miércoles, 5 de septiembre de 2018

MASCULINIDAD FEMENINA- HACER LA MASCULINIDAD - JUDITH HALBERSTAM-3


HACER LA MASCULINIDAD 

En el capitulo 1 he trazado una panoramica mas bien general del impacto potencial que una teoria de la masculinidad femenina podria tener en la forma convencional de entender la masculinidad, la virilidad y, hablando en un sentido mas amplio, la clasificacion de la conducta marcada por el genera. En cierto sentido, estoy sugiriendo que la propia existencia de mujeres masculinas nos lleva a reconsiderar nuestros presupuestos mas basicos sobre las funciones, las formas y las representaciones de la masculinidad, y nos hace preguntarnos por que el vinculo entre los hombres y la masculinidad ha permanecido relativamente segura a pesar de los continuos ataques a la naturalidad del genero por parte de feministas, gays, lesbianas y generos queers. Existe una opinion bastante extendida sabre la masculinidad femenina que afirma que la aparicion de la mujer viril es un fenomeno relativamente reciente y que esta es un producto de las ideologias feministas. Otra opinion la interpreta como el signa de una relajacion en la rigidez del genera y como la precursora de una mayor apertura para la identificacion del genera. Pocas interpretaciones populares sabre la masculinidad femenina conciben a la mujer masculina como alguien que estaba ya en la historia, como un personaje que ha desafiado los sistemas de genera durante al menos dos siglos. Como han señalado repetidas veces los historiadores queer, una limitacion muy comun en los modelos de las funciones sexuales y de genera elaborados por gays, lesbianas y feministas es su tendencia a ser a historicos. Se ha comprobado que es muy dificil teorizar la desviacion sexual y de genera de manera historica, y a menudo este campo se divide entre investigaciones historicas no teoricas y modelos teoricos a historicos. Los debates sabre la historia de la sexualidad y la historia de la desviacion de genero a menudo han recibido esta division, convirtiendo las modalidades sexuales historicas en algo universal o en algo completamente ligado a su momenta historico. El desafio para una nueva historia queer ha sido, y sigue siendo, elaborar metodologias que sean sensibles al cambia historico y que, a la vez, esten influidas por las problematicas teoricas actuales. Por ello, en este capitulo aporto dos ejemplos de masculinidad femenina del siglo XIX y los utilizo para mostrar que las mujeres masculinas han desempeñado un papel importante en la construccion de la masculinidad moderna. Si los modelos de la masculinidad que utilizamos hoy en dia para vincular la masculinidad a los hombres ya dependian de una produccion previa de la masculinidad elaborada tanto por mujeres como por hombres, entonces debemos dar cuenta de como esta masculinidad femenina ha sido omitida y excluida deliberadamente de las teorias contemporaneas de la masculinidad. Ademas, en relacion con estas masculinidades femeninas del pasado, la suposicion de que simplemente representan tempranas formas de lesbianismo les priva de su especificidad historica y anula las multiples diferencias que habia entre las modalidades de deseo por el mismo sexo en el pasado. Esta suposicion coloca claramente a la masculinidad femenina en modelos de desviacion sexual, en vez de tener en cuenta el sentido que tenia la masculinidad femenina del pasado en el contexto de la historia de las definiciones de genera y de las relaciones de genera. Al hacer una equivalencia entre masculinidad femenina y lesbianismo, o, dicho de otro modo, al interpretarla como una especie de proto-lesbianismo esperando una comunidad por venir, continuamos manteniendo la masculinidad femenina separada de la produccion de la propia masculinidad moderna. Este libra gira en torno a dos propuestas que son muy simples, pera que creo que aun no han sido analizadas en profundidad en los estudios academicos sabre la masculinidad (o del genera, en su caso) . La primera tesis es que las mujeres han hecho su propia y unica contribucion a lo que llamamos masculinidad moderna y que estas aportaciones suelen ser completamente ignoradas en los estudios de genera. La segunda tesis es que lo que reconocemos como masculinidad femenina es, en realidad, una multiplicidad de masculinidades, es mas, una proliferacion de masculinidades, y cuanto mas identificamos las variadas formas de masculinidad femenina, mas se multiplican. No soy tan ingenua como para creer que este libra lograra catalogar definitivamente la totalidad de las masculinidades femeninas, pera si ofrece modelos, taxonomias y clasificaciones que pueden ser aprobados o rechazados en el futuro. Soy muy consciente del dato historico que han provocado las taxonomias en la historia de la sexualidad, pera creo que el principal problema de taxonomizar fue, en primer lugar, que lo hicieran los sexologos y, en segundo lugar, que no hemos continuado produciendo taxonomias mas adecuadas 0 coloristas 0 elaboradas 0 imaginativas 0 brillantes, «taxonomias inmediatas», como las califica elocuentemente Eve K. Sedgwick George Chauncey tambien ha sugerido que, en vez de muchos, quiza tenemos mas bien pocos modelos de comportamientos sexuales. En 1919, en un ensayo sobre un grupo de hombres sexualmente activos, pertenecientes a la Newport Naval Training Station, Chauncey muestra que las relaciones homosexuales se daban de diferentes maneras en este grupo social y que «de hecho, los mismos terminos de 'conducta homosexual' e 'identidad', por su tendencia a mezclar fenomenos que otras culturas pueden haber considerado de forma separada, no parecen ser lo suficientemente precisos para definir la variedad de formas sociales de sexualidad que queremos analizar. El trabajo de Chauncey sostiene que las definiciones medicas de la conducta sexual que aparecieron a comienzos del siglo xx intentaban establecer un orden en lo que a menudo era para los investigadores medicos, una variedad desconcertante de actividades sexuales que se daban en las subculturas sexuales En las subculturas sexuales existian taxonomias y modelos de conducta sexual mucho mas elaborados de lo que los investigadores nunca hubieran sido capaces de imaginar. Al igual que Chauncey, Lissa Duggan tambien minimiza la importancia del estamento medico a la hora de introducir identidades sexuales en la cultura, en un sentido amplio. Como Duggan muestra en su ensayo sobre la «carnicera safica>> Alice Mitchell, de principios del siglo XX, vemos la emergencia de «subjetividades deseantes modernas» a partir de diferentes discursos entremezclados de historias personales, conciencia colectiva y conocimiento medico. Duggan nos hace ver las estructuras narrativas que operan en la nocion de «identidad>> y se plantea una pregunta pertinente: Fueron los agresivos sexologos quienes construyeron a la lesbiana hombruna o fue ella, de alglin modo deliberadamente, quien se construy6 a si misma? Para abordar esta cuestion en serio, puede haber llegado el momento de volver a algunos de los casos sexologicos presentados por Havelock Ellis y otros, como hago en mi proximo capitulo, y volver a introducir en estos casos algo de la complejidad que se habia perdido, debido a la rigidez de las definiciones binarias generadas por los sexologos. Ellis, por ejemplo, entrevista un amplio abanico de mujeres y acabo creando simplemente un modelo de inversion que las dividia en invertidas masculinas y femeninas. No seria posible leer estos casos y crear una taxonomia mas convincente? En el capitulo siguiente diversifico esos mismos casos y los coloco sobre un telon de fondo que recoge las ricas y variadas comunidades de invertidas de la Inglaterra de comienzos del siglo xx, las cuales desarrollaron sus propias identidades, sus categorias sexuales, su propia percepcion y sus esteticas de genero. En este capitulo, sin embargo, limito mi analisis a los pocos ejemplos de deseo entre mujeres en el siglo XIX de que tenemos constancia, e intento mostrar lo que esta en juego en las lecturas contemporaneas de estos ejemplos y lo que podriamos ganar si pensamos en terminos de tommie P, tribadas, maridos mujer, cicatrices e invertidas, en vez de solo «lesbianas». Aunque este libro no pretende ser de ningun modo una  completa de la masculinidad femenina, este capitulo presenta algunas reflexiones sobre masculinidades femeninas localizadas historicamente, porque el sentido y el significado de muchas formas de masculinidad femenina contemporanea parecen estar unidos de forma compleja a representaciones del pasado. En realidad, no creo que podamos entender el sentido de las masculinidades angloamericanas contemporaneas (de los hombres y de las mujeres) sin considerar la historia de la produccion de la moderna masculinidad desde comienzos del siglo XIX hasta al menos la decada de 1920. En otras palabras, las decisivas negociaciones sobre el genero que tuvieron lugar alrededor de esta epoca, entre el XIX y el XX (que fueron producidas por desarrollos anteriores), produjeron formas particulares de feminidad y de masculinidad, las cuales mostraron claramente que la feminidad no estaba unida a las mujeres y que la masculinidad no estaba tampoco vinculada a los hombres. La transicion de los matrimonios para procrear a los matrimonios romanticos, el desarrollo del movimiento de los derechos de las mujeres, los juicios a Oscar Wilde, las revueltas sociales causadas por la Primera Guerra Mundial y el desarrollo de modelos sexologicos de definicion sexual desempeñaron un papel clave para desatar por fin los nudos que ligaban el genero al sexo y a la sexualidad de forma misteriosa y organica. Lo que queda por demostrar es como las mujeres han contribuido de forma decisiva e irreversible a los terminos constitutivos de la masculinidad contemporanea, y como los hombres han participado de forma clave en la fundacion de la feminidad contemporanea. Muchas historias contemporaneas de la masculinidad se limitan a trazar las lineas de continuidad y de oposicion entre los conceptos de virilidad y creacion de la nacion, o entre masculinidad y clase, o incluso entre sociabilidad del hombre y sexualidad. Pero ninguno parece animarse a investigar en que medida la mujer masculina ha podido contribuir al desarrollo de estos modelos de masculinidad. Por poner solo un ejemplo, en The Image of Man: The Creation of Modern Masculini!J, George L. Mosse define la masculinidad, en su primera frase, como «la forma en que los hombres afirman lo que creen que es su virilidad Mosse sf menciona brevemente el efecto que la masculinidad de la «nueva mujer>> tiene en los ideales de la virilidad, pero solo para afirmar que «las mujeres que abandonaron los roles tradicionales ... percibian a los hombres como enemigos, y oponerse a ellos aumentaba su imagen viril» (1 2). De esta forma, la masculinidad femenina se define de forma clara como algo separado de la categorfa general de masculinidad. Es mas, es definida como la antitesis de la masculinidad normal, de modo que la definicion de la masculinidad sigue estando articulada en terminos de la expresion de lo que hacen los hombres. Por supuesto, tiene mucho mas sentido explicar, como hago yo, que la forma que tuvo la cultura dominante de contener la amenaza que suponia la mujer masculina para la masculinidad hegemonica fue absorber la masculinidad femenina dentro de las estructuras dominantes. Esta explicacion entiende que la virilidad se construye, en parte, por medio de un rechazo radical de la masculinidad femenina y, en parte, por medio de una reconstruccion simultanea de la masculinidad de los hombres, que imita esa masculinidad femenina que dice haber rechazado. Otro estudio sobre la virilidad, Manliness and Civilization, de Gail Bederman, sf es consciente de la posibilidad de que tanto los hombres como las mujeres hayan participado en la construccion de la masculinidad moderna. Aunque estas consideraciones son valiosas, en la medida en que sientan las bases para futuros estudios sobre las masculinidades femeninas en el paso de los siglos XIX al XX, Bederman no aporta un examen sustancial del efecto que tuvo la masculinidad femenina en los ideales de la masculinidad de los hombres. En esta convincente historia social, Bederman define el genero como «un proceso ideologico, historico» atraves del cual los individuos pueden reclamar ciertos tipos de poder «basandose en sus particulates tipos de cuerpos» De acuerdo con esto, «la virilidad -o 'masculinidad', como se le llama hoy en dia- es un proceso dinamico continuo»  y a traves de este proceso los hombres pueden reclamar el acceso a la autoridad publica. Bederman muestra que los modelos de virilidad a finales del siglo XIX eran algo central en la consolidacion del poder de la clase media blanca y que el ideal de masculinidad de la clase media dependia de conceptos como el autocontrol y la independencia. Sin embargo, con la llegada del nuevo siglo, los ideales de virilidad de la clase media blanca fueron modificados radicalmente por los hombres de las clases trabajadoras, los hombres negros, los hombres inmigrantes, e incluso por las mujeres feministas. Estos desafios provenientes de todas partes llevaron a la clase media a un intento de «rehacer la virilidad»: «Comenzaros a formular nuevas ideologias sobre la virilidad, ideologias no sobre «ser un hombre» sino sobre la 'masculinidad'» . Aunque Bederman menciona el impacto que los modelos emergentes de homosexualidad masculina tuvieron en la virilidad de la clase media, no se centra en los posibles efectos de un discurso emergente sobre la inversion en las mujeres. Si bien parece muy probable que los nuevas modelos de masculinidad se opusieron a una «feminidad excesiva» en hombres y en mujeres, los nuevas modelos tambien rechazaron la masculinidad en las mujeres e intentaron vincular fuertemente la virilidad y la masculinidad con el cuerpo del hombre. El hecho de que aun hoy nos cueste mucho separar la masculinidad de los hombres sugiere que este intento de rehacer la virilidad como algo propio de -y limitado a- los cuerpos de los hombres fue uno de los aspectos mas exitosos de ese proceso. Como muestro en el siguiente capitulo, el asalto que hicieron las mujeres invertidas al santuario de la masculinidad de los hombres fue prolongado y tenaz.

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