viernes, 25 de mayo de 2018

Las uniones del mismo-sexo naturalmente procreadoras


Históricamente, las teologías católicas y anglicanas acerca de la sexualidad invocan la ley natural como ley no escrita, sino inscripta en la creación. Estas teologías de la ley natural son, a menudo, nada mas que reduccionismo biológico y no abren la sexualidad a sus dimensiones verdaderas. Uno de los teólogos morales católicos más creativo en el siglo XX fue André Guindon que contextualiza las relaciones sexuales dentro de la noción de fecundidad sexual. La fecundidad sexual incluye la dimensión de la tradición cristiana que se entiende como procreación y mucho más. Guindon no reserva la noción de procreación sexual humana, principalmente, para el matrimonio heterosexual, sino que la aplica a los célibes y a los gays y las lesbianas. Explora la posibilidad de que el lenguaje sexual de gays y lesbianas (yo incluiría también a las personas transgénero y bisexuales) pueda ser procreador o fructífero para la comunidad humana. Guindon cambia la discusión de la homosexualidad como actos, para atender al discurso gay/lésbico, y al contexto del lenguaje sexual fructífero proporciona los criterios para comprender el lenguaje sexual queer como fructífero: Con el abordaje de la fecundidad humana, enfocamos la tarea de cada individuo de crecer, a través del lenguaje sexual, hacia la propia completud. Por lo tanto, en el caso de gays y lesbianas, el problema ético principal descansa en su deseo (o renuencia) para lograr la verdad de su existencia expresándose creativamente a la luz de sus opciones de vida y discerniendo sabiamente los medios apropiados. Si la tarea moral consiste en vivir la propia verdad, o dar sentido a la propia vida, entonces estamos llegando finalmente a asir, en este abordaje, la pregunta crucial de un proyecto ético para lesbianas y gays. Guindon no descarta la capacidad de gays y lesbianas de comunicarse sexualmente pero señala un déficit en la falta de retroalimentación con el otro sexo: Para ser fructíferas las relaciones sexuales entre los seres humanos, se presuponen la igualdad y la diferencia... Las relaciones sexuales fecundas entre los seres humanos, entonces, también presuponen la diferencia, donde el otro sea realmente otro. La otredad es la condición básica de una reciprocidad real. El otro es, por definición, uno que es diferente de mí, por consiguiente uno que puede desquiciarme, perturbame, asombrarme, desafiarme. El conflicto, su negociación a través de la interacción y la conciliación, es la propia ley de moral del desarrollo.... Todavía, la otredad del otro en el diálogo sexual varón-mujer, lleva dentro un potencial para el auto-descubrimiento de la propia humanidad del varón y la mujer, que no está presente en la otredad de las relaciones con el mismo sexo. La otredad del otro desafía a cada compañero/a en sus asunciones sobre el sexo opuesto. Las relaciones del mismo sexo, según Guindon, corren el riesgo de perder gradualmente el sentido del misterio del otro con sus diferencias, conflictos y negociaciones. Aquí los argumentos de Guindon se caen abruptamente de lo que era un prometedor desarrollo en la teología moral. Si Guindon hubiera tenido la oportunidad de hacer una exploración en profundidad de las relaciones del mismo sexo y entrevistar a varios compañeros, habría descubierto que hay un fuerte sentido de otredad dentro de cada integrante de la pareja. La otredad no es específica del género sino del compañero/a. Las parejas, sean de sexos opuestos o del mismo sexo, siempre corren el riesgo de perder el sentido de otredad cuando se quiebra la intimidad. Los compañeros de vida, en las relaciones del mismo sexo describirán a menudo su crecimiento en la amistad, intimidad y comunidad. Ellos también reconocen la necesidad de darle el espacio a cada compañero para que pueda ser el o ella misma. Las vidas reales de las parejas del mismo sexo rompen con los argumentos tradicionales de otredad y complementariedad biológica. El fracaso para reconocer una gama amplia de expresiones de género y diversidades se vuelve un obstáculo para entender las nociones psicológicas de otredad y complementariedad. Guindon señala la necesidad de los queers de adoptar tres estrategias morales de desarrollo para compensar lo que su lenguaje sexual no propicia automáticamente. Primero, los queers necesitan aprender y dialogar desde diferentes voces. Pueden hacer amistades íntimas a través de los límites del género y las preferencias sexuales; sin embargo, no pueden descifrar el lenguaje sexual del sexo opuesto. Guindon reconoce que el diálogo entre los sexos también contiene componentes y modalidades que no son sexuales, y argumenta que es saludable extender el mundo de la propia experiencia para incluir relaciones con los que no son gays o lesbianas. Sin embargo, no entiende las relaciones íntimas cariñosas que desarrollan entre mujeres heterosexuales y varones gays o las relaciones de lesbianas con varones heterosexuales. El diálogo entre los sexos puede ser mas avanzado y desarrollado en algunas modalidades dentro de la comunidad queer, que dentro de algunas partes del mundo heterosexual, donde, a menudo, se imponen los roles de género sexistas en las relaciones entre los hombres y mujeres. Algunos queers realmente tienen un trato mas fácil con la gente transgénero o intersexo, las diferencias amenazan a menudo a los varones heterosexistas. Segundo, para Guindon, muchos queers necesitan romper algunos de los elementos disfuncionales de la existencia del ghetto para desarrollar una identidad interna y un ego fuerte. La solidaridad del grupo queer ofrece un espacio cultural dónde muchos translesbigays han podido aceptar su orientación sexual y recuperarse del daño ocasionado por una sociedad del homofóbica. Aunque generalmente estoy de acuerdo con la necesidad de salir de la existencia del ghetto, sugiero que sea por razones de transformación social y supervivencia de los queer ante la violencia de extremistas religiosos. La tercera estrategia relativa consiste en abrirse a crecer. La apertura al crecimiento requiere autenticidad e integridad; requiere “comming out,” (visibilizarse) hacer visible la praxis sexual queer en el mundo. Guindon señala que esta última estrategia moral terapéutica es igualmente aplicable por las personas heterosexuales. Los heterosexuales también necesitan aprender a dialogar con las voces diferentes de gays, lesbianas, bisexuales, y las personas transgénero, y necesitan salir de sus propios modelos patriarcales de jerarquías de género y opresión homofóbica. Guindon admite que las parejas del mismo sexo “que permanecen en sociedad, generalmente, lo hacen por la fuerza de su amor mutuo y su atención y debido a una fidelidad sexual muy cualitativa y correlativa.” Reconoce que las parejas del mismo sexo pueden representar al amor gratuito: Las personas gay (lesbianas/bisexuales/transgénero) cuyo lenguaje sexual es fructífero en la fidelidad al compañero, en el perdón a sus enemigos y en la compasión de los oprimimos ha dominado, de hecho, en el arte del amor sexual de una manera que sólo puede construir la comunidad cristiana. Celebran el amor con una gratuidad que testifica, de hecho, que su amor es amor cristiano.  Guindon ha extendido la noción de fecundidad sexual de una definición literal de procreación a una procreación metafórica. Desafía la tradicional errónea interpretación biologicista de la invitación de Dios a participar en la creación. El nacimiento de la descendencia es uno de las muchas posibilidades de procreación. Forjar una alianza y una relación sexual también es validada por la inclusividad de su amor, su capacidad de compasión y de promocionar de justicia. El eticista cristiano James Nelson sigue una línea de pensamiento similar localizando el significado religioso en las uniones sexuales: “La sexualidad es una señal, un símbolo y un medio de nuestro llamado a la comunicación y la comunión.... El misterio de nuestra sexualidad es el misterio de nuestra necesidad de extender la mano para abrazar a otro física y espiritualmente. La sexualidad expresa la intención de Dios de que encontramos con nuestra auténtica humanidad en la relación.”La procreación no incluye meramente la concepción de niños sino, también, servicio y esfuerzos creativos para la humanidad. La procreación humana incluye elementos de confianza, solidaridad, y relaciones honestas. Para Guindon, la fecundidad sexual de una pareja, sea heterosexual u homosexual, ha de incluir el ministerio compasivo con los privados de derechos, involucrarse en una organización de servicio a los enfermos de SIDA, voluntariado de ayuda a los necesitados, la lucha por los derechos civiles y por la justicia. Dorothee Soelle, igualmente, extiende la procreación humana más allá de la vida social: “La tierra es un planeta sexual, y nosotros lo afirmamos celebrando la verdadera riqueza del ser humano, amando y haciendo el amor. Nos conectamos eróticamente con el mundo.” La procreación humana también participa en la creación y la renovación del mundo natural; también incluye la justicia medioambiental. Translesbigays pueden expresar una visión de la vida que reafirme la sexualidad, el género y la libertad. Las praxis sexuales queer deben gozar obviamente de una cierta visibilidad para tener impacto social. Esto significa que las parejas cristianas del mismo sexo necesitan estar fuera del armario para ser procreadoras, para tener un impacto en la comunidad cristiana y desafiar a la sociedad para que cambie. Cuando las relaciones del mismo sexo son bendecidas, ¿pueden alcanzan su potencial procreador dando testimonio de la presencia de Dios a la comunidad? Permanecer ocultos no evita la procreación; sólo estrecha y restringe la potencialidad sacramental. Contrariamente a cualquier implicación de los argumentos de Guindon, yo mantendría que la fecundidad de las relaciones del mismo sexo no esta en segundo lugar con respecto a la fecundidad heterosexual. Las nuevas tonalidades del lenguaje sexual queer brindan una crítica a los significados culturales dominantes de sexualidad y género. Al ser modelo de una paridad correlativa, las uniones cristianas del mismo sexo pueden criticar relaciones que son patriarcales, despóticas, abusivas y disfuncionales. Las uniones del mismo sexo saludables tienden a ser igualitarias, cooperativas, flexibles, recíprocas, sensuales y comunicadoras de la justicia-amor del testimonio bíblico. Estas relaciones de alianza construyen la comunidad cristiana y brindan el fundamento para un transformador cambio social que conduzca al reino de Dios. Las uniones queer proporcionan un mojón para el cambio cultural, si la inclusión cultural y la diversidad reemplazan los modelos de exclusión sexual y las relaciones de poder entre los géneros. Ellos pueden ser mojones abiertos de lo que las Escrituras hebreas imaginan como alianza, o de la comunidad prevista en la práctica del reino de Dios realizada por Jesús.

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