martes, 26 de junio de 2018

Homosexualidad ¿Un bien o un mal?


Por el Rvdo. Dr. William Countryman
Profesor de Nuevo Testamento en la Church Divinity School of the Pacific
Berkeley, California (EUA)
Como hemos visto, algunos intérpretes sostienen que Génesis 2:24 prohibe o condena la orientación homosexual o las relaciones sexuales entre personas del mismo sexo. He demostrado aquí que su interpretación "creacionista" es improbable e inconsistente. En otra parte he demostrado que las Escrituras cristianas, tomadas en su totalidad, no ven a la homosexualidad como algo intrínsecamente pecaminoso. (L. William Countryman, Dirt, Greed and Sex - Sexual Ethics in the New Testament and Their Implications for Today. Philadelphia (EUA): Fortress Press, 1988.) Pero si la homosexualidad no es necesariamente pecaminosa, ¿significa esto que es necesariamente buena? En cierto sentido sí. Dios dijo que toda la creación era buena, incluyendo su aspecto sexual. La homosexualidad es en realidad buena en el mismo sentido en que toda sexualidad es buena. Es uno de los profundos dones con que Dios nos dotó desde el principio. Es el don de deleitarnos, de maravillarnos, de conectarnos uno con otro, el don de trascender, el don de humanidad. Imaginen una especie similar a la nuestra en inteligencia, destreza e inventiva, pero diferente a nosotros en ese aspecto: ¿podría tal especie no sexual ser humana--o algo que se aproxime al ser humano?

En el sentido ético, los actos sexuales entre personas del mismo sexo no son buenos ni malos en sí mismos. Se vuelven buenos o malos en términos del contexto y del espíritu que los anima. Jesús estableció sólo dos principios fundamentales de moralidad; ambos involucraban al amor. Hemos de amar a Dios con todo nuestro ser, y hemos de amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos. Todas las demás leyes, más detalladas o específicas, dependen de estos dos mandamientos. Si no lo hacen no poseen real autoridad. Los actos sexuales, homosexuales o heterosexuales, son buenos cuando están unidos al amor por Dios, por nosotros mismos y por nuestro prójimo: no sólo por el "prójimo" con el que compartimos la cama, sino por todos que se comprometen realmente en tales actos. Son malos cuando violan estos criterios--cuando ellos implican que alguien, Ud. o su pareja o cualquier otro individuo, no tenga real importancia, o cuando sustituyen el amor de Dios por algún otro valor, tal como el "éxito" sexual, la gratificación o la seguridad.

El arte cristiano de amar se regocija en la igualdad de sus componentes, y anima la confianza no sólo de un individuo hacia otro sino a lo largo del mundo del que forman parte. El arte cristiano de amar disfruta honestamente de la sexualidad y de la forma de adorar a Dios. Si la sexualidad es realmente, como sostiene Génesis 2, un elemento clave del trabajo de Dios en nosotros, gozar de ella con amor es alabar y servir a Dios. Homosexual o heterosexual, si Ud. está buscando una aproximación a la moralidad sexual basada auténticamente en la creación, nada puede ser más bíblico que esto: goce de los dones que le han sido dados con amor, y agradezca al Creador por su gran bondad y con un amor que lo incluya a Ud. y, de la misma manera, a su prójimo. Eso será suficiente.

Este manuscrito fue publicado originalmente en inglés por Integrity, una organización para la gente gay/lésbica Episcopal (Anglicana) en los Estados Unidos de América. Fue traducido al español por Otras Ovejas.

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