lunes, 30 de abril de 2018

“He venido para” provocar discordia



THEODORE W. JENNINGS, JR. 
Cleveland: Pilgrim Press, 2003

 www.pilgrimpress.com
Fuente Q Además del material de Marcos común a Mateo y Lucas poseemos tres textos comunes a Mateo y Lucas que no hallamos en Marcos. Al presente los eruditos sostienen que los textos compartidos por Mateo y Lucas provienen de una fuente conocida por ellos pero no por Marcos. Muchos de ellos consideran a estos textos de especial valor pues representarían la memoria más antigua de la comunidad sobre Jesús.
El Muerto En ambos evangelios, alguien que está a punto de seguir a Jesús dice “Permíteme que vaya primero y entierre a mi padre”, a lo cual Jesús responde: “Deja que los muertos entierren a sus muertos” (Mateo 8:21-22; Lucas 9:59-60). Aquí, el seguimiento de Jesús es puesto en contraste con el cumplimiento de la más simple y natural de las responsabilidades familiares. En ambos evangelios, el texto es precedido por “Las zorras tienen guaridas, y las aves del cielo nidos; más el Hijo del Hombre no tiene dónde recostar su cabeza”. Esta frase concerniente al Hijo del Hombre o el “ser humano” designa, claramente, a quienes seguirían a Jesús. Habrán de ser, como fue, carentes de hogar, específicamente, sin familia. El tema aquí no es el celibato sino, más bien, los lazos familiares de un padre o los de un hogar a los que primero despedir. En este respecto, debemos recordar que una guarida o un nido no son una casa de soltero sino un lugar asociado a la seguridad implicada en el mantenimiento de una familia, con lazos, responsabilidades y obligaciones familiares. En el evangelio de Lucas, el texto que continúa al del padre muerto aclara mucho más este punto: “Te seguiré, Señor, pero déjame que me despida primero de los que están en mi casa”. Inflexible, Jesús replica: “Ninguno que poniendo su mano en el arado mira hacia atrás, es apto para el reino de Dios”. Aquí el cuidado por la familia, mirar hacia atrás, descalifica para el reino de Dios. Las personas que plantean estas objeciones parecerían voluntariosas de seguir a Jesús comprometiendo, de modo sustancial, sus relaciones y responsabilidades con las de sus familias. Pero Jesús objeta cualesquiera intento de equilibrar estos deseos que son vistos incompatibles. Seguir a Jesús entonces, o responder al anuncio de la implantación del reino divino, no produce mejores relaciones familiares. Por el contrario, responder a Jesús pareciera significar, en principio y absolutamente, oponerse a los vínculos familiares. En los textos de la fuente Q y el giro dado a ellos por Lucas, el abandono de los hogares y la familia por los discípulos, no es casual sino esencial. De ese modo, es aún más plausible el informe de Pedro en Marcos 10:29 que los discípulos ya habían dejado casa y familia. Ulteriormente, es imposible entender la oposición entre Jesús y su propia familia como un simple malentendido sino, más bien, como un ejemplo que da la pauta para todo lo que sigue. 
Conflicto El texto siguiente que, sustancialmente, es el mismo en Mateo y Lucas refiere al conflicto en la familia. “No penséis que he venido para traer paz a la tierra; no he venido para traer paz sino espada. Porque he venido para poner en disensión al hombre contra su padre, a la hija contra su madre, y a la nuera contra su suegra; y los enemigos del hombre serán los de su casa”. (Mateo 10:34-36; ver Lucas 12:51-53). Este texto corresponde más estrechamente a lo que encontramos en Marcos sobre los tiempos de persecución (Marcos 13). Pero aquí es subrayado un principio general más bien que la situación especial de persecución. La contraposición del hijo contra el padre también generaliza la situación conflicto potencial en los textos previos respecto a los muertos. Este texto también enfatiza aún más fuertemente la situación de la mujer pues dos de las cláusulas están dirigidas a ella y solamente una a él. Asimismo la referencia a la nuera y la suegra sugiere una perturbación en la relación conyugal. En todo caso, tenemos aquí situaciones que incluyen a las mujeres sin marido, madre e hija, y la mujer con marido, suegra y nuera. El texto hace claro en términos inequívocos que Jesús rechazaba promover la armonía doméstica y las relaciones familiares.
Más bien su deliberada intención, “He venido para”, es provocar discordia en esta esfera doméstica. 
Conflicto intenso A continuación, el texto citado de Mateo subraya la situación de conflicto. Lucas posee un texto similar pero ubicado en un contexto diferente. Pese a y considerando las diferencias, comenzamos con Mateo: “El que ama a su padre o madre más que a mí, no es digno de mí; el que ama a hijo o hija más que a mí, no es digno de mí; y el que no toma su cruz y sigue en pos de mí, no es digno de mí. El que halla su vida la perderá; y el que pierde su vida por causa de mí, la hallará” (Mateo 10:37-39). El texto concerniente a la cruz, que por supuesto está también en Marcos, al menos propone cierta base para los textos para el derrocamiento de la armonía doméstica. Desafortunadamente, la primera parte del enunciado es interpretada a menudo de manera que admite el punto de vista que amar al padre y al hijo es fácilmente compatible con el amor a Jesús y, por tanto, es un modo de demostrar adhesión a los hechos y la obra de Jesús. Por cierto, tal interpretación debe ignorar lo afirmado por los versículos anteriores y lo que el evangelio de Mateo tiene para decir sobre las relaciones familiares. Esta interpretación solamente refuerza una determinada hermenéutica heterosexista y, por tanto, patriarcal. En el contexto del evangelio de Mateo, esta cita aclara que el “amar más” de Jesús significa entrar en conflicto con estructuras fundamentales de la persona y de la institución doméstica que la configura. Sin embargo, el texto del evangelio de Lucas hace mucho más difícil una interpretación errónea acomodaticia de la tradición de Jesús. Si alguno viene a mí, y no aborrece a su padre, y madre, y mujer, e hijos, y hermanos, y hermanas, y aún también su propia vida, no puede ser mi discípulo. (Lucas 14:26- 27) Tenemos un texto similar en el evangelio de Tomás. Jesús dijo, “Quien no odie padre y madre no puede ser mi discípulo, y quien no odie hermanos y hermanas y no lleve la cruz como yo lo hago no será digno de mí”. Si este texto de Tomás es más “primitivo” como suponen algunos, entonces Mateo y Lucas añadieron la referencia a los niños y Lucas el referido a la esposa. Como veremos, Lucas es más crítico de la relación conyugal que otros evangelios.
Empero, el punto principal es el carácter radical de la oposición a los miembros de la familia que no se convierten en enemigos irracionales debido a algún equívoco. Más bien el seguidor de Jesús rechaza activamente a la familia creando una relación que tiene más en común con el odio que con el amor. Lo que realmente pareciera estar en juego aquí es la manera en la cual las familias y los miembros de las familias definen sus propios intereses. Es contra este interés que el seguidor reacciona. En este sentido, el seguidor odia a la familia y es opositor a lo que parecería ser el mejor interés de la familia como familia, así como sería dicho a las personas odiarse a sí mismas en el sentido de renunciar a su propio interés y su propio deseo de autopreservación. Este cuidado por la autopreservación debe, precisamente, contrariarse si está dispuesto a emprender el peligroso negocio de seguir a quien deliberadamente provoca la ira de las autoridades al punto de incitarlas a crucificarlo. Entonces, tomar como punto de partida el odio al padre y a la madre no es un sentimiento hacia ellos como seres humanos sino, precisamente, en tanto madre y padre, en su papel de miembros de la familia con derechos, expectativas y requerimientos especiales. Esta posición especial de la familia es radical y fundamentalmente puesta en cuestión, y lo mismo es verdad para los hermanos y las hermanas. En tanto miembros de la familia reclaman una especial lealtad que debe rechazarse resuelta e implacablemente. Quizá este análisis sea más obvio respecto a los propios hijos e hijas. Claramente, Jesús coloca en alta estima a los niños y niñas pero a lo que se opone es a la relación especial “mi hijo”-“mi hija” como opuesta a la de cualesquiera otro niño o niña. Debe rechazarse el requerimiento especial por este uno o esta una que rechaza el de los otros u otras. La suposición que un niño o una niña es “mi niño”-“mi niña” es, fundamentalmente, la fuente de una gran destructividad en la familia. Primero, tal perspectiva permite a una persona ignorar las necesidades de otros niños en nombre del cuidado por los propios. De esta manera, si poseo los medios puedo derrocharlos sobre estos únicos y presumir que los otros no me demanda nada. Pero esto también tiene otras consecuencias. La noción que un niño o niña es mío me lleva a hacerles requerimientos desproporcionados. Es insuficiente que esta persona sea un niño o niña. También debe ser un instrumento de mi ambición como madre o padre. Debe sostener la carga de ser mi futuro, una extensión mía. Por esta razón, las familias son, frecuentemente, los lugares más peligrosos en la tierra para los niños y las niñas. 

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