miércoles, 2 de enero de 2019

El pensamiento heterosexual - Monique Wittig


El enfoque político y filosófico que he adoptado para la primera mitad de esta colección de ensayos lo he denominado «lesbianismo materialista». Con él describo la heterosexualidad no como una institución sino como un régimen político que se basa en la sumisión y la apropiación de las mujeres. En situaciones desesperadas, como ocurría a siervos y esclavos, las mujeres pueden «elegir» convertirse en fugitivas e intentar escapar de su clase o grupo (como hacen las lesbianas) y/o renegociar diariamente, término a término, el contrato social. No hay escapatoria (porque no hay territorio, no hay otra orilla del Mississippi, no hay una Palestina ni una Liberia para las mujeres). Lo único que se puede hacer es resistir por sus propios medios como prófuga, como esclava fugitiva, como lesbiana. Se puede pensar que mi punto de vista es demasiado crudo, y no me sorprende, si tenemos en cuenta la cantidad de siglos de pensamiento que ha habido contra él. Primero hay que salirse de los senderos trillados de la política, la filosofía, la antropología, la historia, las «culturas», para entender lo que está ocurriendo realmente. Después habría que vérselas con el magnífico juguete filosófico de la dialéctica, que no nos permite concebir la oposición de hombres y mujeres en términos de lucha de clases. Debemos entender que este conflicto no tiene nada de eterno, y que para superarlo debemos destruir política, filosófica y simbólicamente las categorías de «hombres» y «mujeres».
La dialéctica nos ha fallado. Por eso la comprensión de lo que es el «materialismo» y la materialidad nos corresponde a nosotras. Daré aquí una lista de nombres, nombres sin los cuales yo no hubiera estado capacitada para abordar conceptualmente el mundo heterosexual. Por orden de publicación de su obra, Nicole-Claude Mathieu, Christine Delphy, Colette Guillaumin, Paola Tabet, Sande Zeig representaron para mí la influencia política más importante durante la época en que escribí estos ensayos. Cada una de ellas merece un capítulo.

 Mathieu fue la primera en concebir a las mujeres en las ciencias sociales como una entidad sociológica y antropológica, es decir, no como un apéndice de los hombres, sino como un grupo propio. Ella fue la promotora de lo que llamó «la antropología de los sexos». Pero es también una filósofa de la tradición francesa, además de una antropóloga. Su último ensayo sobre la conciencia es todo un hito. Mathieu nos proporciona el eslabón que faltaba en la historia de la conciencia al hacer un análisis de la conciencia como oprimida —lo que no significa alienada. 

Delphy acuñó la expresión «feminismo materialista» y modificó el concepto marxista de clase, mostrando su obsolescencia, ya que no tiene en cuenta un tipo de trabajo que no tiene valor de cambio, un trabajo que representa dos tercios del trabajo mundial, según datos recientes de Naciones Unidas.

 Guillaumin transformó nuestro punto de vista sobre el materialismo y la materialidad hasta tal punto que después de ella es irreconocible. Hay que leer a Guillaumin para entender que lo que hemos llamado materialismo hasta ahora estaba muy lejos de tener sentido, porque el aspecto más importante de la materialidad era ignorado. Tenemos, por un lado, el esfuerzo físico y mental propio de un tipo de trabajo que es simplemente un servicio físico que se hace a una o varias personas sin compensación en forma de salario; y por otra parte, las implicaciones físicas y mentales de un tipo de trabajo que priva a la persona de sí misma, día y noche. Pero Guillaumin es más conocida por haber definido el doble aspecto de la opresión de las mujeres: la apropiación privada por un individuo (marido o padre) y la apropiación colectiva de todo un grupo —incluyendo las personas solteras— por la clase de los hombres. En otras palabras, la «sexuación». Si no estás casada, tendrás que estar disponible para cuidar a los enfermos, a los ancianos, a los débiles (como hacen las monjas y los trabajadores voluntarios), con independencia de que pertenezcan o no a tu familia.

 Tabet, con su trabajo sobre la antropología de los sexos, ha establecido el vínculo que existe entre las mujeres que son objeto de una apropiación colectiva. En especial en sus últimos trabajos sobre la prostitución muestra que existe una continuidad entre las llamadas prostitutas y las lesbianas, como una clase de mujeres que no son objeto de una apropiación privada sino que siguen siendo objeto de una opresión heterosexual, colectivamente. 

Zeig, con quien escribí el Borrador para un diccionario de las amantes y la obra de teatro El viaje sin fin, me hizo comprender que los efectos de la opresión sobre el cuerpo —dándole su forma, sus gestos, su movimiento, su motricidad e incluso sus músculos— tienen su origen en el campo abstracto de los conceptos, por las palabras que los formalizan. Estaba pensando en su trabajo como actriz y como escritora cuando escribí (en «La marca del género») que «el lenguaje proyecta haces de realidad sobre el cuerpo social, lo'marca y le da forma violentamente. Por ejemplo, los cuerpos de los actores sociales». 

Hay muchos otros nombres importantes que no he mencionado (Colette Capitan, Monique Plaza, Emmanuelle de Lesseps, Louise Turcotte, Daniéle Charest, Suzette Tritón, Claudie Lesselier, etc.). Pero sólo he querido enumerar las personas que han tenido una influencia directa en mi forma de pensar.

 Esta colección de ensayos está dividida en dos partes. La primera, como ya he dicho, aborda una discusión política. Con «La categoría de sexo» quería mostrar el «sexo» como una categoría política. La palabra «género» tal y como se utiliza en Inglaterra y en Estados Unidos me parecía muy imprecisa. En «No se nace mujer» intento establecer un vínculo entre mujeres luchando por las mujeres como clase, contra la idea de «la mujer» como concepto esencialista. En «El pensamiento heterosexual» bosquejo los contornos de ese pensamiento que durante siglos ha construido la heterosexualidad como algo dado. «A propósito del contrato social» plantea la idea de que existe la posibilidad de ir más allá del contrato social heterosexual. «Homo Sum» trata sobre el pensamiento político y el futuro de la dialéctica. 

En la segunda parte del libro hablo de lo que es más importante para mí: la escritura. Mi primer libro, El Opoponax, fue apoyado por el Nouveau Román, una escuela de escritores que siempre he admirado por su capacidad para revolucionar la novela y por su firme apuesta por la literatura como literatura. Ellos me enseñaron lo que es trabajar en literatura.

 En «El punto de vista, universal o particular» abordo el problema de una obra artística cuyas formas literarias no pueden percibirse porque el tema de la obra (aquí la homosexualidad) predomina.

 En «El caballo de Troya» se trata de la cuestión del lenguaje como materia prima para el escritor y del violento impacto que tienen las formas literarias sobre su contexto cuando son innovadoras. Este ensayo ha sido desarrollado para un libro aún no publicado que se llamará Le chantier littéraire\

 En «La marca del género» examino el significado original del género como expresión del índice lingüístico de la opresión material de las mujeres. «El lugar de la acción» se centra en el lenguaje como el último contrato social, una idea inspirada en la obra de Nathalie Sarraute.


Diferentes revistas se han visto implicadas en la publicación de textos sobre el nuevo materialismo. La primera fue Questions féministes, cuyo colectivo me invitó a integrarme en el grupo cuando yo acababa de llegar a Estados Unidos. En aquel momento estaba preparando una serie de seminarios en el Departamento de Francés en la Universidad de California, en Berkeley. Estaba intentando promover por mi cuenta una revolución epistemológica en el enfoque sobre la opresión de las mujeres. Fue entonces cuando me uní con entusiasmo a este grupo, cuyos miembros estaban trabajando en la misma dirección. 

Feminist Issues comenzó en Berkeley unos años más tarde para abordar el concepto del materialismo feminista, y su colectivo me invitó a participar como asesora editorial. A pesar de los conflictos que habíamos tenido en Francia sobre la cuestión lesbiana, las redactoras americanas (Mary Jo Lakeland y Susan Ellis Wolf) decidieron que esa cuestión no sólo no dañaría la revista, sino que recibiría la atención que se merecía en un marco internacional. 

Ama^ones d'hier; l^esbiennes d'aujourd'hui se publicó en Montreal por iniciativa de lesbianas radicales como Louise Turcotte y Daniéle Charest, que comprendieron el interés de una teoría del materialismo feminista, y la necesidad de ir más allá en la teoría y en las luchas que habían apoyado y desarrollado. 

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