Teórica y metodológicamente los estudios queer surgieron del encuentro entre una corriente de la Filosofía y de los Estudios Culturales norteamericanos, con el posestructuralismo francés, que problematizaron las concepciones clásicas de sujeto, identidad, agencia y identificación.
La palabra “queer” ha sido utilizada por primera vez en 1991 por Teresa de Lauretis, en la introducción a una edición de la Revista Differences. Su propuesta fue traducir los atributos políticos de transgresión para la academia, desde el movimiento queer que venía de las calles. En realidad, el queer recibe mucha influencia del feminismo, de los grupos anarquistas, de los movimientos sociales de izquierda y de la antiglobalización, de los grupos de rock, especialmente punk, que influenciaran sus premisas teórico-políticas.
Como lo ha explicado Louro , la palabra con todo el peso de su raridad, fue asumida por una vertiente de los movimientos homosexuales, precisamente para centralizar sus perspectivas de oposición y contestación. Para este grupo, queer significa ponerse en contra a la normatización, venga de donde venga. Lo que no significa ser lo queer un movimiento o una teoría identitaria. Está mucho más allá de este concepto, porque afirma lo pos-identitario que indica un cambio epistemológico muy significativo , pues no busca una nueva identidad o de que sea aceptado o integrado por la sociedad, pero sí representa “cuestionamiento y crítica.”
Lo queer puede referirse a una red abierta de posibilidades, lagunas, solapamientos, disonancias, lapsos y excesos de significado cuando los elementos constitutivos de género de cualquier persona, de la sexualidad de alguien, no tienen (o no pueden tener) un único significado. Desafía y cambia la heteronormatividad y dirige sus esfuerzos teóricos y analíticos a cualquier tipo de norma. Utiliza los conceptos, estrategias, cifras teóricas para discutir los desafíos y cambios paradigmáticos de la corporeidad.
En muchos artículos acerca de lo queer, se encuentra la definición del mismo como una teoría. Elijo la dirección que señala Louro, cuando afirma que “lo queer es un conjunto de saberes (va más allá de que como teoría recuerda la sistematización y estructura) y como disposición política.” Esto se da porque lo queer, juntamente con los estudios feministas, gays y lesbianos posibilita como desafíos a los saberes impuestos hegemónicamente y “han desafiado a los monopolios masculinos, heterosexuales, blancos de las Ciencias de la Educación, de las Artes, de la Ley, a las llamadas minorías se afirman y se autorizan a hablar de sexualidad, género y cultura.”
Por considerar la gran contribución de la teoría posestructuralista a lo queer y al feminismo es preciso mencionar el pensamiento de teóricos como Jacques Derridá y Michel de Foucault. De Foucault muy especialmente el primer volumen de la Historia de la Sexualidad. Como también es preciso mencionar a Deleuze y Guattari, naturalmente que haciendo las debidas diferenciaciones entre ellos y el pensamiento de Derrida. Autores estos que siguen como referencias con su gran contribución para los matices que pintan a la teoría queer en su cuestionamiento y a las normalizaciones presentes.
Otra importante referencia a la teoría queer es de la norteamericana Judith Butler. Uno de los aspectos relevantes de su obra es la deconstrucción de las “verdades” acerca de la sexualidad y los cuestionamientos al concepto binario de género. En su libro Cuerpos que importan ella lanza la pregunta: ¿En qué medida es el “sexo” una producción, un efecto forzado que fija los límites y a la vez regula los términos que confirman (o no) la validez de los cuerpos? Tal pregunta es fundamental para someter a debate lo que ha sido excluido de la esfera propiamente dicha del “sexo”, y posee un retorno perturbador que incide radicalmente en el horizonte simbólico según el cual unos cuerpos importan más que otros.
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