miércoles, 19 de septiembre de 2018

La olla de oro: El método queer para la teología. Genilma Boehler-Conclusión


Cuenta la leyenda que al final del arcoiris hay una olla de oro. El que sigue este camino encuentra este tesoro. Recurro a esta ilustración porque me parece que ella muestra a la teología que el camino todavía no se ha terminado, que los discursos teológicos no lo dijeron todo. Al contrario, la posibilidad que tiene la teología de dialogar con la teoría queer, es como una mirada a un cielo azul después de la lluvia, que alumbrado por el sol,permite a los ojos contemplar la belleza de los colores del arcoiris con la esperanza de que hay una olla que guarda el tesoro de la inclusión y la diversidad.
Lo que quiero decir es que la Teología Queer, al encontrar en el postidentitario una de sus claves hermenéuticas, destapa la posibilidad de incluir a todos y todas sin discriminaciones, porque reivindica el derecho a la diversidad, a la rareza, a las rupturas con las clasificaciones que estigmatizan, dividen, persiguen, maltratan, violenta, matan.
 Es una propuesta metodológica interesante porque no posee pretensiones de universalidades o de que sea asimilada por instituciones u organizaciones, porque no busca ser legitimada por estructuras de poderes jerárquicos. Al contrario: su irreverencia y su perspectiva crítica desestabiliza certidumbres y seguridades y nos ofrece preguntas, generando dudas, contribuyendo para las propuestas de cambios colectivos. No significa que pinta un modelo ideal de sociedad para ser imitada, pero apunta a los equívocos del concepto de normatividad hegemónica desde el prototipo heterosexual o de las verdades universales. Por esta razón, es una metodología fluida, “que no se instala cómodamente en el activismo o en el academicismo, sino transita libre entre las calles y las aulas, los museos y las discotecas, los congresos y los centros sociales ocupados, las verbenas populares y las revistas académicas.”
Para la teología, lo queer ofrece diversas posibilidades de replanteamientos. Es posible considerar lo queer en la Teología de la Encarnación, a la cual nos obliga a re-pensar la radicalidad de la naturaleza de la encarnación. Al afirmar que Dios habita la carne apunta a una lógica desestabilizadora de los principios rígidos que han sido afirmados por las iglesias cristianas con los conceptos de sexualidad y de la naturaleza humana. La dinámica de la fuerza de la vida que es divina irrumpe en la diversidad y en la energía que no pueden ser restringida por leyes y por estatutos. La encarnación nos impulsa a mirar al mundo en movimiento y que decididamente su funcionamiento no se da en la linealidad o en la seguridad.
Pero, lo que se observa desde la encarnación es la realidad de un Dios inmerso en la divinidad de la carne, que significa un bebé que ha nacido llorando en medio a la mierda de vacas y pulgas, cubierto con la sangre de parto y que ha sido recibido en los brazos inseguros de una joven mujer y que, desde ahí, declara la salvación para todos y todas. Esta realidad frontal permite la proposición de la teología desde a la humanidad de quienes todo el tiempo son excluidos y raros. La esencia de la Teología de la Encarnación es rara, pues desafía a las identidades divinas y humanas, por lo tanto, su raridad reafirma la posibilidad de comprensión desde las teorías queer, desde el postidentitario.
 La Teología Queer propone el rescate de lo particular, del fragmento, de la fluidez que da sentido a la comunidad de fe. Naturalmente confronta las cristalizaciones teológicas anteriores porque no busca exclusividades, pero que sí valoran las experiencias de las comunidades ubicadas en sus espacios y tiempos, y con su gente que, por tratarse de humanos, están marcados por la raridad y la diversidad.
 Más allá, la Teología Queer, desde su posición contestataria, transgresora y rebelde, se revela también profética, pues denuncia las raíces de la homofobia, proponiendo rupturas conceptuales con definiciones del pecado que durante siglos y siglos, han excluido y marginalizado a miles de personas.
Con esta mirada, es posible desear el futuro y comprender el milagro de la resurrección, que viene desde los lugares de exclusiones, de los sufrimientos y de las miserias de personas que conocen diariamente diferentes muertes: la muerte de la esperanza, de los derechos, del amor, del deseo. Y de este modo se reafirma la posibilidad de un nuevo cielo y de una nueva tierra.

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