miércoles, 26 de septiembre de 2018

11-Reflexiones para una sociedad matriarcal moderna -Heide Goettner-Abendroth


Hasta aquí en las contribuciones de esta serie he presentado el orden social, la economía, la política, la espiritualidad y la cultura de las sociedades matriarcales. He descrito cómo estos modelos se pueden transponer como microestructuras a nuevas comunidades creativas que nacen desde movimientos alternativos. Se trata de amplificar estos pensamientos desde el nivel de la comunidad hasta el nivel de la sociedad como macroestructura, a modo de esbozo de un nuevo modelo social. No es el resultado de un abstracto “juego con perlas de vidrio” filosófico como pura utopía, sino que se fundamenta en los conocimientos de una forma social vivida durante milenios y reanuda esta experiencia de la historia humana. Al mismo tiempo se refiere a los problemas y calamidades de la presente situación social. Diariamente se destrozan relaciones sociales y culturas y se pierden valores sólidos, y en consecuencia cada vez más personas se ven reducidas a la miseria.

Acerca de la escala: El papel de la región

Pensando en una sociedad matriarcal tenemos que despedirnos de la idea actual de sociedad. El concepto “sociedad” significa para nosotros un recipiente que contiene las personas más diversas, grupos de intereses e instituciones, que son extraños entre sí y que compiten por el poder en el estado. A menudo se equipara “sociedad” con “estado”, y los estados, hoy en día, tienen la dimensión de estados nacionales o de superpotencias. El hecho de que se admira la magnitud tiene que ver con la ideología patriarcal del poder, de expansión y de formación de imperios (globales). En el modelo social matriarcal, el tamaño en sí no es un valor. Tienen preferencia unidades menores, que posibiliten una política transparente y cercana a las personas. No deben ser tan grandes que las personas ya no las comprendan y no puedan participar en sus decisiones, caso de los modernos estados y superestados. Tampoco deben ser tan pequeñas que el abastecimiento y la diversidad de artes y oficios no estén asegurados. Esta dimensión ideal la tiene la región. Las fronteras de una región no son arbitrarias como las fronteras estatales, sino que se determinan por las características y particularidades del paisaje y por las tradiciones culturales. Una sociedad matriarcal no excede su región y es una red de aldeas y ciudades pequeñas, sin jerarquía entre las ciudades y aldeas, ni ningún centralismo, pues cada población es políticamente autónoma. Son repúblicas de aldea o de ciudad, independientes las unas de las otras. Tal aldea-república se compone de uno o unos pocos clanes de afinidad electiva, los clanes simbólicos, que se organizan según los modelos que he descrito. Una ciudadrepública está compuesta de diferentes barrios que se comportan como una “aldea”, pues se componen de unos pocos clanes simbólicos. Con esto la transparencia está garantizada. Esto también limita el tamaño de la ciudad, que ya no tiene nada que ver con las ciudades gigantescas, que son una aglomeración casual de unos individuos agresivos, más o menos desarraigados y extraños entre sí multiplicados por millones. Una ciudad matriarcal es, en cambio, una estructura bien ordenada, pues no solamente los clanes simbólicos de los distintos barrios tienen relaciones políticas mutuas sino también los diferentes barrios, funcionando según los modelos de la política de consenso.

Política de consenso en la sociedad

Al formar una decisión, los modelos de la política de consenso matriarcal incluyen a cada persona y sólo permiten acuerdos por unanimidad. Son estos modelos los que determinan la dimensión de una sociedad matriarcal así como la estructura de las repúblicas de aldea y de ciudad. Pues la política de consenso se fundamenta en la cercanía de las personas y en la más estricta transparencia. La política real se hace en los clanes simbólicos. En ellos, todas las personas conviven por afinidad electiva y no como extraños competidores. De aquí salen las decisiones, y aquí vuelven las deliberaciones hasta que se encuentre la unanimidad también en los niveles más amplios. Cuando una aldea-república busca su consenso, empiezan en los clanes simbólicos, y el consenso se entiende como encontrado cuando los miembros de todos los clanes simbólicos han llegado a una decisión unánime, es decir, cuando todos los clanes simbólicos comparten la misma opinión. Con este fin, los delegados de los diferentes clanes simbólicos intercambian permanentemente información acerca del estado de las cosas en el consejo de la aldea, y de esa manera ayudan a encontrar el consenso. Cuando los clanes simbólicos de los barrios forman su consenso, actúan analógicamente. Si se trata de una formación de consenso en el ámbito de ciudad, el procedimiento se hace más complejo todavía: Ahora los delegados de los barrios se reúnen en el consejo de la ciudad e intercambian las informaciones. Si no se ha llegado al consenso, vuelven al consejo del barrio e informan allí a los delegados de los diferentes clanes simbólicos que, a su vez, vuelven a sus clanes simbólicos para que el asunto se reflexione de nuevo. Así van y vienen hasta haber encontrado el consenso en el nivel de la urbe. Buscando un consenso en la región el proceso vuelve a comenzar en los diferentes clanes simbólicos. Este proceso se transmite a través de los delegados de las diferentes aldeas y ciudades al consejo de la región, y va y vuelve las veces necesarias hasta que se haya logrado el consenso en toda la región. Es evidente que, con este procedimiento, la política de consenso como unanimidad de todos los miembros no se puede manejar más allá del tamaño de una región. Por eso, la región es la unidad política más grande. Todo que lo supera ya no corresponde a la medida humana. Obra contra los individuos humanos y los convierte en objetos y números que ya no tienen voz, como es el caso en las formaciones estatales centralizadas y demasiado grandes. Hay que comprender que la medida humana es limitada y relativamente pequeña. Cuando algún día valga de nuevo como referencia, ya no admitirá la gigantomanía actual, que imparable tiende de lo grande hacia lo cada vez mayor.

La base económica: El modelo de subsistencia

La unidad económica más grande es también la región puesto que la economía matriarcal es, por principio, una economía de subsistencia que funciona con autarquía local. Los productos se cultivan en las huertas y los campos que rodean las aldeas y pequeñas ciudades y son llevados a los mercados locales que garantizan el abastecimiento local. Es decir que no solamente las aldeas sino también las ciudades son poblaciones agrarias que dependen de su entorno. Éste tiene límites, por eso el tamaño de una ciudad es limitado. Ya sólo desde el punto de vista económico, en una sociedad matriarcal no pueden existir las ciudades gigantescas que explotan como vampiros su llamado “hinterland”, lo exprimen, lo convierten en una provincia pobre y, por si fuera poco, transportan sus mercancías de lujo por todo el mundo en aviones. La economía de subsistencia es el único sistema económico que puede poner fin a la explotación desenfrenada de nuestro planeta. Hoy en día es practicada todavía,mayoritariamente, en los países del llamado “tercer mundo”, especialmente en la horticultura de las campesinas que de esta manera alimentan a sus familias. Es resistente contra la comercialización de la agricultura en el agro-business global de las multinacionales alimentarias, que devastan regiones enteras con sus plantaciones. La economía de subsistencia se lleva a cabo a una escala limitada y se realiza mediante el trabajo manual intensivo, cuidando de la tierra. Tiene la medida humana y no la de las máquinas. En el nivel social, la economía de subsistencia significa que las aldeas y ciudades se alimentan de manera autárquica. Esto no supone que cada mujer tenga que convertirse en horticultora o cada hombre en agricultor. La diferenciación en especialidades profesionales se mantiene, especialmente en las ciudades. En los mercados de las aldeas y de las ciudades existe el comercio local. Además, hay una red de mercados en la región, en los cuales también se intercambian alimentos y productos artesanales. Pues la región es la unidad de abastecimiento más grande. Permite no sólo el intercambio de productos especializados, sino que ofrece también protección en caso de dificultades locales de abastecimiento. Es evidente, sin embargo, que la dimensión del derroche actual en las llamadas “naciones industriales” por un lado, y la depauperación galopante en los países del llamado “tercer mundo” por otro, ya no son sostenibles en este sistema económico. La economía de subsistencia reduce el consumo hasta llegar al nivel que la región es capaz de asumir. De este modo el tren de vida se hace más modesto. Esto es ecológico en su mejor sentido, pues como consecuencia de esta limitación, el paisaje tiene que ser tratado con cuidado. Al mismo tiempo es una política global en su mejor sentido, pues en los países pobres, las personas se quedan con los productos que obtienen de sus regiones, sin estar obligados a pagar impuestos, deudas o intereses a ningún inversor capitalista. De este modo, el mundo se puede volver a una medida normal, que es la medida limitada humana.

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