martes, 28 de agosto de 2018

Los arquetipos como posibilidad de inculturación del evangelio en Eugen Drewermann 1


1. Introducción 

En el siglo pasado se ha producido una sensibilización con respecto al tema de la evangelización intercultural. Después de que durante varios siglos se cometió graves errores en las misiones practicando la imposición forzada de la fe, la transportación de la cultura occidental, acompañado por cierta presunción de superioridad, se incurrió a la desarticulación insensible y arrogante de las otras culturas y formas religiosas, etc., gracias a las protestas de las propias culturas evangelizadas, a la crítica de la ilustración y de varios teólogos y misioneros se ha cobrado conciencia de lo delicado y problemático que es el encuentro entre el evangelio y la cultura. Delicado porque los errores cometidos en el pasado comprueban que el encuentro entre el evangelio, formado en la cultura occidental, y una determinada cultura puede violar la cultura que se pretendía salvar, lo cual no sólo supone un grave daño humano, sino además contradice a la propia esencia del evangelio. No ha sido el tantas veces denunciado sincretismo que ha alterado el evangelio, sino la alteración ya estaba en las malas maneras de las misiones. Bajo el término de la "inculturación"1 se investiga en la actual misiología las posibilidades para enfrentar este problema. 

1.1 Aproximación al tema y planteamiento del problema

La propuesta básica de la inculturación consiste en términos generales en un proceder mucho más sensible frente a la cultura que se pretende evangelizar. Al principio estaría el intercambio, el encuentro afectivo y un proceso de conocimiento profundo de la cultura correspondiente. Luego, el misionero o la comunidad local (a la que ahora se da más importancia) se sumerge en dicha cultura y comienza a expresar su fe cristiana con las formas de la misma. De esta manera el evangelio llega a formar parte también de dicha cultura. Ahora se ha insertado y puede convertirse en una fuerza renovadora y purificadora de esa cultura. 
Con el resultado de que tanto la cultura evangelizada como la Iglesia universal quedarían enriquecidas. La pregunta que en el marco de este trabajo nos interesa es la por los presupuestos comunes que permiten una auténtica inculturación que ni viole la cultura ni altere la esencia del evangelio. ¿Cuáles son, si es que existen, las estructuras antropológicas, las experiencias primitivas y las disposiciones religiosas comunes? Es la pregunta por la conciliación entre la teología de la creación y la soteriología. Tornos, haciendo referencia a Evangelii Nuntiandi, Nº 63, habla de tener que usar el "lenguaje", los "signos" y los "símbolos" de dicha cultura para comunicarle el evangelio. Evidentemente, tal proceder - si no quiere ser un mero acto de camuflaje - sólo es posible, si por debajo de la superficie de las diferentes expresiones culturales concretas existen realmente estructuras antropológicas universales que permiten tal communicatio idiomatum del evangelio. El proyecto teológico de Eugen Drewermann ofrece una interesante propuesta que en este trabajo pretendemos presentar. Es más, el teólogo alemán no solamente propone tal proyecto, sino demanda literalmente una "vuelta hermenéutica al mundo de los arquetipos",5 pasada en una interpretación simbólica de la Biblia, en la que la psicología profunda sería la herramienta adecuada para articular las verdades teológicas.

 1.2 El punto de partida, o el proyecto teológico de Drewermann

Habiendo pasado por las escuelas de Kierkegaard, Freud, Jung y Sartre, Eugen Drewermann sostiene, si se quiere llamarlo así, una radical teología de la creación, enfatizando en que la verdad religiosa, o sea la revelación divina, no habita fuera del hombre, sino básicamente dentro en su propio alma.6 En los arquetipos del inconsciente humano, que se desarrollaron a lo largo de los millones de años de la evolución humana a partir de las situaciones vitales, se encuentran todas las imágenes de salvación a modo de estructuras psíquicas que esperan ser reactivadas. Tal proceso de abrir el inconsciente hacia la conciencia sería una auténtica revelación en la que el encuentro con Dios siempre estaría aparejado del encuentro consigo mismo; o sea la religión sería un proceso integrativo. No es posible pasar de largo la crítica que Drewermann dirige a la institucionalización de la religión, porque ha provocado una exteriorización y objetivación de la religión que en esencia siempre es interna y subjetiva. Por eso, para Drewermann una auténtica inculturación debería comenzar con que el propio portador7 del evangelio comenzara con reintegrar aquellas partes exteriorizadas y objetivadas en forma de instituciones eclesiales que presumen ser portadoras y administradoras de una revelación y verdad externa. Para este proyecto Drewermann echa mano de la enseñaza de los arquetipos de C. G. Jung.

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