destruye a sus enemigos.
Hemos visto algunas características del Dios experimentado y revelado por Débora: El Dios de Israel, que se parcializa por su pueblo y le da la victoria o el castigo, según sea su comportamiento. El Dios de los antepasados, el de la liberación: un Dios guerrero y poderoso que abate al enemigo y que no disculpa la cobardía o el miedo. Un Dios alegre ante el cual se canta y se danza. Un Dios que invita a sus hombres a la guerra y que sostiene la acción de las mujeres valientes que luchan por el pueblo. Un Dios en el que se puede confiar plenamente y sin ningún temor, porque está decididamente al lado de los suyos.
Si tenemos que preguntarnos por la especificidad femenina de la experiencia religiosa de esta mujer en el Israel primitivo, nos encontramos -a mi juicio- con bastantes limitaciones; creo que en este sentido podemos detectar claramente una ambigüedad.
Ya vimos, que al entonar su canto y relatar desde ella misma la historia, Débora inicia una memoria femenina, una memoria de las hazañas de las mujeres. Esto es definitivamente importante desde el punto de vista femenino.
Débora no es ni mucho menos inconsciente en lo que tiene que ver con su género: le deja en claro a Barac que si ella lo acompaña, la victoria no será de él, sino de una mujer; exalta además la acción de Jael, como una acción también femenina. En este sentido para ella no ofrece ninguna duda el que Dios actúa igualmente por mano de hombre o por mano de mujer: este punto de partida es fundamental. En Débora no hay reivindicación, sino conciencia nítida de que la manifestación de Dios es así. Esta conciencia está dejando ver un mundo en el que las desigualdades aún no se han institucionalizado radicalmente, generando una brecha entre la situación religiosa de las mujeres y la de los varones.
Por otro lado es cierto que Débora es jueza y profetisa de un mundo estrictamente patriarcal y guerrero. En este sentido su experiencia religiosa no se va a diferenciar de la de los hombres de Israel: Dios es poderoso y guerrero, ofrece la vida a sus amigos y la muerte a sus enemigos. Débora tiene interiorizada la lógica de la guerra, al mismo tiempo que tiene claridad sobre la parcialidad de Dios por los campesinos de Israel, frente a los reyes cananeos. Por lo demás no es pensable otra cosa: Israel se está configurando como pueblo, su subsistencia depende de su capacidad guerrera entre otras cosas... y hombres y mujeres trabajan al unísono por la causa nacional.
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