martes, 28 de agosto de 2018

MIEDO Y LIBERTAD EN LA IGLESIA A PROPÓSITO DE EUGEN DREWERMANN


En dos artículos de este número se perfilan algunos trazos de la figura de Eugen Drewermann y se aborda su pensamiento: el de R. Schwager sobre el pecado original (Págs. 43-44;48) y el de A. Vergote sobre la relación entre religión, patología y curación (Págs. 26-28). Selecciones de Teología publicó en 1985 (n.° 96, Págs. 293- 303) un artículo con el título Exégesis y psicología profunda, perteneciente a la primera época de la fulgurante carrera de Drewermann, cuya lectura recomendamos. La obra del fecundo y polémico teólogo-psicoterapeuta alemán ha sido estudiada y valorada en los boletines y recensiones que J. Boada ha publicado en Actualidad bibliográfica (n.° 53 (1990) 4-32; n.° 55 (1991) 42-50; n.º 57 (1992)11-24; n.° 59 (1993) 5-33; n.° 62 (1994) 170180). El presente artículo se plantea, de entrada, las siguientes preguntas: ¿Cuál es la razón de fondo por la que Drewermann ha encontrado tanto eco en nuestro tiempo? ¿Qué fibra de nuestra sensibilidad ha tocado para que casi todo el mundo - teólogo, creyente y no creyente-, en Alemania y, en parte, también fuera de ella, se vea incapaz de sustraerse a la fascinación que ejerce su pensamiento? En el artículo de Ph. Julien, que extractamos a continuación de éste, se nos presenta el punto de vista de un psicoanalista que, sin dejar de ser crítico no puede disimular su simpatía por los objetivos que se propone Drewermann y por la valentía con que aborda la problemática actual. Angst und Freiheit in der Kirche. Ein theologischer Nachruf?, Theologie der Gegenwart 37 (1994) 136-143

La teología de Drewermann tiene algo importante que decir. Negarlo, por los problemas de política eclesiástica que ha suscitado, es ignorar el hecho de que sus ideas han despertado en muchas personas un nuevo interés por los planteamientos de la fe y en otras ha contribuido decisivamente a su desarrollo. La explicación de la fascinación que el pensamiento de Drewermann ejerce hay que buscarla en el análisis que él hace de la angustia. Es un análisis sincero, hecho desde la experiencia de fe, con ayuda de la psicología y de un enfoque moderno de la teología. Muchos tienen la impresión de que la Iglesia institucional anda hoy escasa precisamente de esa sinceridad. Para esto se necesita valor. Y esto, tanto si se trata del papel de la mujer en la Iglesia, en la que se encuentra en una situación de sometimiento, como del problema de la formación de los sacerdotes y del celibato. En estos y otros problemas que se plantean se experimenta a la Iglesia como una realidad que se aferra a sus posturas, las cuales difícilmente se ajustan a la manera moderna de concebir la vida. Por esto muchos llegan a la conclusión de que la misma Iglesia es presa del miedo. No tiene libertad para afrontar un futuro que haga posible una vida nueva. Muchos que aman a la Iglesia se contagian de ese miedo y se preguntan: ¿qué será de la Iglesia en el próximo milenio, si se encastilla en esa postura cerrada? ¿dónde está realmente viva todavía esa Iglesia? ¿no está muerta ya de miedo ante el futuro?

Es importante precisar por qué la Iglesia se opone tan frontalmente a la teología de Drewermann. Uno se pregunta si esto tiene que ver con el principio de Drewermann de entender la fe como ayuda para la vida. La teología de Drewermann no es homogénea. De hecho, últimamente, dando un giro a sus propias posiciones conciliadoras respecto a la relación entre su teoría psico-teológica y la fe histórico-salvífica del cristianismo, se ha situado en una perspectiva general de historia de las religiones, que parece dar la razón a sus críticos. Pero queda en pie su pregunta: ¿qué significado tiene la fe cristiana para los conflictos psíquicos fundamentales de nuestra existencia? ¿no radica ahí la superación de todos los miedos?

 La fe como ayuda para la vida 

Drewermann concibe la fe como ayuda decisiva para la vida, si es que la persona quiere dominar la angustia fundamental de su existencia con los problemas individuales y sociales anejos. Para el futuro de la humanidad, esa función de la fe es tan importante como el empeño en el campo político o científico. Si, con la ayuda de la fe, el ser humano no alcanza la integración personal, entonces no puede hacer frente ni a su propia angustia vital ni a los efectos destructivos de la misma en el belicismo que colea, en la irresponsabilidad respecto a la ecología y en la arrogancia tecnocrática. Sólo un equilibrio que, teológica y psicológicamente, integre y responsabilice es capaz de forjar el futuro de la humanidad.

 1. El poder del miedo. 
En su primera gran obra teológica - Strukturen des Bösen (Estructuras del mal) - describe Drewermann la fuerza destructora de la angustia. Todo ser humano tiene la exigencia de asumir la angustia insoslayable de su existencia. Ha de contar con la tensión entre finitud e infinitud, entre su conciencia de ser irrepetible y el saberse parte de un cosmos que evoluciona y no toma en cuenta su irrepetibilidad. En la conciencia de persona consiste precisamente la grandeza y la dignidad del ser humano. Pero, al mismo tiempo, conocemos mejor que las generaciones que nos precedieron cuán dependiente, cuán frágil biológicamente y cuán casual y marginal, evolutivamente hablando, es el ser humano. La problemática ecológica nos plantea la posibilidad de una naturaleza desnuda, sin seres humanos. Es, según Drewermann, tarea de cada uno enfrentarse a esa verdad y asumir el conflicto de la existencia. Pero esto tiene una dificultad y presupone madurez y orientación. Fracasar en la empresa es fácil. Ejemplo: el pecado de origen. La serpiente está en el paraíso para inspirar miedo: podría muy bien ser que la vida humana estribase en sí misma. La serpiente atiza la envidia del ser humano respecto a Dios: "Ha dicho realmente Dios que no podéis comer de ningún árbol del jardín?" (Gn 3,1). Esta exageración desmesurada descubre el mensaje subyacente de la serpiente a Eva: al prohibiros comer del árbol de la vida ¿no querrá Dios escatimaros la vida misma, prohibiros prácticamente todo? ¿no tendrá Dios miedo, miedo del ser humano, miedo de la auténtica vida? ¿es también él un mero esclavo del miedo? Al ser humano se le presenta así una situación desesperada: si hay que envidiar a Dios, si éste es su competidor, él ya no se halla cobijado bajo la sombra del Absoluto, sino que ese Absoluto es tan limitado como él. Ya no existe seguridad. Por consiguiente, en el proceso anónimo, puramente intramundano, de una evolución ciega, el ser humano ha de lograr por sí mismo, sin Dios, toda su seguridad. JOSEF RÖMELT

 2. ¿Un conflicto neurótico? 
Drewermann concibe este conflicto fundamental - neurótico, en términos psicodinámicos - como el plano inclinado por el que la humanidad, personal y socialmente, se desliza hacia el miedo. Si el ser humano pretende ser como Dios, ha de obtener a todo trance un equilibrio de vida, que está por encima de sus fuerzas. Ahí radica la fuente de la autodestrucción. Ahí hunden sus raíces la brutalidad, la agresión, la impotencia, la opresión y el odio. Brotan del suelo de un ser que pretende ser más de lo que es. Debatirse con el miedo - lo saben psicoterapeutas y pastores - significa duros y pertinaces combates. El miedo bloquea al ser humano y le pone en un callejón sin salida. Drewermann advierte que en ese bloqueo se dan cita la decisión libre y el desamparo. En la lucha de la vida, la persona no sabe a menudo qué hacer y se agarra a un clavo ardiente. ¿Quién va a negar esas relaciones fundamentales de la psicodinámica? Lo decisivo es que, para Drewermann, la fe es condición de posibilidad para escapar a las consecuencias destructoras de la angustia de la vida que nos quiere atenazar. La fe ofrece un espacio seguro que libra al ser humano de la tarea irrealizable de tener que dominar él mismo su propia vida. En la fe el ser humano se experimenta tal como es: definitivo y único, pero también transitorio, mortal y limitado. La fe cristiana concibe al ser humano como imagen de Dios, llamado en Cristo a la resurrección; limitado, pero redimido; pecador, pero liberado. ¿No es éste, incluso desde el punto de vista psicodinámico, el marco adecuado para que la persona alcance el equilibrio realista entre finitud e infinitud? 

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