domingo, 2 de septiembre de 2018

UN ABRAZO SORORO A LA MUJER QUE ABORTA Carmiña Navia Velasco 1


Quizás lo primero que tengo que hacer, antes de ningún planeamiento, es pedir perdón por tomarme la palabra frente a una situación en la que directamente, no tendría nada qué decir, ya que nunca me he visto en la dramática situación de tener que decidir frente a un embarazo no deseado o un aborto. Demasiadas gentes (especialmente varones), discuten y toman posiciones y decisiones ante una realidad que en sentido estricto no les pertenece, casi ni les incumbe, ya que no se comprometen con los hijos o hijas que han engendrado. Creo que la única palabra plenamente válida sobre el aborto o la interrupción del embarazo la tienen los millones de mujeres que en el mundo se ven constantemente abocadas a esta dramática situación.

Me acerco entonces a esta realidad, con temor y temblor… y con un profundo respeto por estas mujeres a las que no se les reconoce el derecho a la palabra, a la explicación, a la decisión. Mujeres a las que no se apoya en su drama, sino que se les condena responsabilizándolas de una realidad que es responsabilidad comunitaria y colectiva. Les pido permiso, para desde mi situación de privilegio, expresar mi más profunda solidaridad y sororidad con ellas.

Es indudable que cuando hablamos de aborto o de interrupción del embarazo, nos estamos colocando en las fronteras de la vida,  y en las fronteras, las cosas no son nunca claras y/o precisas. Por el contrario, nos movemos en la ambigüedad, en la ambivalencia, en el dolor, en el drama: “El aborto es violento, muy violento. Siempre es una opción traumática y nunca un camino de alegría. La mujer solo aborta si está obligada por las circunstancias”,  nos dice Ivone Gebara, en la entrevista que le valió una sanción del Vaticano .

No pretendo entonces decir una palabra que clarifique o tenga pretensiones de verdad, en esta inmensa selva,  que es el debate en torno al aborto o la interrupción del embarazo. Esa palabra no puede a mi juicio, ser dicha, porque cada caso es una circunstancia precisa y esa circunstancia hay que entenderla y, desde la perspectiva cristiana, acogerla con las entrañas de misericordia,  que tuvo siempre Jesús de Nazaret. Solo quiero arrojar algunas luces, sobre la gran ignorada y víctima de este debate: la mujer implicada en la decisión y en la práctica misma del aborto. Quiero manifestar algunos hechos o circunstancias que ayuden en la comprensión del drama vivido por las protagonistas de esos alarmantes 30 millones de casos de aborto que hay en el mundo cada año. Espero que mi palabra ayude a hacer conciencia y sea también una voz de esperanza para las mujeres pobres que viven en soledad sus historias, sus culpas, sus condenas.


EL ABORTO, PROBLEMA LIMINAL Y COMPLEJO

En el problema del aborto, como en todos los problemas límites de la vida, se concentran de manera especial las contradicciones, injusticias y exclusiones que azotan a nuestras sociedades en el mundo llamado occidental. Considero que nos hallamos frente a una realidad doblemente liminal: Primero porque una mujer se encuentra en el límite de decidir entre ella misma y la vida que ha engendrado en su interior y que sin duda ninguna, ama profundamente. Segundo porque la inmensa mayoría de las mujeres que abortan son pobres y son llevadas a ello, por sus circunstancias de exclusión, marginación y angustia.

Por qué digo que se trata de una situación liminar ?
“Qué significa liminalidad ? Podríamos describirla como la condición vital que caracteriza a quienes viven en los límites, a quienes traspasan las fronteras y se sitúan ante los umbrales” ,
la mujer abocada a abortar vive por unos días, en los umbrales de una decisión que la coloca exactamente entre la vida y la muerte… Vida y muerte de ella misma y de ese feto (germen de vida), albergado en su cuerpo.

Creo sinceramente que hablar sobre experiencias límites sin haberlas vivido, es muy complejo, como dice la teórica de la subalternatividad Gayatri Spivac, los subalternos no pueden hablar . Mi invitación entonces, es a un ejercicio de acercamiento a los sentimientos y a la voz de las mujeres que abortan y son condenadas por ello, en una sociedad farisaica e hipócrita como la colombiana y en la iglesia en general.

En esencia la definición del aborto es clara, pero la mirada que intenta comprenderlo es múltiple y compleja. Creo que hay a lo menos tres aspectos que es imprescindible tener en cuenta a la hora de un acercamiento serio a esta realidad: La mirada médica/bioética, la mirada socio/sicológica, la mirada que podríamos llamar moral. No creo que pueda añadir una nueva argumentación a la ya existente, es bastante extensa la bibliografía que se puede encontrar sobre el tema. Quiero destacar la aproximación de Angelo Papacchini , por considerarla muy objetiva y completa, quiero igualmente señalar que me impresiona el hecho de que la inmensa mayoría de esa bibliografía es masculina y que la voz y los sentimientos de la mujer no son apenas tenidos en cuenta.

Igualmente impactante resulta la desaparición del hombre en cualquier alusión a la responsabilidad frente al aborto. Asistiendo a estas discusiones o leyendo sobre el asunto, se tiene la impresión de que los fetos abortados han sido concebidos tal vez por generación espontánea, únicamente por mujeres. El hombre partícipe de la concepción, el marido, el compañero, el violador… no existen a la hora de asumir, decidir y/o condenar un aborto.

Quiero aportar algunas propuestas en un doble eje temático: El aspecto socio/sicológico del tema y el aporte dado desde mi perspectiva de creyente, un aspecto que más que teológico podríamos considerar pastoral.

En el aspecto social y sicológico, quiero insistir, que en el aborto como en todo drama, sólo puede implicarse quien lo vive o lo acompaña muy de cerca. El problema no es teórico o de principios, está claro que tenemos que partir en esta reflexión como en cualquier otra de un reconocimiento explícito de la defensa del derecho a la vida, por sobre cualquier otro derecho… Pero aquí surgen las  primeras preguntas:
Derecho a la vida de quién: del feto o de la mujer ?
Qué entendemos por vida: solo el desarrollo de un ser en el vientre materno durante nueve meses o el pleno desarrollo humano a lo largo de decenas de años ?
A la hora de pensar en responsabilidades y/o en culpas…  qué o quiénes llevan a una mujer a abortar: su propio gusto o irresponsabilidad, o las circunstancias de exclusión y desamparo en que se encuentra  ?
(Recuerdo como pertinentes al caso las REDONDILLAS de Sor Juana Inés de la Cruz:
O quién es más de culpar
Aunque cualquiera mal haga
La que peca por la paga
O el que paga por pecar ?).
Como dice Ivone Gebara, vivimos en una sociedad abortiva.

Me parece que la complejidad del problema está muy bien recogida en el estudio, mencionado, de Papacchini. En él se muestra  cómo el situarse frente a un aborto, es situarse siempre ante un dilema en el que hay que escoger, no porque algún principio sea renunciable,  sino porque la vida transcurre por posibilidades concretas, no por principios:
“La dramaticidad del asunto se acentúa ante la ausencia de alternativas: Está de por medio un derecho a la vida que no parecería admitir la posibilidad de una suspensión temporal o de un reconocimiento parcial de un núcleo básico, por encima de una zona periférica eventualmente renunciable en caso de conflictos con otros derechos. En este sentido el aborto podría ser asumido como un posible dilema moral en el que las condiciones específicas hacen que se impongan al mismo tiempo dos obligaciones exactamente incompatibles, o como un caso trágico, en el sentido en el que Hegel entendía la tragedia” .
No creo pues que ante el aborto se puedan hacer afirmaciones a la ligera,  no creo tampoco que a quiénes creemos que es mejor despenalizar o legalizar esta práctica, se nos pueda acusar de abortistas. La cuestión no se juega entre apoyar o rechazar el aborto como irresponsablemente se hace creer… Nadie apoya el aborto por sí mismo. El verdadero dilema se juega entre la comprensión o no comprensión de una realidad humana compleja y desgarrante.

En este sentido me parece válida la postura protestante, que defiende el derecho a la vida, pero llama a la responsabilidad de una decisión conjunta que no pasa por principios abstractos, sino por situaciones concretas:
“… Si hay que recordar enérgicamente que el hombre no puede nunca erigirse en dueño absoluto de la vida ajena, aún en estado embrionario, de igual modo hay que recordar que, según el Evangelio, la obediencia a la palabra de Dios, no es obediencia a unos principios, sino aceptación de los derechos concretos del prójimo con las dificultades y cuestionamientos que ello conlleva. Cuándo una mujer embarazada cae presa de la angustia, a quién hay que prestar mayor atención ? Una vez más, la moral protestante se niega a legislar, invita a todas las partes en litigio, madre, familia, estado, a prestar atención a la realidad y a elucidar riesgos…
(En algunos casos…), “El principio de la vida es absoluto y en su nombre, la realidad concreta de la angustia de numerosas mujeres compelidas al aborto ni siquiera se tiene en cuenta…
Por eso, según el Consejo Mundial de Iglesias… “Un embarazo no deseado puede arrojar a una mujer a dificultades insuperables y sumergirla en la angustia y en la desesperación. En semejante caso, tras un estudio atento de todos los datos, una interrupción del embarazo puede justificarse como la única ayuda posible y ser asumido con total responsabilidad”  .
En definitiva, es pertinente también la afirmación de Tomás de Aquino: “La máxima norma de moralidad es la propia conciencia”.

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