Catecismo urgente para gays

En nuestros días, ensombrecidos por un incierto olvido de Dios y ese  relativismo(cultural, teológico, moral, sociológico…) tan diametralmente opuesto a la capacidad de relativizar impulsada por el Evangelio, los cristianos, que valoramos nuestra fe como dádiva preciosa del Padre, nos vemos sujetos a los mismos vaivenes y vientos de espurias doctrinas que remecen a quienes, sin haber mamado de nuestras ubres espirituales, habitan un mismo mundo y luchan, en muchas ocasiones codo con codo con los discípulos de Cristo, por fundar los cimientos de una tierra nueva, sembrando en nuestro suelo las primicias –justicia, paz, fraternidad- para una creación más perfecta y humana y, por ello, más de Dios.

Los cristianos gays no vivimos ajenos a este desconcertante fluir en la historia de la humanidad. Si acaso, nos hallamos más zarandeados que nuestros prójimos de otra orientación sexual y afectiva, dado que a nosotros se nos continúa atacando desde diferentes instancias (la moral, la medicina, la religión…) y colectivos (Iglesias, partidos políticos…), con el pertinaz fin de hacernos caer en el error para que nos veamos a nosotros mismos como enfermos, aberraciones, pecadores o, en general, seres defectuosos. Pecadores somos, pero no por ser homosexuales, ni por practicar nuestra homosexualidad.

A consecuencia de todos estos embates, muchos de nuestros hermanos homosexuales han abandonado si no la fe, sí al menos su práctica comunitaria, con lo cuál el don de Dios, sin el adecuado cultivo, corre el riesgo de agostarse y desaparecer en los recovecos más oscuros de nuestro ser.

Muchos de nuestros hermanos gays y lesbianas han abandonado la fe.