jueves, 26 de abril de 2018

Problemas de género



THEODORE W. JENNINGS, JR. 
Cleveland: Pilgrim Press, 2003

 www.pilgrimpress.com
La subversión de las categorías de género que surgen para caracterizar elementos de la tradición de Jesús no es característica de la temprana comunidad Cristiana como un todo.
Seguramente la tradición contada puede ser ya discernida en la literatura Paulina y predomina en la posterior comunidad Cristiana: una tradición que ajusta al Cristianismo más y más a las expectativas del rol de género tanto de la normativa del Judaísmo como de la Roma pagana. 
Alguna ambivalencia circunda esta aproximación en las letras de Pablo. La teología bautismal de Gálatas 3:28 en la cual Pablo afirma (o coincide con la tradición independientemente existente) de que “No hay ya...varón o hembra; porque todos sois uno en Cristo Jesús” parece bastante consistente con la subversión de género que aparece, por ejemplo, en lo dicho en el Evangelio de Tomás: Nº 22: “Cuando haces a los dos uno... y cuando haces al hombre y a la mujer uno y el mismo, así que el hombre no sea hombre ni la mujer mujer... entonces entrarás en [el reino]”.
 El pasaje de Gálatas, ya sea que refleja la visión de Pablo o de aquellos de la comunidad, es consistente con los elementos que hemos encontrados en la tradición de Jesús. Pero el tema no termina aquí. En un oscuro pasaje de 1 Corintios, Pablo parece refrendar cierto grado de discriminación en el rol de géneros. Afirma explícitamente que la mujer debe tener su cabeza cubierta cuando oran en público mientras que el hombre no, y que el hombre debe tener el pelo corto mientras que la mujer debe usarlo largo. Aquí los argumentos de Pablo parecen basarse tanto en distinciones fundamentales entre los sexos como en los fundamentos de estas diferencias en naturaleza o costumbres universales. Lo que es quizás más sorprendente es que luego en la misma carta Pablo aparece apoyando el silenciamiento de la mujer en la vida de comunidad (1 Cor. 14:34-35). A pesar del hecho de que el pasaje de 1 Corintios 11 parece presuponer que la mujer habla en las congregaciones (aún cuando debe observar ciertas líneas al hacerlo), aquí Pablo parece sostener que a la mujer no se le permite realmente hablar en la vida de la congregación. Esta distinción en el rol del género se convierte en opresión del género. A causa de la aparente contradicción entre 1 Corintios 14 y la fórmula bautismal de Gálatas 3:28 o aún en la situación presupuesta en 1 Corintios 11, el silenciamiento de la mujer en 1 Corintios 14 se ha interpretado a veces como una posterior inserción derivada de las tradiciones de la comunidad post Paulina en la cual la conformidad de los rasgos distintivos de la normativa del Judaísmo y del paganismo Romano está bastante más avanzada. Una ilustración del avance de esta tradición conformista está disponible en la carta atribuida a Pablo pero que ciertamente ha sido producida luego de su muerte:
Así pues quiero que los hombres oren en todo lugar, levantando las manos puras, sin ira ni discusiones. Asimismo, que las mujeres se presenten en hábito honesto, con recato y modestia... La mujer aprenda en silencio, con plena sumisión. No consiento que la mujer enseñe ni domine al marido; si no que se mantenga en silencio pues el primero fue formado por Adán después de Eva, y no fue Adán el seducido, sino Eva que seducida incurrió en la trasgresión. Se salvará por la crianza de los hijos si permaneciere en la fe, en la caridad y en la castidad, acompañadas de la modestia. (1Tim.2:8-15) Aquí podemos ver la manera en la cual la insistencia sobre la conformidad en el rol del género (1Tim. 2:8-9) fácilmente se volvió una justificación para la subordinación de la mujer y para la defensa de los privilegios del género masculino (vv.11-12).
Esto es incuestionable en la tradición Paulina y pseudo Paulina, más que en la tradición de Jesús, que ha tenido una mano sobre el desarrollo del Cristianismo clásico. 
(En la parte 3, encontramos una tensión similar entre estas dos tradiciones con respecto a los que deben ser los valores del matrimonio y la familia).
 Los elementos más radicales de la tradición de Jesús son simplemente direccionados y finalmente silenciados a favor de intentar colocar a la Cristiandad dentro de la conformidad con los valores sociales y culturales respetables del subsiguiente mundo helenista. 

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