viernes, 25 de mayo de 2018

La procreación no es un privilegio heterosexual


La mayoría de las iglesias cristianas identifica la homosexualidad con el puro placer, que amenaza la visión judeo-cristiana del matrimonio y la familia y viola la finalidad procreadora del matrimonio. 
Parte de la dificultad descansa en la separación entre placer y procreación. Esta separación es el resultado de la separación cristiana de eros y ágape y la subsecuente desvalorización del amor sexual como un valor en sí mismo en favor de la reproducción. Las críticas de los cristianos conservadores, de legislar para una sociedad doméstica y la bendición eclesial de las uniones del mismo sexo, sostienen que el propósito primario del matrimonio es la procreación. Puesto que translesbigays participan del hacer el amor no procreativo, no pueden casarse y participar del propósito procreador del matrimonio. Las uniones del mismo sexo son indignas de ser bendecidas porque no conforman a la norma procreativa del matrimonio que tiene la posibilidad de tener niños/as.
La Alianza Evangélica en el Reino Unido ha extendido recientemente esta línea de argumentación a la oposición a los matrimonios transexuales, tanto del mismo sexo o uniones de sexo opuesto. La Alianza Evangélica teme que el reconocimiento de matrimonios transexuales dentro de la Unión Europea quiera como consecuencia que se incorpore en la ley británica. Para la teología católica tradicional, la homosexualidad invalida la conexión entre los aspectos unitivos y procreadores de la sexualidad arbitraria. Es más, algunos católicos argumentan que el matrimonio del mismo sexo es “hostil a la regeneración del cuerpo femenino y al simbolismo de regeneración social a la que el cuerpo necesariamente está unido e históricamente, ha dado origen.” Este punto de vista enfatiza únicamente la capacidad de las mujeres de crear vida y la función procreadora del matrimonio, pero finalmente esta perspectiva sostiene las nociones patriarcales de matrimonio,no respetando la elección reproductiva de las mujeres, el control de sus cuerpos, y su vocación por la ordenación. La procreación es el símbolo central del matrimonio cristiano y el la interrelación entre sexo, matrimonio y procreación proporciona el fundamento para la condena moral de la homosexualidad. Es la base para interpretar las teologías de la alianza en las Escrituras hebreas y cristianas.La procreación, también, forma la norma central para juzgar las uniones del mismo sexo por no reunir las condiciones del matrimonio y a las familias queer como desviándose de las familias tradicionales. Aunque la sociedad y las iglesias tienen un interés absoluto en las relaciones estables, relaciones destinadas a la crianza de los niños, se niegan a reconocer que las uniones del mismo sexo puedan ser procreadoras y que familias de diferente estilo pueden tener expresiones procreadoras del amor. Sus definiciones restrictivas del matrimonio y la familia excluyen muchas configuraciones de relación y familia. El procreacionismo es una reducción teológica cristiana del propósito de la sexualidad humana a la reproducción. Desdeña todas las formas de expresión sexual excepto el coito pene-vagina dentro del matrimonio heterosexual. Un teólogo evangélico, Thomas Schmidt, escribe, “No podemos entender la homosexualidad simplemente como una variante de la sexualidad en la línea de pareja sin hijos o celibato. Es una expresión de la sexualidad contraria a la heterosexualidad, involucrando visiones opuestas de los valores interdependientes de reproducción, complementariedad y responsabilidad.” Para Schmidt y muchos otros cristianos, la sexualidad queer proclama una independencia del modelo procreador del matrimonio y así amenaza la definición cristiana tradicional de familia. Es irónico que el primitivo movimiento de Jesús, originalmente un movimiento anti familia, se ha tornado el defensor de la familia nuclear para lo cual muchos cristianos conservadores exponen bases bíblicas.
El debate de los valores familiares es un argumento ficticio que intenta incitar y excitar la oposición a las familias alternativas.
En su historia de familias en los últimos dos milenios y la creación de las familias modernas, Rosemary Radford Ruether observa, “Los valores familiares son un engañoso y parcializado término, usado por grupos que defienden un modelo particular de familia -específicamente, una basada en la dirección del varón y la subordinación de la mujer.”
Los valores familiares representan la política partidaria y las ideologías que apoyan la hegemonía masculina y la heterosexualidad ortodoxa. El debate actual remueven los valores familiares tradicionales de derecho político cristiano contra lo que etiqueta como las fuerzas “anti-familia”. Debajo del debate sobre los valores familiares tradicionales está la asunción engañosa que los queers y las familias son grupos mutuamente exclusivos, puestos separadamente sin ninguna imbricación. Muchas iglesias invalidan nuestras familias como invisibles o abominables. En un contexto cultural más amplio, el derecho cristiano ha hecho un ataque programático a las mujeres trabajadoras; a los derechos reproductivos; y a familias de minorías étnicas y raciales, a queers y a pobres, bajo el eslogan de “los valores tradicionales de la familia.” Sus argumentos promueven una mentalidad antisexual, disimulada por la retórica de “los valores familiares.” La derecha cristiana sospecha que estamos subvirtiendo la familia nuclear que es la piedra de base de la sociedad teocratita. La mayoría de las iglesias demanda que la familia no puede sobrevivir ante la abierta presencia social de homosexuales, lesbianas, bisexuales y transexuales. En los años ochenta, el historiador gay Dennis Altman escribió lo siguiente sobre la amenaza real: “Son los homosexuales quienes están explorando las fronteras en busca de nuevas posibilidades. La preocupación creciente de la sociedad en su conjunto con respecto al sexo, el colapso de creencias y normas viejas, significa que el mismo estado fuera de la ley del homosexual lo hace a el o a ella modelo de nuevas posibilidades que tienen el significado para otros.”
Las personas queer dejan al descubierto el mito de la familia nuclear como único modelo de familia, y sus esfuerzos de resignificar la familia engendran una amenaza increíble porque desafían lo asumido por las costumbres sobre lo que constituye la familia y pluralizan la noción de la misma. Así como el privilegio procreador es usado para definir y restringir el matrimonio, también se usa para definir y restringir lo que constituye una familia. En Bowers v. Hardwick, Justice Byron R. White concluye, “No se ha demostrado ninguna conexión entre familia, matrimonio, o procreación por un lado y la actividad homosexual por el otro.”  Justice White erróneamente basa su decisión legal en lo que él considera las antiguas tradiciones de procreación del matrimonio y la familia dentro de Judaísmo y la Cristiandad. Así, el privilegio procreador apuntala la noción cristiana de matrimonio y familia, pero es interpretada ampliamente para los heterosexual y estrechamente aplicada para negar la pervivencia social y religiosa de las relaciones queer. Así el procreacionismo se torna la doctrina política de los valores tradicionales de la familia. Se niega a entender cualquier variante de la sexualidad fuera del matrimonio. La mayoría de las iglesias cristianas se niega a entender la homosexualidad como una variante de sexualidad en la línea de la pareja sin hijos o del celibato. Las iglesias sancionan el matrimonio de parejas heterosexuales infecundas o de parejas que piensan permanecer sin hijos y así son lógicamente incoherentes cuando usan la doctrina del procreacionismo a negar el reconocimiento legal y eclesial de las parejas del mismo sexo. Muchos matrimonios que practican alguna forma de control de la natalidad no creen que deben estar abiertos a la procreación cada vez que hacen el amor. Para muchos cristianos conservadores, la sexualidad queer es una expresión de la sexualidad contraria a la heterosexualidad, ofreciendo un visión independiente opuesta a los valores de la reproducción, la complementariedad y la responsabilidad. Se usan a menudo el cumplimiento personal y la reducción de la sexualidad humana al placer como cargos contra queers a quienes se acusa de no comprometerse con la procreación y por ello violan o se independizan de los designios creadores de Dios. Este cargo resulta de un procreacionismo estrecho que restringe la procreación a un biologisismo y la reproducción literal de vida humana. La sexualidad humana es mucho más que la conexión biológica de cuerpos. El procreacionismo no es la procreación, ya que esta, sostendré, incluye la reproducción humana pero no está limitada a esto. Incluye las nociones de reproducción social, renovación y transformación. Los argumentos protestantes para limitar la definición de matrimonio resultan de la noción de complementariedad de los sexos mezclada con la norma bíblica de la alianza. Los argumentos católicos en el matrimonio, por otra parte, son principalmente dibujados por la tradición de la ley natural de la sexualidad humana. Esa tradición mantiene la teoría de la fontanería de los órganos sexuales: el pene en la vagina es la forma natural de comunicación sexual porque los órganos sexuales “encajan bien” y fueron pensados para ese propósito. Los argumentos protestantes y católicos para limitar el matrimonio padecen de literalismo: un fundamentalismo bíblico o una ley natural literal. Los dos fallan en entender ya sea la cualidad metafórica de tradiciones bíblicas o las dimensiones metafóricas de sexualidad humana. Los dos no hacen las dimensiones metafóricas e inclusivas de la procreación humana dentro del amor sexual. No discuto el valor de las familias o del matrimonio cristianos y su procreación, pero adelanto el argumento para bendecir las uniones del mismo sexo (así como las uniones transgénero) y doy la bienvenida a las familias queer ensanchando la noción de procreación. Acusar a las uniones del mismo sexo como incapaces de transmitir la vida no significa que no afirman la vida, ni que producen vida. Las uniones de translesbigay, sin embargo, pueden ser alianzas que son amorosas como las uniones de las parejas heterosexuales. 
Las uniones heterosexuales no son las únicas relaciones pactadas que procrean. De hecho, las uniones del mismo sexo pueden ser procreadoras y regeneradoras y merecen el reconocimiento social de matrimonio y familia como se dan el lujo de serlo las parejas heterosexuales en las iglesias. La procreación no es un privilegio heterosexual, y la noción protestante de pacto bíblico y la teología de la ley natural católica pueden ampliarse para incluir la procreación queer. Durante años los translesbigays han formado relaciones comprometidas y estables. Ahora están exigiendo el reconocimiento oficial de la sociedad para sus uniones, los beneficios de la convivencia, la adopción y la custodia de los niños.
Estos son temas oportunos de justicia para las iglesias, llamándolos a revisar en que posición están con respecto a los cristianos queer y sus familias. La gente queer tiene un derecho básico de una vida íntima así como el derecho básico de la conciencia.

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