miércoles, 12 de septiembre de 2018

La cuestión femenina, problema central en el cristianismo de los ss. ll-III -2


 El conocimiento del pasado abre perspectivas de futuro y se debe traducir en operatividad en el presente. Quienes reclaman una modificación sustancial de la situación de la mujer en la iglesia tienen buenos argumentos en la historia de los orígenes cristianos. 
Se impone reconocer los condicionamientos culturales y políticos de la historia del cristianismo y recuperar las posibilidades perdidas en lo que fue la disidencia cristiana. 

Es decir, se requiere una consideración de la herejía no sólo como el error desechado, sino también como la opción que perdió y la oportunidad que se sofocó. Hay que reconocer que 
históricamente, a veces, bajo capa de legitimación teológica se han encubierto prejuicios e 
intereses bien opuestos a la causa del Dios de Jesús. 

El sentido teológico del estudio histórico del cristianismo no es la búsqueda de autojustificación, sino de conversión. 

La iglesia que escribe la carta a los Colosenses se acomoda a la sociedad patriarcal y pide la sumisión de los hijos, de los esclavos y de las mujeres, al mismo tiempo, y paradójicamente, escribe el evangelio de Marcos y recupera las tradiciones radicales de Jesús. Y este evangelio es un esfuerzo catequético por hacer comprender a unos discípulos "que tienen los pensamientos de los hombres" la inversión de los valores del poder y del prestigio.
 Los niños son los preferidos (10,13-16). Jesús se hace como un esclavo (10,41-45).
 Cuando todos los discípulos abandonan a Jesús (14,50), son unas mujeres las que le siguen hasta el final (15,47). En los discípulos del evangelio de Marcos, que no acaban de comprender ni de entender (8,16ss; 6,52), está reflejada una iglesia que se acomoda a la sociedad patriarcal y para la cual Jesús es una instancia crítica radical. 

El hecho de que se canonizasen tanto las cartas Pastorales como el evangelio de Marcos nos indica la complejidad de la vida de la iglesia primitiva. No es posible admitir ambas  tradiciones —y su unidad eventual— sin reconocer la tensión existente entre ellas. 

Pero el hecho de que la iglesia haya puesto en primer lugar los evangelios y los haya 
rodeado de una estima muy particular indica que reconoce los principios carismáticos de 
Jesús como su norma fundamental y legitima la crítica institucional desde ellos. 
Ciertamente, de este proyecto de Jesús surgen exigencias emancipatorias de la mujer muy 
críticas para la sociedad y para la iglesia. 

Estamos legitimados y obligados a promoverlas.

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