martes, 23 de octubre de 2018

La Virgen de Luján y la fuerza de los arquetipos-ARGENTINA-Un proceso digitado por el patriarcado


Hemos podido comprobar que, en esta región, mucho de lo llamado religioso y espiritual es producto de un proceso de socialización digitado por el patriarcado y una de sus expresiones más consolidadas: la Iglesia Católica. Lo religioso acá no es un emergente de la experiencia y la energía de las mujeres, que son quienes cargan las consecuencias del poder patriarcal en sus propios cuerpos.


La potencia de la sexualidad femenina

Pensando en el proceso por el cual el patriarcado se instala como sistema de relaciones y sobrevive durante siglos, regenerándose continuamente a través de mutaciones estratégicas, entendemos que lo hace no solamente para apropiarse, mediante su clásico y obsesivo control, del cuerpo de las mujeres sino –y aquí yace lo más relevante– de su sexualidad, ya que en ella radica la fuerza vital de la especie, y esto es tan válido para varones como para mujeres. Claro que hay compensaciones para estas castraciones simbólicas y materiales que son bien distintas en cada uno de los sexos. A los hombres les generó la idea y la ilusión de sentirse superiores, lo cual avaló su “derecho” a dominar y apropiarse del cuerpo de las mujeres además de su producción. A nosotras se nos compensó frente a este destino “opresor” e “insoslayable” con el ideal del amor romántico, la familia y el hogar, ámbito en el que tradicionalmente desplegamos nuestro “reinado”; con la fecundidad, la gloria de la maternidad y los hijos, aunque éstos no fueran los propios. Varones y mujeres fueron capturados y direccionados en sus deseos y relaciones y esto parece ser parte de la historia que nos revelan los arquetipos. 

Expropiación del poder y fragmentación 

El destino de la Diosa expresa el destino que corrimos las mujeres dentro de la cultura patriarcal: la invisibilidad. Para imponer su dominio, una de las estrategias utilizadas fue apoderarse de los símbolos y los rituales de las figuras sagradas y mitológicas que poblaban las sociedades sometidas. La Diosa fue despojada de su poder, fragmentándola en los diferentes arquetipos, cambiando así el sentido de sus representaciones originarias: virgen, madre, mujer, bruja, puta, etcétera. La imagen que mejor expresa esa fragmentación surge del comentario de una de las mujeres entrevistadas; es la representación de la Virgen María aplastando con el pie la cabeza de la serpiente, que en esta figura simboliza al diablo, el “Malino”, según sus propias palabras. El catolicismo resignifica este símbolo, impone su modelo de mujer pura y casta –la “Virgen” y la “Madre Abnegada”– sobre el modelo pagano de la serpiente. Paradójicamente la fragmentación fue lo que le permitió a la Diosa la supervivencia, ya que aparece camuflada en cada una de las representaciones. Al ser privada de su poder y el dominio de su sexualidad, también se “aprisionó su alma”, adhiriendo a la idea de que la sexualidad expresa algo del orden de lo sagrado y participa por ello de la misma génesis. En algunas de las mujeres que asistieron a los talleres aparecía una vivencia de locura y soledad cuando la Diosa mostraba con espontaneidad todo su poder, y no era comprendida por sus pares e interlocutoras. También expresaron el conflicto interno que les generaba la superposición de funciones cuando éstas entraban en contradicción unas con otras, adquiriendo relevancia cada una por sí misma. Así es que la mujer entra en conflicto con la madre cuando se superponen los intereses de cada uno de los arquetipos; la Diosa con la Virgen cuando aparece en juego el poder, la sexualidad y la sensualidad de una frente a la sacralidad y la falta de poder, el sometimiento y la ignorancia de la otra; y así sucesivamente, la mujer con la Virgen, y la madre con la Virgen-Madre –que jamás envejece–, ya que no alcanza su grado de “perfección y belleza”. En ese sentido y como uno de los resultados posibles, las mujeres experimentamos una vivencia de incompletud que siempre nos deja insatisfechas.

Esta fragmentación y disociación, que facilita la dispersión de las fuerzas, no ayuda a la integración de las partes y es sentida como “enajenación” o “locura”, ubicándose el conflicto en el plano interno. De esta manera la dificultad queda encerrada en cada persona, invisibilizándose así el origen socio-histórico del fenómeno. La consecuencia mediata o inmediata de este mecanismo opresor-represor es que si somos obligadas a cercenar nuestra sexualidad, quedamos despojadas de nuestra fuerza vital, obturándose en parte nuestro desarrollo personal, tanto en el ámbito individual y vincular, como en el plano social, espiritual y en relación con la naturaleza.

Los saberes subyugados

Otra de las vivencias significativas es lo que algunos llaman “recobrar nuestra alma perdida y la insurrección de los saberes subyugados”. Algunas respuestas de las participantes en las encuestas y los talleres –sin haber tenido como nosotras la motivación que significa convocar a esta investigación– refieren a estos saberes. Se habla de una realidad que viene de experiencias ancestrales, de memorias corporales y de sueños o simbólicas controladas Esta constatación actualiza un ejemplo que en el país es conocido como el fenómeno Gilda: una cantante popular muerta en un accidente de tránsito se transforma en un mito que la Iglesia manipula. La imagen se celebra con ritos y se le atribuyen milagros, al igual que en la tradición católica. La foto que la recuerda la muestra como una mujer joven, sonriente, coronada con flores y con un vaporoso vestido celeste cielo o agua. Nos atrevemos a decir que desde la simbólica colectiva es una diosa Afrodita.

La madre asexuada

En cuanto a la madre asexuada , sostenemos que nuestros cuerpos sometidos también han almacenado bronca. La reivindicación se va dando a medida que nuevos valores van permeando la sociedad. Coincidimos con Madonna Kolbenschlag en que el ruido –y, agregamos, la satisfacción del deseo mercantilizado– son artilugios para desempoderarnos. La estatua de María de Luján está actualmente encofrada en plata y envuelta por una rígida estructura de vestido y rayos. De la imagen original sólo se observan el rostro y las manos. Es interesante resaltar que , justamente, el rostro y las manos de las imágenes son los que despiertan erotismo. En la basílica, la estatua, tan lejos y tan chiquita, representa lo asexuado. No compartimos la imagen de virgen inocente, niña; es un estereotipo. La Virgen y la Hetera separadas sirven al sistema para desempoderar. La Iglesia Católica, siguiendo la tradición judeocristiana, le quitó el sexo a la madre. 

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