miércoles, 25 de abril de 2018

“Jesús…lo amó”.


THEODORE W. JENNINGS, JR. 
Cleveland: Pilgrim Press, 2003
 www.pilgrimpress.com 
Un episodio del Evangelio de Marcos, que rara vez ha sido sujeto de una lectura gay del Nuevo Testamento, tiene sin embargo ciertas resonancias de lo que habíamos encontrado en el Evangelio de Juan. Es el relato que Marcos hace del encuentro entre Jesús y aquel que la tradición designa como “el joven rico de la clase gobernante”.
 Puede ser útil releer la historia completa: 
Se ponía ya en camino cuando uno corrió a su encuentro y arrodillándose ante él, le preguntó: “Maestro bueno, ¿qué he de hacer para tener en herencia vida eterna?” Jesús respondió: “¿Por qué me llamas bueno? Nadie es bueno sino sólo Dios. Ya sabes los mandamientos: No mates, no cometas adulterio, no robes, no levantes testimonio falso, no seas injusto, honra a tu padre y a tu madre.” Él, entonces le contestó: “Maestro, todo eso lo he guardado desde mi juventud.” Jesús, fijando en él su mirada, le amó y le dijo: “Sólo una cosa te falta: vete, vende lo que tienes y dáselo a los pobres y tendrás un tesoro en el cielo; luego ven y sígueme.”
 Pero él, al oír estas palabras, se entristeció y se marchó apenado, porque tenía muchos bienes. (Marcos 10:17-22) 
Lo que ha llamado la atención para una lectura gay de esta historia es “Jesús…lo amó”.
 Esta es la única ocasión en el Evangelio de Marcos, en que se dice que Jesús amó a alguien.
 El impacto de este episodio es considerablemente disminuido si se lo lee desde la perspectiva tradicional de un Jesús que amaba a todos. Pero esta perspectiva, a pesar de ser común en la tradición homilíaca, no puede ser derivada del Evangelio de Marcos, en el cual Jesús es mostrado extraordinariamente abrupto, a veces rudo y por lo general irascible. En el contexto de esta narración, la afirmación de que Jesús amó a este (o cualquier) individuo es ciertamente asombrosa. 
Recordemos también que este pasaje es el único lugar en los Evangelios canónicos, exceptuando el Evangelio de Juan, donde se dice que Jesús amó a alguien!
 Podría descartarse una lectura homoerótica de este episodio, diciendo que el amor de Jesús por esta persona surge, motivado por la afirmación del joven de que ha respetado todos los mandamientos enumerados por Jesús. Desde esta perspectiva, el amor de Jesús es provocado por el cumplimiento de los mandamientos. Semejante lectura podría dar lugar a problemas teológicos, (Jesús ama a los que cumplen los mandamientos más que a los que no los cumplen). Esto parecería contradecir la imagen que aparece en la misma narración, de un Jesús que busca la compañía de aquellos que son considerados pecadores por los cumplidores de la ley. (Marcos 2: 15-17). Otra posibilidad, más aceptable desde la teología y defendible exegéticamente, es suponer que el amor de Jesús es provocado aquí, por uno que ha cumplido la ley, pero llega a Jesús sintiendo la necesidad de algo más, para “heredar la vida eterna”. Este aspecto, y la urgencia del pedido (correr, arrodillarse), puede ser visto como un ejemplo de humildad y anhelo que Jesús no suele encontrar entre la gente que cumple los mandamientos. Esta interpretación es ciertamente atractiva, pero el texto tiene una extraña manera de señalar también en otra dirección. El texto introduce un elemento entre el personaje ejemplar que peticiona y el amor de Jesús. Este elemento adicional es el verbo relativamente raro emblepein, traducido aquí como “mirando”. ¿Cuál es esta mirada que se interpone entre el peticionante y el amor de Jesús? Este verbo aparece en dos otros momentos en Marcos. Primero en 8: 25, el verbo aparece en la historia de la curación de la ceguera que no es exitosa la primera vez (“veo hombres como árboles que caminan”) y necesita una segunda aplicación de los poderes curativos de Jesús, después de lo cual el hombre “miraba atentamente y su vista fue restaurada”. La segunda vez que se usa el verbo, es cuando una mujer ve a Pedro esperando fuera del lugar donde juzgan a Jesús, y “mirándolo fijamente a (Pedro)”. Marcos 14: 25 y lo reconoce como uno de los compañeros de Jesús. Como sugiere la traducción de estos otros textos, el verbo indica una mirada extraordinariamente concentrada y focalizada. No es una mirada accidental sino una intensa observación. Además, esta mirada de ninguna manera mira “detrás de las apariencias” sino que enfoca precisamente aquello que es visible. La mujer reconoce la cara de Pedro como la cara de uno que acompañaba a Jesús, y el ciego curado es capaz de distinguir a gente de árboles. Jesús no mira “dentro del corazón” del peticionante, sino que lo mira directamente, mira su apariencia, y esta mirada es la causa del extraordinario amor de Jesús. Aquí las buenas cualidades del peticionante son más bien la precondición y no la condición suficiente, para el amor que se origina. Una lectura erótica de este episodio reconocería en esta mirada esa observación intensa que despierta el deseo y anticipa el deleite.
 La respuesta que surge frente a la combinación de un carácter ejemplar y una cierta apariencia física, estaría por completo de acuerdo con las tradiciones literarias de la erótica entre varones en el mundo griego y el helenístico, donde el afuera y el adentro, la belleza moral y física debían coincidir en el amado.
 Decir que el amor de Jesús es provocado por esa conjunción de moral y belleza física no quiere decir que Jesús está comprometido sólo con aquellos que exhiben estas características. El texto deja en claro que su compromiso es con todos los que necesitan y buscan ayuda. Su afecto (cariño) por esta persona, no es de ninguna manera el mismo que tiene para con todas las personas necesitadas. Es el carácter homoerótico de esta atracción, el que distingue ésta de las otras respuestas dadas a la gente en el Evangelio. Dicho de otra manera, se requiere la interpretación homoerótica de este episodio sí vamos a considerar la singularidad del amor de Jesús por esta persona (en Marcos).
Siendo este un afecto homoerótico, no por eso se cuestionan las relaciones de Jesús con los pobres, que vienen a pedir su ayuda ni su relación con sus discípulos. La narración de Marcos no insiste en el reconocimiento del carácter homocrático de esta mirada. Pero el episodio es lo suficientemente sugestivo para que uno se sienta con derecho para preguntar: si el objeto de esa intensa mirada y de este amor excepcional fuera identificado como femenino, reconocería el lector más rápidamente el carácter erótico del encuentro? Estoy seguro que muchos lectores se sorprenderían si no fuera por la tradicional erotofobia que condiciona nuestra lectura del Nuevo Testamento. Pero el texto señala que es otro varón el objeto de esa intensa mirada y este amor único. El angostamiento de nuestra visión se debe a la erotofobia y a ella se agrega la homofobia quedando anulada toda posibilidad de otra lectura. Pero ni la erotofobia ni la homofobia (enceguecedoras) pueden ser razonablemente atribuidas a los lectores de Marcos en el siglo uno. Este episodio podría pasar sin provocar sorpresa, a lo sumo producir un levantamiento de cejas. Pero la indicación más explícita del amor de Jesús por otro varón, en el Evangelio de Juan, hace aparente que los trasmisores de estas tradiciones, eran concientes de las relaciones entre personas del mismo sexo.  
Otros elementos descriptivos se encuentran en las versiones, de Mateo y Lucas. Mateo 19:20 nos dice (de este episodio) que era un joven (neaniskos); y Lucas no dice que era joven pero si dice que pertenecía a la clase gobernante (18:18) y que era “muy rico” (18:23)
. Quizás lo más interesante es que Lucas y Mateo, ambos, omiten tanto la intensa mirada como la expresión Jesús lo amaba! Que ambos hechos se omitan subraya mi impresión que tanto la mirada como el amor están conectados entre sí. 
El tradicional relato de la historia combina pues, elementos de Mateo (joven) y Lucas (clase gobernante y rico) mientras ambos coinciden en omitir la intensa mirada y el sorprendente amor. Es decir el subtexto homoerótico de la historia se elimina en la versión posterior. 
Podemos ver los ojos de la tradición entornándose ante los elementos homoeróticos de este relato sobre Jesús. Sólo si prestamos oídos a las instrucciones de Marcos y “miramos con atención” podemos vencer esa ceguera.

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