lunes, 24 de septiembre de 2018

4-Pasos hacia un modelo matriarcal-Heide Goettner-Abendroth


La relación entre las generaciones 

Igual que las sociedades matriarcales no conocen la “lucha de los sexos”, desconocen también la “guerra entre las generaciones”. No hay rebelión de los hijos contra sus padres, pues ésta significa una toma de poder patriarcal. Tampoco existe la competencia de las hijas contra sus madres, pues en ella importa el hombre, a través del cual se puede conseguir una pequeña parte del poder patriarcal. El abandono de los niños, igual que el aislamiento y la relegación de los mayores, no son tampoco rasgos de las sociedades matriarcales. 
En la estructura del matri-clan, cada persona está integrada y es mantenida de manera igual, independientemente de sus capacidades y sus fuerzas, y cada generación tiene su propia función social. Los niños son considerados como los antepasados reencarnados y por eso son sagrados. En la generación joven (aproximadamente de 20 a 40) la función social de las mujeres es el amor, la creatividad y la maternidad, aunque no hace falta que cada mujer sea madre, pues las hermanas practican la maternidad conjunta. La función de los jóvenes hombres es también el amor y la protección de las hermanas y los hijos de éstas. En la generación de los mayores (aproximadamente de 40 a 60), la función social de las mujeres es ocuparse del clan y dirigirlo, lo que comparten las hermanas con la matriarca expresamente elegida. La función de los hombres mayores es representar al clan hacia fuera como delegados y protegerlo en sentido político. En la generación de los más mayores (a partir de los 60), la función de las mujeres y hombres es venerar a los antepasados, guardar las tradiciones y transmitirlas a los más jóvenes, además, aconsejar a las matriarcas y los representantes del clan mediante el consejo de los ancianos. Ya que cada uno de estos cometidos o funciones es distinto – correspondiente a las diferencias de generación y sexo – no existe competencia entre las generaciones. Ninguna generación se ve obligada a quitarle algo a la otra, pues en el transcurso de su vida, cada mujer y cada hombre llega a ejercer las funciones correspondientes. Sólo es cuestión de tiempo y de las diferentes etapas de la vida. La expresión más bonita de este equilibrio entre las generaciones se da en las fiestas del ciclo vital, en las cuales se celebran las funciones y cometidos sociales de cada edad, incluido el sexo, en el nivel espiritual. 

Hoy: Matri-clanes simbólicos 

Muchos problemas del mundo occidental surgen de la atomización de la sociedad, que significa para las personas una individualización extrema, aislamiento y abandono social. Este modo de vivir ya no tiene futuro, por eso se hace muy importante formar comunidades nuevas y desarrollarlas. Éstas ya no siguen el principio de la consanguinidad, sino de la afinidad electiva, y forman matri-clanes simbólicos. La forma de organización consanguínea se encuentra hoy día en un estado de descomposición, después de haberse desfigurado históricamente en la familia extensa patriarcal y, más tarde, en la familia nuclear burguesa, con una profunda desigualdad de los géneros. La afinidad electiva, sin embargo, se determina por contenidos mentales, por lo que se podría llamar “parentesco espiritual”. Es más abierta que el parentesco por consanguinidad, pues no ata desde el nacimiento, sino que permite la libertad de elección intelectual. Sin embargo, es más vinculante que las comunidades de intereses con fines específicos, que surgen tan deprisa como vuelven a desaparecer. La afinidad electiva incluye una relación duradera con la obligación mutua de prestar ayuda, lo que sigue el modelo del clan consanguíneo. Por supuesto la afinidad electiva es un concepto muy general y no basta para formar una nueva comunidad matriarcal o reproducirla. Hay que añadir una forma organizadora que cimiente o describa la tendencia matriarcal igualitaria latente. Esta forma es el matri-clan de afinidad electiva o el “matri-clan simbólico”. Una comunidad actual se podría entender como un único matri-clan, o se podría dividir en diversos matri-clanes de aproximadamente diez a veinte personas, dependiendo de su tamaño. Al carecer de relaciones de consanguinidad, ¿según qué principio se forma un matri-clan? Lo que se mantiene en las nuevas comunidades es el hecho de que siguen siendo las mujeres las que dan la joven vida. Ellas forman como madre e hijo el grupo social elemental. Sin ellas no existiría la nueva generación, ni en las comunidades ni en la sociedad, y por consiguiente tampoco habría futuro. Las mujeres con hijos no sólo se ocupan de sí mismos, sino también de otros, y aquí está el principio de la constitución de un clan. Por eso son el centro desde el cual se forma el matri-clan simbólico, que se basa en la afinidad electiva.

 La formación de un matri-clan simbólico 

Hago aquí, brevemente, un boceto general de cómo se lleva a cabo eso: Al principio, una mujer (dos, tres mujeres) con hijos elige a sus “hermanas”, es decir, a algunas mujeres sin hijos que quieren compartir con ella la maternidad. Para los niños, todas estas mujeres se llaman “madre”, y para las mujeres todos estos niños son “hijos”. Como el grupo de hermanas es limitado, ofrece a los niños la proximidad e intimidad necesarias. De esta manera, todas las mujeres tienen “hijos”, y a la vez, cada una de ellas – también la madre biológica – tiene tiempo suficiente para desarrollar sus capacidades profesionales ya que comparten el cuidado de los niños. A lo mejor este grupo de hermanas encuentra un lindo nombre para su clan nuclear de afinidad electiva. En el paso siguiente estas “madres” eligen a los hombres que deben y quieren ser sus “hermanos” y los invitan a venir al clan. Estos “hermanos” no son los amantes, sino hombres que tienen la confianza del grupo de mujeres porque poseen muchas habilidades pro-sociales. Comparten ahora con las mujeres el cuidado de los niños, así que para cada miembro del clan de afinidad electiva aumenta el margen de maniobra para ejercer la profesión. Las “hermanas” y los “hermanos” forman un grupo de cooperación también respecto a su trabajo, en la medida de lo posible. De este modo, también todos los hombres tienen “hijos”, y surgen compromisos comunes. Es un principio de equilibrio que todas las personas en la comunidad sin excepción colaboran en el cuidado de los niños, pues cada persona ha recibido este cuidado en su infancia. Existe por consiguiente cierta obligación ética de ofrecer este servicio a otros. De este modo, la maternidad y la paternidad individuales, donde toda la obligación recae sobre algunos, son superados, al igual que la familia nuclear, sin que los niños tengan que vivir en un colectivo impersonal. Al mismo tiempo, se liquida el reparto de papeles patriarcal, según el cual las mujeres, siendo madres, tienen que cuidar de los demás. En nuestra sociedad ni siquiera son estimadas por eso, sino se desprecian porque hacen (deben hacer) un trabajo no remunerado. Guardería y jardín infantil son sólo un pequeño consuelo para una equivocación social de base. En el modelo del matri-clan simbólico la situación es diferente: La maternidad y las cualidades maternales son apreciadas, pues el comportamiento pro-social representa la norma para todos. Por eso, la formación del clan de afinidad electiva parte de las madres. Las mujeres, no obstante, no están limitadas a seguir este comportamiento supuestamente “femenino” y no son nuevamente relegadas a un rincón, aunque esté revalorizado. En el matri-clan está prevista la mayor justicia: Todas las personas participan en el cuidado de los niños. Al mismo tiempo, todos pueden disfrutar de las positivas experiencias emocionales y sociales relacionadas con esta tarea. Y todos tienen igualmente la posibilidad de desarrollar sus capacidades profesionales o de otro tipo. Al mismo tiempo, los niños están estupendamente integrados, pues tienen múltiples personas concretas de referencia. 

Matri-clanes simbólicos y relaciones amorosas

 De esta manera, en una comunidad pueden formarse varios matri-clanes simbólicos. Dentro de ellos, los miembros tienen la mayor confianza en los demás y se ofrecen mutuamente ayuda y seguridad, igual que una “hermana” y un “hermano” en el sentido ideal. No son tan estrechos como una familia nuclear, pero tampoco tan amplios como toda la comunidad. Tienen exactamente el tamaño idóneo para solucionar problemas sociales y psicológicos. Las relaciones amorosas en cambio tienen lugar entre los clanes, no dentro de ellos. Pues el amor mantiene su espontaneidad y su libertad más fácilmente si no está cargado con obligaciones. Asimismo, es problemático fundar en sentimientos y relaciones cambiantes un grupo estable que, además, tiene que proteger a los niños. Por eso, la estructura del matri-clan de afinidad electiva soluciona dos necesidades básicas de las personas, la de libertad en el amor y la de seguridad personal y recogimiento. En sociedades patriarcales no ha habido nunca soluciones para esto, sino solamente represiones. En las nuevas comunidades se podría aclarar, de este modo, la pregunta de si el amor debe de ser un asunto “privado” o una cuestión de la comunidad entera. La solución está en lo tercero, en el clan de afinidad electiva, donde el grupo de las “hermanas” y los “hermanos” aconseja, ayuda y ofrece seguridad. De ninguna manera se deduce de este modelo que las relaciones amorosas son solamente superficiales y cortas porque los amantes no viven y trabajan juntos. El hecho de que no viven en el mismo clan puede aliviar la situación en el caso de separación. Independientemente de esto, nada se opone a relaciones duraderas, todo lo contrario: Se pueden profundizar justamente porque no son mezcladas con las obligaciones cotidianas, sino que se pueden dedicar, libres de toda preocupación, a la belleza y espiritualidad del erotismo. Tampoco se desgastan tan deprisa porque el encuentro no es normal y banal, sino que cada encuentro se vive como algo especial. 

Las generaciones en el matri-clan simbólico

 Igual que las jóvenes madres han elegido a sus “hermanas” y “hermanos” y han formado de este modo el clan de afinidad electiva de dos generaciones, se amplifica a tres (o más) generaciones. Eligen a sus “hermanas mayores” y a sus “hermanos mayores” de entre los miembros de más edad de la comunidad. Estas mujeres y hombres mayores son consejeros/as y ayudantes muy importantes tanto para las distintas personas como para el clan en su conjunto, dadas sus vastas experiencias vitales. Además, todos los miembros del clan pueden elegir de entre este grupo a una matriarca (“Gran Madre”) y un sachem (“jefe de paz”) que representan al clan hacia fuera. Cuando todos los clanes de la comunidad se reúnen en la gran asamblea en la plaza mayor o en el ayuntamiento, son ellos quienes actúan como portavoces de sus respectivos clanes. De este grupo de los mayores se eligen también aquellos que forman el consejo de los sabios, pero esta vez lo hace toda la comunidad. Este consejo sirve a la comunidad en sus asuntos y, además, se le puede encargar la representación de la comunidad hacia fuera. Ya que los matri-clanes se basan en la elección, su estructura no es inmutable. Cada elección puede ser sustituida por otra nueva, no hay obligación de quedarse siempre con el mismo cargo ni de permanecer juntos. Se mantiene lo que da buenos resultados, y, aparte de eso, hay que tener en cuenta que cambian las fases de la vida de las distintas personas. Cada nueva elección, sin embargo, requiere la misma seriedad como la elección que ha constituido el clan para que no se produzcan caprichos ni el caos individual. Sería útil convenir un tiempo determinado para la convivencia y contraer así un compromiso de dos o más años. De todos modos, un matri-clan debería reflexionar y comprobar toda su estructura cada año y luego renovarla expresamente. Esto es la ocasión para una bonita fiesta anual, celebrando el gran trabajo innovador y social que todos aportan. 

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