¿Cómo se ha llegado a la patriarcalización de las estructuras eclesiales y a la
legitimación cristiana de la sociedad patriarcal? ¿Es un proceso necesario e irreversible?
¿Se realizó sin tensiones? ¿No hay otros modelos y otras posibilidades en la primitiva
tradición cristiana?
1. ¿Cuál era la situación de la mujer en el movimiento de Jesús? Es necesariamente el
primer paso de nuestro recorrido histórico.
Hay que notar que me pregunto por el movimiento de Jesús y no por el Jesús histórico.
Es un planteamiento más correcto del asunto, que no puedo justificar ahora en toda su
extensión. Es mucho más difícil e hipotético conseguir la precisión histórica sobre una
personalidad concreta, que no describir sociológicamente un movimiento social.
Ciertamente, son mucho más precisables los rasgos genéricos del comportamiento de un grupo social, que no las palabras concretas de una personalidad del pasado. Más aún, será el comportamiento del grupo lo que más nos pueda enseñar sobre la persona que está en su origen. Metodológicamente es éste el camino más adecuado, cuando se conocen las enormes disparidades y el escepticismo final a que llegó la ingente investigación sobre el Jesús histórico del s. XIX y primera parte del XX.
Por movimiento de Jesús entendemos al grupo formado por Jesús y sus discípulos en Palestina antes de su muerte y que continúa hasta la destrucción de Jerusalén del año 70.
Desde un punto de vista sociológico, el movimiento de Jesús es un movimiento de
renovación intrajudío, contracultural, que cuestiona las dos instituciones sociales y
religiosas centrales, la Ley y el templo. Ahora bien, el movimiento de Jesús, a diferencia de otros fenómenos similares contemporáneos —p. ej., los esenios del Qumrán— no es de carácter exclusivo, sino inclusivo. Es decir, no se restringe a una élite de puros, que se margina de los demás, sino que convoca a todos, de manera especial a los excluidos por el sistema vigente de la Ley y del templo. Los que veían confirmada religiosamente su discriminación social —es decir, "los pecadores", los publicanos, los niños, "los leprosos", los pobres, las mujeres— encuentran acogida y se reconocen en el movimiento de Jesús.
Así se explica el papel central desempeñado por las mujeres en el movimiento de Jesús.
La misma disposición material del templo reflejaba un sistema religioso discriminatorio.
Había un patio al que podían acceder los paganos, pero no podían ir más allá. En otro atrio se permitía la entrada a las mujeres judías, que, sin embargo, no tenían acceso al recinto de los varones. Podríamos hablar aún de la separación entre laicos y sacerdotes e, incluso, de la existente entre Dios —en su Santo de los Santos— y el pueblo en general. Con una terminología moderna se diría que el sistema religioso del templo era racista (separación judíos-paganos), sexista (hombres-mujeres) y clasista (clero-laicos).
También es evidente la marginación de la mujer en la Ley: en principio, el divorcio es
una prerrogativa del hombre, la circuncisión, señal de pertenencia al pueblo judío, es un rito absolutamente machista e imposible para las mujeres; las normas de pureza legal
controlaban la vida de las mujeres más que la de los hombres y determinaban
restrictivamente su acceso a Dios.
En el movimiento de Jesús se resitúa a Dios, caen las discriminaciones, se abre el
acceso a Dios a todos los miembros del pueblo, y especialmente a aquellos que, a causa
de su situación, tenían menos posibilidades de experimentar a Dios en el templo y en la
Ley.
La participación de las mujeres en el movimiento de Jesús no se puede reducir al eco
que encuentra entre los pobres. La superación de las estructuras patriarcales está presente en el anuncio del reino de Dios y, por eso, la mujer se siente interpelada en cuanto mujer.
El Dios de Jesús restituye su dignidad a las mujeres, igual que a los hombres. A esta luz
hay que entender la prohibición absoluta del divorcio. La misma pregunta —"¿Puede el
marido repudiar a su mujer?"— muestra ya la ventaja del hombre. La ley antigua permitía el divorcio "por la dureza de vuestro corazón", por lo arraigado de vuestra mentalidad patriarcal. Pero para Jesús las cosas tienen que ser de otra manera. "Dios los hizo varón y hembra. Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre, y los dos se harán una sola carne. Lo que Dios unió, no lo separe el hombre". La intención última de las palabras de Jesús no es establecer una ley ni, menos, una casuística, sino denunciar una ley injusta, que discriminaba a la mujer, y promover la relación entre personas iguales. De ahí que la falta del hombre que abandona a su mujer y se une con otra no consista en la ofensa contra el propietario de la que ha tomado, sino en la injusticia contra la que ha abandonado, que no es un mero objeto de posesión, sino un sujeto personal, con quien se establecen relaciones recíprocas (/Mc/10/11; Mt 19,9 y /Mt/05/32; /Lc/16/18). Así se explica la reacción absolutamente machista de los discípulos ante estas palabras tan nuevas de Jesús: "Si tal es la condición del hombre respecto de la mujer, no trae cuenta casarse" (Mt 19,10).
La reciprocidad total de las relaciones entre el hombre y la mujer, basada en la igualdad
de su condición personal y ante Dios, es una novedad que Jesús introduce y que estaba
llamada a tener hondas repercusiones históricas.
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