lunes, 30 de abril de 2018

La nueva familia de Jesús


THEODORE W. JENNINGS, JR. 
Cleveland: Pilgrim Press, 2003
 www.pilgrimpress.com
El evangelio de Juan A diferencia de los tres primeros evangelios,  mantiene un llamativo silencio sobre la institución de la familia lo cual es ignorado por la mayoría. Este evangelio no puede entenderse, de todas maneras, como partidario de esta institución o considerarla verdadera. Más bien, para la comunidad del discípulo amado pareciera que la antigua institución de la familia careciese de importancia. Este punto de vista se hace evidente en los fragmentos sobre el nacimiento y sobre Jesús y su madre, el único que tiene alguna relación sobre nuestro tema. El evangelio de Juan menciona al nacimiento, en dos ocasiones, como un proceso que estaría vinculado a la familia. En ambos casos, este nacimiento es contrastado con el nacimiento que es de interés a los redactores y a Jesús. En el prólogo a la narración nos cuenta: (1:12-13): “Más a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre les dió potestad de ser hechos hijos de Dios; los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios” (1:12-13).Este fragmento, que consideraremos de nuevo en relación al tema de la procreación y la sexualidad, contrasta claramente la generación divina del creyente con la “generación natural” que tan a menudo es considerada como el propósito de la institución del matrimonio y la familia. El segundo fragmento, 3:1-14, es la extensa discusión entre Jesús y Nicodemo respecto al contraste entre los nacimientos. Aquí nuevamente la contraposición es hecha entre el nacimiento del vientre materno y el nacimiento divino que Jesús mantuvo como necesario para “ver el reino de Dios”. Nuevamente, este fragmento no debe tomarse, de ninguna manera para legitimar la institución matrimonial y familiar entendida como el contexto para el nacimiento del vientre materno, el cual de acuerdo a Jesús, está superado. También tenemos un paralelo para el episodio del “terruño” en los evangelios sinópticos. En este caso, la cuestión interesa menos a un retorno literal al lugar de nacimiento de Jesús que, más bien, al descreimiento fundado en la familiaridad con la familia de origen de Jesús: “Y decían: ¿No es éste Jesús, el hijo de José, cuyo padre y madre nosotros conocemos? ¿Cómo, pues, dice éste: Del cielo he descendido?” (6:42). El conocimiento de la familia de origen de Jesús cumple la misma función que en los otros evangelios, fundamentalmente, hacer imposible a la fe. La familiaridad con la familia sirve para hacer imposible una expectativa de transformación radical. El evangelios de Juan también narra un episodio sobre los hermanos de Jesús que enfatiza la distancia entre ellos. En una disputa sobre una visita a Jerusalén para asistir al “festival de las cabañas”, los hermanos de Jesús lo urgen a ir para que declare públicamente su misión. Jesús declina, “su hora no ha llegado”. Y el evangelista señala: “Porque ni aún sus hermanos creían en él” (7:5). Cuando los hermanos reaparecen es como quienes malinterpretan los dichos de Jesús respecto al discípulo que amaba. (21:23). Llegamos, entonces, al lugar que esta narración da a María, la madre de Jesús. Debemos señalar que María es el tema de la narración solamente en Lucas y Juan. En Lucas, María es el principal tema del prólogo sobre la concepción nacimiento e infancia de Jesús. De este modo, en este evangelio su hijo relativiza explícitamente su papel biológico manteniéndolo dentro de lo que hemos visto en los evangelios. La relación descrita entre Jesús y su madre en el evangelio de Juan corresponde con la que hallamos en otras partes. Ya tuvimos ocasión de ver este aspecto vinculado a la escena en la cruz pero sería útil recordarlo nuevamente vinculado al tema de la familia. María está presente para e instiga al primer “signo” de Jesús en Caná. Este hecho es a veces citado para indicar una relación especial entre Jesús y su madre pero un examen más estrecho del texto desautoriza prontamente tal impresión. “Y faltando el vino, la madre de Jesús le dijo: No tienen vino. Jesús le dijo: ¿Qué tienes conmigo, mujer? Aún no ha venido mi hora.” (2:3-4). La respuesta de Jesús a María es más abrupta que lo que indica la traducción. La frase es de rechazo puro y simple, muy cerca de ´¡qué tengo que ver!. Además su respuesta a ella es como las usa para reprender lo que el evangelista caracterizó como la incredulidad de los hermanos: “Mi hora no ha llegado”. Pero igualmente significativo es el hecho que Jesús no refiere a ella como su madre sino más bien como “mujer”, el mismo apelativo que usa para dirigirse a la mujer samaritana y a la sorprendida en adulterio. María es tratada por Jesús como una mujer cualesquiera. Ella carece de todo otro derecho por ser su madre. Sin embargo, Jesús accede a su reclamo lo cual también es una respuesta característica a otros reclamos a él hechos. Sana a quienes vinieron a él por curación. Enseña a quienes llegan a él por ilustración. En este respecto, María está en la misma situación que otras personas. Esta misma situación está presentada en la escena de la ejecución de Jesús cuando María y el discípulo que Jesús amaba se encuentran reunidos al pie de la cruz. María, nuevamente, es tratada no como “madre” sino como “mujer”. Como ya hemos visto, el énfasis está en la mutua adopción de una por otra de ambas figuras. En consecuencia, la escena otorga una especial representación dramática a la constitución no de la antigua familia de origen sino de la nueva familia de solidaridad en el ministerio y misión de Jesús.

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