miércoles, 29 de agosto de 2018

Otro Dios es posible - 2



Reflexiones desde Nicaragua sobre el cristianismo, el poder y las mujeres


 María López Vigil 

Segunda reflexión: en Nicaragua la religión se basa en el miedo

El miedo domina nuestra cultura religiosa. No lo admitimos, pero es así. Esto tiene una lógica histórica, ya que la idea de Dios que hoy tenemos nos llegó originalmente hace quinientos años con la conquista militar, con una invasión, y acompañada de amenazas, controles, represiones, castigos, torturas y muertes. Pero conviene saber que, aunque en Nicaragua este miedo ancestral a Dios está reforzado por los horrores de la Conquista, este miedo acompaña a toda la humanidad. 

Como humanidad, entramos al segundo milenio tras concluir el esfuerzo científico organizado más grande de nuestra historia sobre el planeta: completamos el genoma humano, identificando las "letras" en las que está "escrito" nuestro código genético, el de nuestra especie, Homo Sapiens Sapiens. Hemos descubierto ya cómo se replica la vida, constante y tenazmente, desde hace cuatro mil millones de años, desde las formas más simples, las de las bacterias, hasta las formas más complejas, las de los mamíferos, entre los que nos encontramos los Sapiens.

 En esta cadena de replicación de la vida mandan los genes, con sus cuatro letras que se recombinan una y otra vez para mostrarnos miles de millones de formas de ser humanos dentro de nuestra especie. Pues bien, un eminente genetista británico, Richard Dawkins, nos ha enseñado de la existencia de "otros" genes, los de la cultura humana, los que elaboran, transmiten y heredan los cerebros, los que mandan en nuestras ment es. Estos genes -él los llama memes (mems en inglés)- no son estructuras bioquímicas que se transmiten por la biología sino estructuras de pensamiento -ideas, valores, conceptos- que se transmiten por la cultura(Dawkins, 1994).

 Como los genes, los memes se recombinan, se seleccionan, aparecen y desaparecen, y unos prevalecen sobre otros. Dawkins explica que en el acervo mémico de la humanidad no hay meme tan universal y de tanta persistencia como el meme Dios. Y añade, preocupado, con justa preocupación, que no hay meme más persistentemente asociado al meme Dios que el meme infierno o castigo.

 Sí, le tenemos miedo a Dios. Y ese sentimiento nos paraliza y cuando nos mueve lo hace hacia el sacrificio, el ayuno, la penitencia, las promesas, la culpabilización. Nos impulsa a una adicción a la religión, como calmante que exorcice nuestros miedos. Le tenemos miedo a la omnipotencia de Dios. Dios todo lo puede, y creemos que usa su poder arbitrariamente. Para castigarnos. Le tenemos miedo a la omnisapiencia de Dios. Dios todo lo sabe y creemos que saber lo que piensa o decide hacer es inescrutable porque nadie dialoga con él y nadie lo controla. Le tenemos miedo a la omnipresencia de Dios. Dios está en todas partes, como un ojo fiscalizador, y creemos que ese estar no significa acompañarnos cariñosamente potenciando nuestra libertad, sino juzgarnos para controlarnos. Hasta para tomar venganza.

Tenerle miedo a Dios -y a su infierno- conduce a organizar la vida en función de premioscastigos, promesas-milagros, pecados-salvación, sacrificios-benevolencia. Este miedo nos impide pensar libremente y decidir autónomamente. Este miedo frena, en su misma raíz, la forja de ciudadanía y el desarrollo de una cultura democrática, porque en la democracia se descarta la arbitrariedad, se limita el uso de la represión y de la fuerza y se organiza la vida en función del respeto a derechos y a deberes. 

Este miedo nos hace irresponsables ante la historia, ante nuestra propia historia, ante la historia de nuestro país. Si de un Dios temible todo depende, nada depende de nosotros. Él es el único responsable, nosotros no tenemos responsabilidad. A quienes gobiernan y tienen poder y recursos, esta irresponsabilidad los hace insensibles a la miseria ajena. Y a quienes son gobernados y carecen de poder y de recursos, esta misma irresponsabilidad los hace fatalistas ante su propia miseria. Y nada cambia. Porque nada cambiamos. 

Es también por esta religiosidad anclada en esta arraigada idea de Dios que nuestra visión de la ley no nace de la legitimidad de la ley. La legitimidad se construye siempre mediante el diálogo y la relación entre iguales. Pero nuestro Dios no dialoga con nosotros. Decide arbitrariamente, se impone. ¿No nacerá de esta idea nuestra admiración por el macho“coyoles”, por el verde olivo, por los hombres “arrechos”, por los caudillos? 

Tenemos que reflexionar en cuánta medida el vincular el poder de Dios al castigo de Dios vincula, en nuestra vida cotidiana, el poder que tenemos y el que ejercemos al abuso del poder. Porque si creemos en un Dios todopoderoso que nos castiga, nos pone a prueba, hasta diríamos que goza con nuestro dolor porque exige nuestros sacrificios, también estaremos viendo cómo legítimo expresar el poder que tenemos sobre nuestros hijos no como responsabilidad amorosa sino como derecho al abuso, al castigo y a la violencia. De la misma manera, los hombres entenderán el poder que creen les atribuye una lectura a-histórica de la Biblia sobre las mujeres como un derecho al abuso, al castigo y a la violencia. 

Y diría algo más, que puede sonar demasiado audaz, hasta irreverente: ese miedo que le tenemos a Dios nos impide enfrentarnos a Dios, cuestionarlo, para llegar a la verdadera fe abandonando la religión por el atajo del "ateísmo". Un teólogo católico alemán, Eugen Drewermann, también sicoanalista, expresa esto muy lúcidamente al explicar por qué cree él que el ateísmo nos puede conducir al Dios verdadero:

 La mayoría de los seres humanos se agarran a la religión como el que está a punto de ahogarse se agarra a la cuerda que se le tiende. Se aferra a ella con todas sus fuerzas. La cuerda debe aguantar. Ella es la verdad. Si la cuerda llega a romperse, se abre un abismo. Por eso es esta religión y ninguna otra la que importa... Todo aquello en lo que se puede encontrar vida y seguridad depende de la cuerda y tiene que ser verdad.

 Pero, a veces, con la ayuda de esta cuerda, los hombres ponen pie en tierra. Entonces, ya tranquilos, abandonan la cuerda, porque ya tienen tierra firme bajo sus pies. Y lo hacen sin ser del todo conscientes de que es la tierra la que les proporciona seguridad. En eso, precisamente, consiste la religión verdadera: la mano de Dios que nos sustenta y no la cuerda a la que nos agarramos. 

La cuerda, la religión, no es más que una herramienta, un medio. La religión verdadera es sólo una confianza ante la que no encontramos palabras para definirla. El ateísmo quita la cuerda y le dice al hombre: ¿Cuándo dejarás de jugar a ser náufrago? La tierra está bajo tus pies, firme y segura, pero tú sigues aferrado a tu trauma. Hubo un tiempo en que creías que ibas a caer al fondo y ahogarte. Eso pasó hace ya muchísimo tiempo. Entonces eras un niño muy desgraciado y necesitabas seguridad. A esa exigencia de seguridad tuya es a la que ha respondido la religión por ti.... Buda lo expresó de una forma muy bella: mi religión, mi enseñanza no es más que una barca con la que se atraviesa el río. Llegados a la orilla, a nadie se le va a ocurrir tomar la barca y colocársela sobre la cabeza para llevársela, sino que se deja allí y se camina libremente (Drewermann, 1997, 165) 

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