lunes, 23 de abril de 2018

¿Puede un Cristo gay salvar a los “normales”?



THEODORE W. JENNINGS, JR. 
Cleveland: Pilgrim Press, 2003

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Cuando se analiza un texto del Nuevo Testamento,
 no sólo es necesario preguntarse qué dice el texto o que interpretación va a corroborar, sino plantearse también la cuestión de cual es la importancia de una determinada lectura para la comunidad cristiana que se considera a sí misma, en alguna medida, responsable del texto. 
Nuestra lectura del texto ha mostrado, que los episodios referidos al discípulo amado por Jesús, se entienden mejor si se supone que la relación entre Jesús y este discípulo, tenía un carácter homoerótico, del cual se podía suponer inclusive una expresión sexual. Este tipo de lectura no solamente no hace violencia a dicho pasaje, no sólo ilumina lo que habría sido dejado en la oscuridad al ignorar el carácter erótico de la relación, sino que resulta coherente con el punto de vista del texto en su totalidad. 
Pero si una lectura, que podría llamarse lectura gay, tiene sentido e ilumina el texto de una manera que otras lecturas no hacen o no pueden hacer, entonces cabe preguntarse qué significaría una lectura semejante para una comunidad que entiende que éstos textos son de alguna manera reveladores de la situación humana ante Dios?
 Esta lectura del texto hace obviamente imposible, para los que se imaginan a sí mismos seguidores del Jesús descrito en este texto, perpetuar instituciones heterosexistas y homofóbicas. A pesar de que una enorme brecha cultural separa las relaciones sexuales con alguien del mismo sexo, en el siglo uno, de aquellas relaciones que llamamos gay o queer a comienzos del siglo veintiuno, el texto del Evangelio de Juan sugiere que Jesús tenía una relación con otro varón, y que hoy podría designarse como “gay”. 
La actitud continuada de muchas iglesias que se niegan a incluir a gays, lesbianas y bisexuales cristianos, negándoles, no sólo la dignidad de mostrarse abiertamente y celebrar sus relaciones, sino que los excluye también del ministerio en sus comunidades cristianas. Esto es un impresionante ejemplo de la manera en que la iglesia puede colocarse en directa oposición al mismo Jesús. Semejante oposición por supuesto no es algo nuevo en la iglesia. En su historia, la iglesia se ha aliado muchas veces con los ricos y poderosos en contra de aquellos que Jesús llamó sus hermanas y hermanos. La iglesia ha sido un baluarte de las instituciones que practicaron la esclavitud y el racismo, instituciones que otros reconocen como absolutamente contrarias al pensamiento del Hombre de Galilea. En casi todas las instancias, la iglesia continúa cerrando las puertas a las mujeres, que podrían servir en pie de igualdad con los varones, a pesar de la evidencia que presentan los Evangelios, de un Jesús que predicaba todo lo contrario. La trágica historia de la iglesia ofrece abundantes ejemplos de la iglesia en franca oposición con el camino indicado por Jesús, el camino atestiguado en los Evangelios. Pero la marginalización y denigración de los que tienen relaciones sexuales con personas del mismo sexo, es especialmente irónica, dado que en el Evangelio de Juan aparece una clara tendencia a sugerir que el mismo Jesús estaba comprometido en una relación análoga. Gays, lesbianas y bisexuales cristianos pueden encontrar una cierta validación cuando se sugiere que Jesús bien pudo experimentar el tipo de atracción, deseo y placer que también son parte de su experiencia, especialmente cuando estos cristianos tuvieron que soportar la denigración y descalificación en su propia iglesia. Pero gays, lesbianas, bisexuales y transgéneros cristianos no necesitan suponer que Jesús era gay para encontrar en él un compasivo defensor. Después de todo, a pesar de la ideología racista y esclavista con la que se presentó a Jesús a los afroamericanos, muchos de ellos siguen reconociendo en Jesús un aliado en la lucha contra la deshumanización. La clara tendencia de la imagen de Jesús en el Evangelio, es dar ayuda y consuelo a los que luchan contra la injusticia y la victimización, inclusive cuando esa injusticia y victimización son practicadas por los intérpretes oficiales de la tradición de Jesús. Que muchos gays y lesbianas se sientan atraídos por la figura de Jesús y sigan adorándolo, no debe sorprender demasiado, a pesar de la penosa experiencia de muchos en las iglesias. Más aún, muchos gays y lesbianas fueron persuadidos por la indiferencia y el corazón pusilánime de los cristianos “liberales” y por la retórica homofóbica de los cristianos “conservadores”, que el cristianismo es hostil a su búsqueda de justicia y amor. La lectura que yo propongo, de la relación entre Jesús y el varón a quién amó, puede abrir el camino a una re-consideración de Jesús y las “buenas nuevas” que lo conciernen, aunque no para la cristiandad en su totalidad. ¿La lectura del Evangelio de Juan que yo propongo, es sólo una “buena nueva” que concierne a gays y lesbianas en el cristianismo? O de hecho ayuda también a iluminar nuestra existencia más allá de nuestra orientación sexual? Creo que la lectura que propongo de los textos, ilumina muchos aspectos de la vida relacional de las gentes, más allá de su orientación o preferencia sexual.
 Por eso preguntamos: ¿Hay en este texto algún significado, más allá del recuerdo histórico, que pudiera ser asignado a Jesús al presentárselo como amante de un amado? A primera vista pueden aparecer algunas dificultades. Primero, podemos suponer que hay algo inapropiado, en el hecho de que uno, quien se dice amante de todos, sea presentado también como amante de uno en particular, y en un sentido íntimo. ¿Jesús, como amante de uno en particular, estaría reñido con el Jesús amante de todos? Esta cuestión se nos plantea ahora. 
El otro punto, no se refiere al carácter del amor (en general y en particular) sino a la posibilidad de un amor específicamente sexual. ¿Esta posibilidad no invalida la “pureza” del amor que nosotros consideramos apropiado para uno que manifiesta el amor divino?¿Si un afecto particular no fuera incompatible con el amor divino, debería pensarse como teológicamente sospechoso un amor que en principio no niega la expresión específicamente sexual de ese amor? 
A pesar de que tenemos buenas razones para no asustarnos ante la atribución de sexualidad a aquel que para nosotros personifica el amor divino, pero seguramente, presentar la relación con matices de sexo entre dos varones, es inapropiado. Si Jesús fuera mostrado como alguien que tiene, lo que llamamos vida sexual, seguramente que esa actividad podría tomar la forma de una relación más convencional. ¿Y no lograría la sugerencia de una relación entre dos del mismo sexo, servir a la marginalización de la (presumible) mayoría heterosexual? Las teólogas feministas se hicieron la siguiente pregunta: ¿Puede un Cristo varón salvar a las mujeres? Nosotros podríamos preguntar: ¿Puede un Cristo gay salvar a los “normales”?  Tratamos estos temas, en un intento de dilucidar el significado que una reflexión teológica puede tener, cuando se sugiere el tema del Jesús como amante, y particularmente como amante de otro varón. Yo sigo manteniendo que esta sugerencia ilumina el significado de Jesús para todos sus seguidores, cualquiera fuere su orientación relacional o sexual.

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