sábado, 24 de noviembre de 2018

Por qué el cristianismo tiene que cambiar o morir-John Shelby SPONG


texto tomado del prólogo del libro homónimo:Por qué el cristianismo tiene que cambiar o morir Una nueva Reforma de la fe y la práctica de la Iglesia John Shelby SPONG Título original: Why Christianity Must Change or Die. A new Reformation of the Church's faith and practice, HaperCollins Publishers, New York, 2003 Primera edición: febrero de 2014

He estado escribiendo este libro por más de veinte años. Ha sido un trabajo de fe y de convicción. Es mi testimonio, como de alguien que desea practicar su fe como un ciudadano del mundo moderno y poder pensar en voz alta, mientras soy creyente. Lo escribo como una persona a la cual la Iglesia Cristiana le ha otorgado honor, rango y el privilegio del liderazgo en el ministerio episcopal. Forma parte entonces de la vida de un obispo, cuyos votos en el momento de mi consagración incluyeron la promesa de defender la fe y de proteger la unidad de la Iglesia. La vocación de hacer eso en un mundo que cambia rápidamente ha sido un privilegio para mí, por casi un cuarto de siglo.

Como autor de estas páginas, estoy al tanto de que no puedo ser mencionado en la prensa sin el adjetivo controvertido pegado a mi nombre. Esa palabra casi se ha convertido parte de mi identidad. La primera ocasión para percibir esta reputación adquirida fue en 1974, cuando como pastor en Richmond Virginia, tuve el placer de conducir un dialogo público y extenso con el Dr. Jack Daniel Spiro, rabino del Templo Reformado Beth Ahabah de Richmond.

Este diálogo tuvo lugar a causa de un libro que publiqué en 1974, titulado Este Señor hebreo. Intrigado por este titulo, el rabino leyó el libro y me invitó para debatir su contenido en la sinagoga en tres cultos de Sabbat sucesivos. Mientras hablábamos juntos para planificar la actividad, el esquema se amplió para incluir tres domingos por la mañana en la Iglesia Episcopal de San Pablo, la parroquia en la que yo servía, localizada en el centro de Richmond. Este dialogo interesó al público, y tanto la sinagoga como la iglesia estuvieron abarrotadas en cada sesión.
También llamó la atención de periódicos, la radio y televisión en el área de Richmond y tuvo una extensa cobertura.

En un viernes por la tarde, durante este diálogo, el rabino me pidió que explicara a su audiencia judía cómo Dios, el “Otro Santo”, se podía decir que se había hecho particular y concreto en la persona Jesús de Nazaret, que es lo que él entendía ser lo que los cristianos proclaman sobre Jesús.

En mi respuesta, tratando de evadir algunas ideas de la teología cristiana popular que se acercan a la herejía del monofisismo, intenté presentar la figura de Cristo en los términos judíos familiares de “palabra” y “voluntad”, derivadas de las Escrituras hebreas. Los judíos creen que la palabra de Dios se ha dicho y que la voluntad de Dios se ha vivido en momentos y épocas particulares de la historia humana. Entonces si yo pudiera presentar la persona Jesús en estas categorías bíblicas, tal vez mi audiencia judía podría estar receptiva para escuchar algunas cosas de manera diferente a lo que ellos tradicionalmente piensan que los cristianos decimos sobre Jesús. A través de las fuentes judías sagradas, particularmente en las Escrituras post-exílicas, aparecía el concepto de Mesías. La palabra para mesías en hebreo es mashiach, la cual se tradujo a griego con la palabra christos y al español con la palabra Cristo. “Tu eres el Cristo” fue la afirmación cristiana proclamada por Pedro en Cesarea de Filipo (Mc 8,29). Pero mashiach no significaba una creencia abstracta de la esencia de Jesús, si no la creencia de que Jesús era la vida humana a través de la cual la palabra de Dios fue dicha y la voluntad de Dios fue vivida, en una vida en la que se experimentó la realidad de Dios como presente en la historia. Curiosamente, los judíos ampliaron el concepto de mesías de manera que hasta Ciro el persa fue llamado un mashiach en el libro de Isaías (45,1),  porque el pueblo judío discernió que la voluntad de Dios estaba siendo lograda en la historia a través de la vida de aquel hombre, quien no conocía ni la Torá ni el nombre de Yahveh.

Como respuesta a la pregunta del rabino en esa tarde de Sabbat, dije: “La Biblia nunca dice de manera simple que Jesús es Dios. En los Evangelios, Jesús le reza a Dios. No está hablando consigo mismo.

Jesús muere en la cruz. No tiene sentido decir que el Dios bendito murió. La Biblia sólo dice que como Dios es, así es Jesús; que Dios se encuentra en Jesús; que ver a Jesús es de alguna forma ver a Dios”. Quedé complacido tanto con mi respuesta como con la reacción de nuestra audiencia judía. Sin embargo, fue una distinción demasiado sutil para que la prensa laica entendiera.
“Jesús no es Dios, afirma el rector”, fue el titular que saludaba a los lectores del Richmond Times Dispatch el día siguiente, y el debate continuó. La sección de “Cartas al director” defendiendo la divinidad de Jesús contra este sacerdote hereje llenó el periódico durante unas seis semanas. La Iglesia de San Pablo fue piqueteada por miembros de la Iglesia Bautista de Janke Road con pancartas, protestando por esta minusvaloración hecha a Jesús. La prensa conservadora de la Iglesia, liderada por el redactor jefe de The Living Church, el temible Carrol Simcox, y Perry Laukhuff el director de un boletín informativo de derecha ahora suspendido, titulado The Certain Trumpet, tomó el reto.

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Reseña para "LA FLOR INVERTIDA" - Puntuación: 🌟🌟🌟🌟🌟 5/5

Opinión: Las letras del autor las conocí por su libro "Equipaje Ancestral" que tuve la suerte de ganarlo en un sorteo que realizo,...