Por el Rvdo. Dr. William Countryman
Profesor de Nuevo Testamento en la Church Divinity School of the Pacific
Berkeley, California (EUA)
Berkeley, California (EUA)
La sexualidad es una parte importante del ser humano. Esta es quizá una de las pocas afirmaciones en cuanto a la sexualidad en que la mayoría de los cristianos hoy pueden estar de acuerdo. Cuando comenzamos a buscar pautas éticas de como los cristianos deben entender y vivir su común y humana sexualidad, encontramos una serie de discrepancias. No es éste un fenómeno moderno; en este punto tampoco los primeros cristianos concordaban. En la antigüedad el mayor debate era sobre el matrimonio--muchos negaban que éste fuera deseable o aún permitido para los cristianos. En nuestros días el foco del debate ha cambiado. Hoy se centra en la homosexualidad. ¿Es la orientación homosexual una condición humana "legítima", o se trata de una enfermedad o pecado--o, por lo menos, una evidencia del estado de la humanidad después de la "caída"? ¿Son los actos sexuales entre personas del mismo sexo necesariamente pecaminosos? Si lo son, ¿por qué? Si no, ¿cuándo son ellos moralmente aceptables y cuándo no lo son?
Probablemente la mayoría de nosotros crecimos creyendo que la orientación homosexual es una cosa mala y que los actos sexuales entre personas del mismo sexo son pecado. No nos cuestionábamos estas afirmaciones ni estábamos debidamente equipados como para cuestionarlas (como pasa a menudo en tales casos). Todos dependemos, en muchas áreas de nuestra vida, de las opiniones recibidas; nadie tiene el tiempo, la energía o la inteligencia necesaria para cuestionar todo asunto a través de los fundamentos que lo sostienen. A veces, el modo de pensar o las opiniones recibidas llegan a ser inadecuados. La gente plantea objeciones que tales opiniones no pueden responder con efectividad. Un número considerable de personas comienzan a cuestionar esas opiniones recibidas, a tal punto que todos, eventualmente, debemos participar y unirnos en el proceso de replanteamiento. Y si aún así decidimos eventualmente que las opiniones recibidas eran correctas, debemos repensar desde nuevas perspectivas.
En el tema de la homosexualidad la mayor parte de la discusión se centra en averiguar qué es lo que las Escrituras tienen o no que decir sobre el tema. Dada la importancia de la Biblia para nuestra fe, esto parece ser justo y correcto. Sin embargo, una dificultad se presenta en nuestro camino: los autores bíblicos escribieron originalmente para su época, no para la nuestra; escribieron en términos que ellos y sus receptores originales podían entender. Las suposiciones sobre la sexualidad, sin embargo, varían mucho de una cultura a otra y de una época a otra. Un buen ejemplo sobre esto es el modo en que las ideas sobre el status social de la mujer han ido variando a través del correr de los años. En el mundo de los escritores bíblicos las esposas y las hijas eran un tipo de propiedad familiar. Hace cien años, aún en el mundo occidental, las mujeres sufrían notables desventajas legales. Durante este siglo la igualdad entre las mujeres y los hombres se ha ido reconociendo crecientemente. ¿Cuáles serían los roles de las mujeres cristianas en esta nueva (y cambiante) situación social? No tiene sentido pensar en extraer una respuesta simple y directa de las Escrituras. Ellas fueron originalmente dirigidas a personas cuyas presuposiciones básicas sobre las mujeres eran radicalmente diferentes de las nuestras. En vez de ello debemos de encontrar formas de abordar la Biblia en lo que respecta a los principios fundamentales para ser humano y para la fe--y ver de qué manera los podemos interpretar para nuestros propios tiempos.
¿Cómo podemos interpretar la Biblia si queremos hablar de la homosexualidad con todo lo que conocemos de ella actualmente? Un modo sería ver los pasajes que se refieren específicamente (o, en algunos casos, se ha creído erróneamente que se referían) a las relaciones sexuales entre personas del mismo sexo o de orientación homosexual. Hice justamente eso en un libro Dirt, Greed, and Sex (Fortress Press, 1988; SCM Press 1989). El libro trata ampliamente a la ética sexual en las Escrituras. La primera parte, "Dirt" (suciedad, impureza, inmundicia) analiza la ética de la pureza en la Biblia e incluye un análisis de los pasajes que se refieren (o a veces parecen referirse) a la homosexualidad. No puedo incluir todo el planteo aquí, pero puedo resumir sus conclusiones. Los pasajes del Antiguo Testamento que condenan las relaciones sexuales entre varones (no hay ninguna referencia a las mujeres), lo hacen sólo por un motivo: el que tales relaciones eran categorizadas como inmundas (el término técnico es "abominación"), y se oponían al código de pureza de la antigua Israel. El Nuevo Testamento, sin embargo, deja de lado y relativiza la importancia religiosa del código de pureza. Jesús dijo que la única pureza importante era la del corazón, no la del cuerpo. Pablo vio a los actos sexuales entre personas del mismo sexo como inmundos, pero no como pecaminosos. Dice, en un pasaje muy claro con respecto a la pureza: "Yo sé, y confío en el Señor Jesús, que nada es inmundo en si mismo; mas para él que piensa que algo es inmundo, para él lo es" (Romanos 14:14). Si observamos los pasajes que se refieren específicamente a la homosexualidad, las Escrituras Cristianas, tomadas en su totalidad, no ofrecen ninguna base para ver a los actos sexuales entre personas del mismo sexo como intrínseca o invariablemente pecaminosos.
Algunos teólogos, sin embargo, han abordado de diferente modo la cuestión. En vez de analizar los varios textos que tratan explícitamente sobre los actos sexuales entre personas del mismo sexo, prefieren partir de un pasaje muy distinto. Ese pasaje, ellos piensan, resolverá todos nuestros problemas sobre ética sexual, homosexual o heterosexual, al menos si estamos preparados para entenderlo como ellos lo hacen. El pasaje forma parte del segundo relato de la creación en Génesis, el que nos habla de la creación de Adán y Eva. En una traducción moderna dice así: "Por eso deja el hombre a su padre y a su madre y se une a su mujer, y se hacen una sola carne" (Génesis 2:24, BJ). Estos teólogos interpretan el pasaje diciendo que Dios, al crearnos, también creó un solo modelo de moral sexual para todas las personas: el modelo de la monogamia heterosexual de por vida. Este modelo, dicen, forma parte del orden creado; no está sujeto a cambios de una cultura a otra o de una era histórica a otra. Y eso no permite ninguna variación.
Esta afirmación puede parecer intrínsecamente improbable. Es estar extendiendo demasiado el alcance de un versículo. Ud. podría aún preguntarse si todo aquel que no haya desde entonces llegado a tal conclusión podría encontrarla allí. Yo también me lo pregunto; pero déjame hacer, tan fuerte como sea posible, el argumento a favor de esta interpretación--entonces pregunte si realmente es válido tal argumento.
Probablemente la mayoría de nosotros crecimos creyendo que la orientación homosexual es una cosa mala y que los actos sexuales entre personas del mismo sexo son pecado. No nos cuestionábamos estas afirmaciones ni estábamos debidamente equipados como para cuestionarlas (como pasa a menudo en tales casos). Todos dependemos, en muchas áreas de nuestra vida, de las opiniones recibidas; nadie tiene el tiempo, la energía o la inteligencia necesaria para cuestionar todo asunto a través de los fundamentos que lo sostienen. A veces, el modo de pensar o las opiniones recibidas llegan a ser inadecuados. La gente plantea objeciones que tales opiniones no pueden responder con efectividad. Un número considerable de personas comienzan a cuestionar esas opiniones recibidas, a tal punto que todos, eventualmente, debemos participar y unirnos en el proceso de replanteamiento. Y si aún así decidimos eventualmente que las opiniones recibidas eran correctas, debemos repensar desde nuevas perspectivas.
En el tema de la homosexualidad la mayor parte de la discusión se centra en averiguar qué es lo que las Escrituras tienen o no que decir sobre el tema. Dada la importancia de la Biblia para nuestra fe, esto parece ser justo y correcto. Sin embargo, una dificultad se presenta en nuestro camino: los autores bíblicos escribieron originalmente para su época, no para la nuestra; escribieron en términos que ellos y sus receptores originales podían entender. Las suposiciones sobre la sexualidad, sin embargo, varían mucho de una cultura a otra y de una época a otra. Un buen ejemplo sobre esto es el modo en que las ideas sobre el status social de la mujer han ido variando a través del correr de los años. En el mundo de los escritores bíblicos las esposas y las hijas eran un tipo de propiedad familiar. Hace cien años, aún en el mundo occidental, las mujeres sufrían notables desventajas legales. Durante este siglo la igualdad entre las mujeres y los hombres se ha ido reconociendo crecientemente. ¿Cuáles serían los roles de las mujeres cristianas en esta nueva (y cambiante) situación social? No tiene sentido pensar en extraer una respuesta simple y directa de las Escrituras. Ellas fueron originalmente dirigidas a personas cuyas presuposiciones básicas sobre las mujeres eran radicalmente diferentes de las nuestras. En vez de ello debemos de encontrar formas de abordar la Biblia en lo que respecta a los principios fundamentales para ser humano y para la fe--y ver de qué manera los podemos interpretar para nuestros propios tiempos.
¿Cómo podemos interpretar la Biblia si queremos hablar de la homosexualidad con todo lo que conocemos de ella actualmente? Un modo sería ver los pasajes que se refieren específicamente (o, en algunos casos, se ha creído erróneamente que se referían) a las relaciones sexuales entre personas del mismo sexo o de orientación homosexual. Hice justamente eso en un libro Dirt, Greed, and Sex (Fortress Press, 1988; SCM Press 1989). El libro trata ampliamente a la ética sexual en las Escrituras. La primera parte, "Dirt" (suciedad, impureza, inmundicia) analiza la ética de la pureza en la Biblia e incluye un análisis de los pasajes que se refieren (o a veces parecen referirse) a la homosexualidad. No puedo incluir todo el planteo aquí, pero puedo resumir sus conclusiones. Los pasajes del Antiguo Testamento que condenan las relaciones sexuales entre varones (no hay ninguna referencia a las mujeres), lo hacen sólo por un motivo: el que tales relaciones eran categorizadas como inmundas (el término técnico es "abominación"), y se oponían al código de pureza de la antigua Israel. El Nuevo Testamento, sin embargo, deja de lado y relativiza la importancia religiosa del código de pureza. Jesús dijo que la única pureza importante era la del corazón, no la del cuerpo. Pablo vio a los actos sexuales entre personas del mismo sexo como inmundos, pero no como pecaminosos. Dice, en un pasaje muy claro con respecto a la pureza: "Yo sé, y confío en el Señor Jesús, que nada es inmundo en si mismo; mas para él que piensa que algo es inmundo, para él lo es" (Romanos 14:14). Si observamos los pasajes que se refieren específicamente a la homosexualidad, las Escrituras Cristianas, tomadas en su totalidad, no ofrecen ninguna base para ver a los actos sexuales entre personas del mismo sexo como intrínseca o invariablemente pecaminosos.
Algunos teólogos, sin embargo, han abordado de diferente modo la cuestión. En vez de analizar los varios textos que tratan explícitamente sobre los actos sexuales entre personas del mismo sexo, prefieren partir de un pasaje muy distinto. Ese pasaje, ellos piensan, resolverá todos nuestros problemas sobre ética sexual, homosexual o heterosexual, al menos si estamos preparados para entenderlo como ellos lo hacen. El pasaje forma parte del segundo relato de la creación en Génesis, el que nos habla de la creación de Adán y Eva. En una traducción moderna dice así: "Por eso deja el hombre a su padre y a su madre y se une a su mujer, y se hacen una sola carne" (Génesis 2:24, BJ). Estos teólogos interpretan el pasaje diciendo que Dios, al crearnos, también creó un solo modelo de moral sexual para todas las personas: el modelo de la monogamia heterosexual de por vida. Este modelo, dicen, forma parte del orden creado; no está sujeto a cambios de una cultura a otra o de una era histórica a otra. Y eso no permite ninguna variación.
Esta afirmación puede parecer intrínsecamente improbable. Es estar extendiendo demasiado el alcance de un versículo. Ud. podría aún preguntarse si todo aquel que no haya desde entonces llegado a tal conclusión podría encontrarla allí. Yo también me lo pregunto; pero déjame hacer, tan fuerte como sea posible, el argumento a favor de esta interpretación--entonces pregunte si realmente es válido tal argumento.
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