jueves, 20 de septiembre de 2018

Abolir el patriarcado liberaría al hombre.


La primera ventaja de abolir el patriarcado para el varón es una mayor igualdad con el sexo femenino, liberándolo de aquellas fuerzas que sitúan al hombre en un estado constante de alienación.
En el orden patriarcal, la desigualdad es patente e innegable, siempre ligada a la violencia y a la ignorancia. Absolutizar este orden de cosas como el único posible, quedarse en la postura "realista" (descriptiva) y no dar el salto a la "utópica" (transformadora), reside en la creencia falsa de que tal estado de cosas es natural.

El varón es inferior a la mujer en el orden patriarcal, pues es esclavo de creencias como la de considerar naturales el egoísmo y la violencia, entre otras. Su dignidad ha sido vendida al mejor postor. Los varones que confían su destino a los poderes mundanos, a ideales excluyentes, a la esclavitud de la tradición, al individualismo narcisista, se convierten a sí mismos en títeres de poderes destructivos.
Sólo negando el orden patriarcal, la igualdad de derechos y la libertad real son posibles, pues patriarcado, ignorancia y violencia siempre van de la mano.

No dejaré de repetirlo hasta la saciedad: el varón es inferior a la mujer en el orden patriarcal, porque algún ser disfrazado de 'padre' le ha engañado diciéndole lo contrario.


El patriarcado infantiliza al hombre. La verdad se presenta en forma dogmática, incuestionable, incapacitando al hombre para la autocrítica, para el diálogo, para la humildad.

El patriarcado esencializa al hombre y a la mujer, los conceptualiza y etiqueta. Con ello limita el desarrollo de las capacidades personales para trascenderse y construirse a uno mismo en comunidad, para explorar el amplio abanico de posibilidades que ofrece la vida.

- El patriarcado enfrenta al hombre a sí mismo y al resto. El dicho de Hobbes "el hombre es un lobo para el hombre" se cumple a la perfección en el orden patriarcal. De hecho, patriarcado y violencia son una y la misma cosa. El utilitarismo conduce a la lucha constante y a la competitividad.

El patriarcado enfrenta al hijo con la madre, al hombre con la mujer, lo sitúa por encima de ellas, subvertiendo la relación filial madre-hijo, imposibilitando la igualdad de derechos. La figura del padre patriarcal, ya sea individual o social, actúa como sustitutivo, censor o negador de la autoridad materna, y en extensión, femenina.

- El patriarcado excluye a los varones matriarcales, tachándonos de blandos, traidores, calzonazos, herejes, radicales y maricones (en tono despectivo, ya me entendéis, con todos mis respetos por los homosexuales). Vaya, insultos semejantes a los dirigidos contra Jesús. Nosotros, en cambio, les estamos esperando pacientemente, deseando su libertad con los brazos abiertos.
El patriarcado intenta contagiar a las mujeres con la misma ceguera. Y lo ha conseguido con muchas de ellas, mediante mentiras institucionalizadas, analfabetismo, discursos alienantes, regalos-soborno, miedo, violencia y amenazas psicológicas, haciéndoles creer que ellas son las inferiores o que ya les conviene conformarse con estas reglas del juego.

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