martes, 28 de agosto de 2018

Los arquetipos como posibilidad de inculturación del evangelio en Eugen Drewermann 2


2. La teoría de los arquetipos de C. G. Jung

 Según Ernst Bloch ha sido San Agustín el que habló por primera vez del arquetipo haciendo referencia del eidos platónico.Aunque las intuiciones de Agustín, ante todo en relación con la memoria en el libro X de sus Confessiones, son considerables, pero generalmente se ha entendido más bien en sentido de símbolo/signo. La comprensión de los arquetipos como facultas praeformandi (M. Velasco9 ) de las partes inconscientes de la psique humana se debe a la escuela de la psicología profunda que al principio del siglo pasado fue desarrollado por Sigmund Freud y Carl Gustav Jung. Veremos en la brevedad demandada por este trabajo, y antes de pasar a la recepción crítica en Drewermann, tanto la crítica que se ha dirigido hacia la escuela de la psicología profunda y la teoría de los arquetipos, como las posibilidades de una fundación científica de la misma. El concpeto de los arquetipos surge en relación con el descubrimiento del inconsciente (colectivo) por la escuela de la psicología profunda.Según Drewermann Jung simplemente postula la tesis de que "en la psique del hombre debe haber un gran número de imágenes que predisponen la conducta individual y colectiva de la sociedad, cultura y religión de modo decisivo". Para fundamentar tal tesis Jung se apoya por ejemplo en observaciones de animales y en la historia de las religiones. Jung concluye: detrás de la diversidad cultural y de la aparente divergencia en la expresión religiosa existe una analogía psíquica, una afinidad de estructuras básicas que se hacen patentes en la analogía de las imágenes, sueños, mitos, etc.

2.1 La psicología y los arquetipos ante la crítica

 Cualquiera que se acerca a la teología de Drewermann, a los arquetipos y a la psicología profunda, más tarde o temprano llega a plantearse la pregunta de por qué la actual teología - a pesar de algunas excepciones - prácticamente en su totalidad está pasando de largo estas aportaciones tan interesantes y prometedoras. A parte de que en general se ha cuestionado el carácter científico de la psicología profunda, de parte de la teología se reprende la teología de Drewermann acusándola ante todo de gnosticismo, de falta de historicidad y de restar importancia a la dimensión maligna de la constitución humana. 

2.1.1 Los arquetipos y los teólogos

Una de las acusaciones frente a los arquetipos y a la interpretación de las verdades teológicas con ayuda de la psicología profunda es la del gnosticismo. La teología que siga tal hermenéutica incurriría irremediablemente en una religión de auto-salvación.Si lo que en la teología se llama salvación está tan estrechamente relacionado con los arquetipos, y si éstos de verdad forman parte de la estructura psíquica del hombre, entonces - y así opinan tales teólogos - el hombre no necesita a Dios para redimirse, sino podría rescatarse a sí mismo. La salvación sería un proceso de obtener un estado de conciencia superior. Frente a esta crítica Drewermann enfatiza en que ciertamente es así que el hombre lleva las eternas imágenes de salvación, a modo de arquetipos en su alma. Pero éstas jamás pueden sustituir el encuentro con el Tú absoluto de Dios, es más son los arquetipos los que conducen al hombre hacia tal encuentro. Además, la psicología profunda siempre ha constatado la necesidad de un tú de confianza para rescatar al hombre de su estado de angustia y ensimismamiento. Otra crítica sospecha de que la teoría de los arquetipos ejercería una excesiva confianza en la constitución humana y no tendría en cuenta la necesidad de que también los arquetipos humanos necesitan ser redimidos. Es decir restaría importancia a la teología del pecado .original.Esta crítica es la más fácil de desmentir, ya que el mismo Drewermann no deja de advertir constantemente acerca de la ambivalencia de las imágenes de la psique humana y del daño que precisamente un uso inconsciente y colectivamente descontrolado puede causar. Finalmente se ha enmendado la teología de Drewermann por su supuesta falta de historicidad. Con los arquetipos, los mitos y la psicología profunda Drewermann únicamente tendría en cuenta aquellas verdades eternas del alma, aquello que siempre se da pero que a lo mejor nunca fue, aquella ubicuidad de las imágenes salvíficas que a lo mejor nunca ocurrieron de verdad. Frente a está supuesta pérdida de lo histórico los teólogos se aferran al postulado de la historicidad concreta del acontecimiento salvífico en la historia humana. Drewermann responde ante este crítica con la sencilla pregunta de por qué y con qué derecho se reduce el concepto de historia a los últimos dos milenios de la historia de la Iglesia, y a lo mejor se extiende a la historia de Israel, pero no se tiene en cuenta los millones de años en los que a lo largo de su evolución fueron constituidos las imágenes salvíficas en la psique del hombre. No es esto una indebida reducción de la historia precisamente de aquellos teólogos que tanto se remiten a ella. Para el tema de nuestra trabajo encontramos aquí una punto crucial, ya que parece que de la superación de lo que G. E. Lessing llamó el "garstigen Graben der Geschichte" (el enorme abismo de la historia) depende la posibilidad de superar también el abismo intercultural. En cuanto al tema de la inculturación deberíamos hablar - con palabras de Lessing - del "garstigen Graben der Kulturen" (el enorme abismo entre las culturas).Igual como a Drewermann le sirven los arquetipos para salvar la distancia histórica, para nuestro tema pueden servir para salvar la distancia cultural.

 2.1.2 La pregunta por el carácter científico 

 Los arquetipos están ubicados en la psique, o sea en el inconsciente humano. Por tanto la crítica contra la psicología profunda, ciencia que parte de la existencia del inconsciente humano, cuestiona asimismo la teoría de los arquetipos. Willy Obrist ha recogido en su libro este problema, en el que desarrolla detalladamente por qué y en qué sentido la psicología profunda se debe considerar una ciencia. Obrist comienza con constatar de que efectivamente, después de su descubrimiento del psicoanálisis no se produjo una recepción amplia por parte de las ciencias humanas y las correspondientes facultades. De la manera que la psicología profunda se desarrollaba, se estudiaba y se practicaba a menudo al margen de las facultades "oficiales". Esto ha dado pie a la formación de algunas escuelas extremas que todavía más dañaron a su imagen. Otro de los problemas que impidieron una mayor aceptación es el hecho de que cada psicoanalítico debe ser analizado él mismo por un análisis psicoanalítico antes de poder practicar. A lo largo de su libro Obrist pone de manifiesto cómo las ciencias naturales y culturales comprueban no sólo el derecho de ser de la psicología profunda, sino además la teoría de los arquetipos. Ante todo frente a la acusación de parte de los teólogos argumenta con la ampliación del concepto de lo empírico que desde los principios del siglo pasado incluye también las partes del inconsciente humano. De la manera que les devuelve la acusación de haberse estancado en una cosmovisión arcaica y ya superada. Una teología que no tuviera en cuenta el inconsciente humano está superado y debería formar parte del pasado.

2.2 Fundación científica de la teoría de los arquetipos 

 No es la primera vez en la historia humana que un descubrimiento inicialmente carezca de suficiente explicación y argumento científico. Así también en el caso de la psicología profunda y de los arquetipos. El mismo Drewermann reconoce el carácter especulativo de la teoría de Jung. Pero desde entonces la ciencia ha avanzado. Drewermann se sirve ante todo de la etología y de los avances en la investigación cerebral para fundamentar la teoría de los arquetipos jungiana.

 2.2.1 Desde la anatomía cerebral

 Drewermann propone que no se debería comenzar con aquellas partes del cerebro en las que está ubicado lo consciente, o sea la corteza cerebral, sino con el diencéfalo. Esta es la parte más antigua del cerebro humano. Se desarrolló a lo largo de los últimos 200-300 millones años. Es a su vez el órgano central para todas las reacciones emocionales. Su función principal es la memoria, no sólo en cuanto a la biografía personal, sino la memoria de las experiencias fundamentales de la propia especie. Todo el tesoro de los últimos 150 millones de años de la historia de los mamíferos se encuentra en el diencéfalo. Si se estimula partes de la corteza cerebral se producen contracciones de determinados músculos, es decir movimientos parciales. Pero la estimulación eléctrica de determinadas partes del diencéfalo produce conjuntos de movimientos coordinados. Estos son algo como programas de supervivencia, patrones de comportamiento o instintos que a lo largo de la evolución han servido para garantizar la reacción adecuada frente a las situaciones fundamentales de la vida. De la manera que Drewermann concluye: A nivel del diencéfalo disponemos de esquemas heredadas. Son imágenes tipificadas de las diversas situaciones vitales que preceden a cualquier contacto del individuo con el mundo exterior. Se desarrollaron a lo largo de la evolución de la especie y son esquemas arcaicas. Por su carácter tipificado y su alta importancia psíquica también se los puede considerar "símbolos" (o señales). Ahora es perfectamente posible hablar de los "símbolos arquetípicos" de C. G. Jung, que como auténtico "apriori" de la percepción y de la experiencia vital determinan toda psicología individual. Con lo cual, para Drewermann ya no cabe acusar la psicología profunda y la teoría de los arquetipos de falta de carácter científico. La investigación cerebral confirma las intuiciones de S. Freud y C. G. Jung.

 2.2.2 Desde la etología

También la etología, semejante como la investigación cerebral, le sirve a Drewermann, no sólo para apoyar científicamente la teoría de los arquetipos, sino ante todo para demostrar la universalidad de las preformaciones de la psique humana. Para nuestro tema de la inculturación parece importante ver que la etología ha enfatizado en la existencia universal de esquemas principales de comportamiento. Drewermann lo define así: Especialmente la universalidad de la conducta expresiva del hombre, como por ejemplo en los casos de la risa y la timidez, la vergüenza y la burla, la sexualidad y la agresividad, etc. investigado por I. Eibl-Eibesfeldt, habla a favor de una biológicamente fundada preformación arquetípica de la psique humana, frente a la cual las condiciones socioculturales sólo abortan unas modificaciones relativamente escasas de lo común en todos los lugares. Con todo Drewermann no pretende postular una antropología limitada a las partes del inconsciente, pero sí propone recuperar una teología que mantuviera el equilibrio entre diencéfalo y corteza cerebral, entre inconsciente y consciente, entre sentimiento y razón y entre imagen y palabra, entre mito y logos, etc.

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