viernes, 21 de diciembre de 2018

El pensamiento heterosexual y otros ensayos Monique Wittig



Louise Turcotte Militante de Amaron es d'hier, l^esbiennes d'aujourd'hui (Amazonas de ayer, Lesbianas de hoy.)

  
Si hay un nombre que está asociado al Movimiento Francés de Liberación de las Mujeres, es sin duda el de Monique Wittig. Su reputación se debe en gran medida a su obra literaria, que ha sido traducida a varios idiomas. Pero si Monique Wittig es una escritora fundamental de la segunda mitad del siglo XX, sus textos teóricos la convierten también en una de las más grandes pensadoras de nuestro tiempo.

 Es imposible ubicar la influencia de Wittig en un solo campo, ya sea literatura, política o teoría, pues su trabajo atraviesa todos ellos, y es precisamente esta multidimensionalidad lo que otorga mayor trascendencia a su pensamiento.

 Mucho se ha escrito sobre su obra literaria, pero poco sobre sus escritos teóricos y políticos. Tuve la suerte de conocer personalmente a Monique Wittig a comienzos de los años 70; éste será un testimonio más bien político. Es posible articular la inmediata influencia que ha tenido el pensamiento de Wittig, pero resulta más difícil anticipar su influencia a largo plazo, sobre todo en la historia de las luchas del movimiento de liberación de las mujeres. Sus ensayos ponen en cuestión algunas de las premisas básicas de la teoría feminista contemporánea. Hablaré aquí de esta enorme revolución conceptual. 

En 1978, durante la conferencia anual de la Modern Language Association en Nueva York, cuando Monique Wittig concluyó su conferencia «El pensamiento heterosexual» con la frase «las lesbianas no son mujeres», la calurosa acogida del público fue precedida por un momento de estupefacción y de silencio. Cuando este ensayo fue publicado dos años más tarde en la revista francesa Questions féministes, esta perplejidad se había transformado, incluso entre las feministas más radicales, en una presión política para que se añadiera una nota que «suavizara» la conclusión. El sorprendente punto de vista de Wittig era inimaginable en aquella época. En realidad, se había pasado una página en la historia del Movimiento de Liberación de las Mujeres, y por alguien que había sido una de sus principales promotoras en Francia. ¿Cuál era exactamente esa página? ¿Por qué ya no era posible seguir viendo el Movimiento de Liberación de las Mujeres de la misma manera que antes? Precisamente porque el punto de vista se había desplazado.

 Desde el comienzo de siglo, todo el movimiento de lucha de las mujeres, desde la defensa de los «derechos de las mujeres» hasta el análisis feminista de la «opresión de las mujeres» había tomado como su fundamento «el punto de vista de las mujeres». Eso era evidente. Este análisis se fue refinando con el paso de los años, y aparecieron diferentes tendencias, como ocurre en todos los movimientos de liberación, pero este consenso básico nunca había sido cuestionado. Parecía ser algo incuestionable. Y entonces esta afirmación, «las lesbianas no son mujeres», vino a trastornar completamente todo el movimiento, teórica y políticamente. 

Basándose en los últimos conceptos del feminismo materialista y radical, entre ellos la idea de «clases de sexos», la afirmación de Wittig pondrá en cuestión un punto fundamental que el feminismo nunca había criticado: la heterosexualidad. No ya concebida como sexualidad, sino como un régimen político. Hasta entonces, el feminismo había considerado el «patriarcado» como un sistema ideológico basado en la dominación de la clase de los hombres sobre la clase de las mujeres. Pero las categorías mismas de «hombre» y «mujer» no habían sido cuestiona- das. Y es aquí donde la «existencia de las lesbianas» cobra todo su sentido, porque si estas dos categorías no pueden existir la una sin la otra, y si las lesbianas existen sólo por y para las «mujeres», entonces debe haber una falla en este sistema conceptual. 

A comienzos de los 80, muchas lesbianas en Francia y Quebec empezaron a denominar este punto de vista «lesbianismo radical» y revisaron totalmente sus estrategias. Las lesbianas radicales habían llegado entonces a un acuerdo básico que consideraba la heterosexualidad como un régimen político que debía ser derrocado, y todas nos inspirábamos en los textos de Monique Wittig. Para nosotras, el trabajo de Wittig era un punto de partida para el análisis y la acción. Toda la historia debía ser revisada. 

Cuando se reconsidera la historia desde este punto de vista, es interesante destacar que los primeros pasos de una crítica de la heterosexualidad como «institución política» habían sido ya planteados a comienzos de los 70 por algunas lesbianas separatistas en Estados Unidos . Pero el lesbianismo americano separatista no profundizó en este análisis. Más bien su objetivo fue desarrollar, dentro de un marco esencialista, nuevos valores lesbianos dentro de comunidades lesbianas. Esto suponía, y supone aún hoy, ignorar que la «heterosexualidad (...) sólo puede garantizar su poder político destruyendo o negando el lesbianismo» . La existencia de comunidades lesbianas es estratégicamente necesaria. Pero si no están ubicadas en el contexto de un movimiento político que busque abolir el sistema heterosexual, su significado es totalmente diferente; se trata entonces de crear una «nueva categoría». Sólo la destrucción de las categorías existen tes puede conducir a un cambio real. Esto es lo que hemos logrado entender gracias al trabajo de Monique Wittig: no se trata de reemplazar «mujer» por «lesbiana», sino de utilizar nuestra posición estratégica para destruir el sistema heterosexual. «Nosotras [las lesbianas] somos esclavas fugitivas (...) desertoras de nuestra clase» («No se nace mujer»). Esta frase crucial nos descubre la dimensión política del punto de vista lesbiano. Cuando se lee a Wittig debe tenerse siempre esto en cuenta.

 En los Estados Unidos, Adrienne Rich planteó un análisis feminista de la heterosexualidad en su ensayo de 1980 «Heterosexualidad obligatoria y existencia lesbiana» . Para Rich, la heterosexualidad es «algo que ha tenido que ser impuesto, gestionado, organizado, propagado y mantenido a la fuerza» . Este texto plantea la heterosexualidad como una institución política dentro del sistema patriarcal. Rich ve la existencia lesbiana como un acto de resistencia a esta institución, pero para que «la existencia lesbiana ponga en juego este contenido político de una forma finalmente liberadora, se debe profundizar y ampliar la opción erótica hasta llegar a una identificación consciente como mujer» . Rich analiza el concepto de heterosexualidad en el marco de la teoría feminista contemporánea desde el «punto de vista de las mujeres», mientras que el lesbianismo radical lo hace sin adoptar ese punto de vista, considera el lesbianismo como algo necesario políticamente y como algo exterior al régimen político heterosexual en su globalidad. Por ello, hablar de «heterosexualidad obligatoria» es redundante.

 «La conciencia de la opresión no es sólo una reacción [una lucha] contra la opresión. Supone también una total reevaluación conceptual del mundo social, su total reorganización con nuevos conceptos...» («No se nace mujer»). Para mi, esto resume el trabajo de Monique Wittig. La conocí a través de grupos militantes. Su profundo respeto por cada individuo, su profundo desprecio por todas las formas del poder, cambiaron para siempre mi concepción de la militancia. Y fue por medio de sus escritos como llegué a comprender la necesidad de moverse siempre entre lo teórico y lo político. La lucha política no puede concebirse sin esto, y, así como la teoría se transforma gradualmente, debemos también transformar nuestra lucha política. Esto supone un desafío que requiere una vigilancia constante y una voluntad permanente de reconsiderar nuestras acciones y nuestras posiciones políticas. Es en este sentido como debe entenderse el cuestionamiento que hacen las lesbianas radicales del movimiento feminista. 

«Hay que llevar a cabo una transformación política de los conceptos clave, es decir, de los conceptos que son estratégicos para nosotras» («El pensamiento heterosexual»). Al no cuestionar el régimen político heterosexual, el feminismo contemporáneo consolida este sistema, en vez de eliminarlo. De igual modo, el desarrollo contemporáneo de la noción de «género» me parece que enmascara u oculta las relaciones de opresión. A menudo, «género», aunque sea un intento de describir las relaciones sociales entre hombres y mujeres, oculta o minimiza la noción de «clases de sexos», eliminando así la dimensión política que determina estas relaciones.

 Me gustaría mencionar aquí uno de los elementos críticos del pensamiento de Wittig, que se puede resumir en la siguiente frase: «Un texto escrito por un escritor minoritario sólo es efectivo si logra convertir en universal ese punto de vista minoritario» («Lo universal y lo particular»). Esto ejemplifica la extraordinaria eficacia de Wittig. Al reivindicar el punto de vista de la lesbiana como universal, trastorna completamente los conceptos a los que estamos acostumbrados. Hasta entonces, los escritores minoritarios tenían que añadir «lo universal» a sus puntos de vista si querían alcanzar la universalidad incuestionable de la clase dominante. Los varones gays, por ejemplo, siempre se han definido a sí mismos como una minoría y nunca han cuestionado, a pesar de su transgresión, la opción dominante. Por ello la cultura gay siempre ha tenido una audiencia algo mayor. El pensamiento lesbiano de Wittig no busca transgredir, sino suprimir completamente las categorías de género y de sexo en que se basa la propia noción de universalidad. «Los sexos (el género), la diferencia entre los sexos, hombre, mujer, raza, negro, blanco, naturaleza, están en el núcleo del conjunto de parámetros [del pensamiento heterosexual]. Ellos han formado nuestros conceptos, nuestras leyes, nuestras instituciones, nuestra historia, nuestras culturas» («Homo Sum>). Revisar los parámetros en que está basado el pensamiento universal requiere una reevaluación de todas las herramientas básicas de análisis, incluyendo la dialéctica. No con el fin de descartarlas, sino de hacerlas más efectivas. 

La obra de Monique Wittig es un ejemplo perfecto de la conexión que existe entre política y teoría. Demasiado a menudo, percibimos estos dos elementos fundamentales como entidades separadas; por una parte, está el trabajo teórico y, por otra, lo político, trabajando en paralelo, cuando en realidad deberían entrecruzarse. Este encuentro entre teoría y política es fundamental para cualquier lucha política, y eso es, precisamente, lo que hace que el pensamiento de Wittig sea tan molesto. El acuerdo teórico llama a la lucha política. Cuando el acuerdo teórico se logra, el curso de la historia ya ha sido alterado.  

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