viernes, 7 de septiembre de 2018

MASCULINIDAD FEMENINA-BOLLERA - JUDITH HALBERSTAM-10


Para ver lo mucho que hemos ignorado la masculinidad femenina como cultura, consideremos la siguiente pregunta: por que no hay una palabra para lo contrario de «masculino>? Por que no hay un concepto paralelo a «afeminamiento»? (En realidad, ambas palabras significan exactamente lo mismo!) (Por que una mujer no debe entrar en contacto con su masculinidad? Por que la masculinidad femenina sigue siendo un estigma tan grande que muchas mujeres, incluso lesbianas, hacen todo lo posible por evitar la categoria de «butch»? Por que pensamos sin problema en los hombres como madres, pero nunca consideramos a las mujeres como padres? Parece que el genero solo es reversible en una direccion y, sin duda, esto tiene que ver con el inmenso poder social que se ha acumulado en torno a la masculinidad.

Podemos concluir que la masculinidad ha sido reservada para personas con cuerpo de hombre y ha sido denegada activamente a personas con cuerpo de mujer. Y esto no quiere decir que todas las cosas sean iguales, que todas las personas con cuerpo de mujer deseen la masculinidad, sino que esta prohibicion de la masculinidad a las mujeres merece ser analizada.

Incluso las mujeres que realizan las actividades mas masculinas, como boxeo o halterofilia, intentan que no se fijen en su propia potencial masculinidad. En un articulo de Cosmopolitan sobre el auge del boxeo entre las mujeres, por ejemplo, entrevistaban en Londres a varias mujeres pioneras en el boxeo sobre su participacion en este «arte viril». 

El periodista informaba de que el boxeo femenino esta vivo y va bien, y que de hecho no le falta nada de la intensidad o del vigor que tiene el boxeo entre hombres. En un gimnasio de Londres, un grupo de fuertes boxeadoras estan siendo entrenadas por una entrenadora antes de participar en un campeonato. Aunque el articulo se centra en los aspectos positivos del boxeo femenino y critica las voces contrarias al espectaculo de la lucha de mujeres, vuelve una y otra vez al delicado tema de la feminidad de las boxeadoras como algo que esta en peligro. Una boxeadora blanca, Madeline Davies, tiene solo quince años y, mientras esta esperando su primer combate, el entrevistador habla con su padre:

 El padre de Davies esta esperando junto al ring. Es el primer combate de su hija. Piensa que el boxeo la ha hecho madurar antes y ha aumentado su confianza. Insiste r:lpidamente en que ella no ha perdido nada de su feminidad. 'Nunca ha sido de ese tipo de chicas que andan acariciando muñecas', nos dice. 'Pero habla con suavidad y se preocupa por los demas. Mientras no la vuelva muy agresiva, el boxeo no me preocupa.

 El padre tambien comenta que espera que su hija al final pierda el interes por el boxeo. Aunque podemos entender que un padre se muestre reticente a! ver como su hija o su hijo se convierte en un saco que recibe golpes en un ring de boxeo, vemos que el miedo a que la feminidad de su hija disminuya esta por encima del rniedo a que sufra daiios fisicos serios• Sorprendentemente, las propias boxeadoras tambien dejan bien claro que su fuerza fisica no viene acompaiiada de una perdida de su feminidad. Una boxeadora negra, Fosteres Joseph, la campeona de peso medio de 1995, hace una defensa tipica de la feminidad de la luchadora. Comenta: «Estamos luchando contra una sociedad que dice que las mujeres deben quedarse en casa con los hijos ... Tenemos los genes de nuestros padres, como los hombres tienen los de sus madres. Los hombres pueden explorar su lado femenino, entonces, por que nosotras no podemos boxear? Tambien me gustan las novelas romanticas y los trajes de flares, pero estoy afirmando mi feminidad al ser fiel a mi naturaleza»• 

Falta un eslabon en la argumentacion de Joseph sobre su derecho a luchar. «Los hombres pueden explorar su lado femenino; entonces por que nosotras no podemos boxear?». Lo que subyace, por supuesto, es que si los hombres pueden explorar sus aspectos femeninos, entonces las mujeres deberian poder explorar su masculinidad. Pero la masculinidad queda aqui totalmente eliminada de la equiparacion entre ser mujer y boxear, y nos quedamos con una formulacion del boxeo femenino como expresion de la verdadera feminidad. Tal y como he senalado repetidas veces en este libro, en nuestra sociedad las mujeres negras se enfrentan a acusaciones mucho mas mordaces de masculinidad que las mujeres blancas, por ello es comprensible el deseo de Joseph de proteger su imagen de mujer negra contra los estereotipos negativos habituales. Pero siempre encontramos un sutil trasfondo de homofobia cuando una boxeadora defiende la feminidad. Este articulo presupone que una acusacion de masculinidad unida a la fuerza activa de una mujer nos conduce al lesbianismo, y es la acusacion de lesbianismo lo que la mujer de este articulo y el periodista deportivo desean evitar•

 En Estados Unidos, hasta 1977 a las mujeres no les estaba permitido boxear. En ese año el tribunal supremo del estado de Nueva York decidio que prohibir a las mujeres boxear violaba las clausulas de proteccion de la igualdad y las leyes constitucionales del estado• Tal y como muestra Jeffrey Sammons, la Comision de Deportes de Nueva York (NYAC) objetooralmente esta decision, argumentando que el espectaculo de dos mujeres boxeando destruiria el deporte y dañaria irreversiblemente su credibilidad. Esta comision lleg6 al punto de advertir que el boxeo podia dañar los senos de las boxeadoras y los organos reproductores•
 Cuando la resolucion que autorizaba a las mujeres boxear entro en vigor, se otorgaron licencias a tres mujeres: dos negras y una blanca. La mujer blanca, Cathy «Cab> Davis, se convirtio de inmediato en una celebridad, mientras que las mujeres negras, Marian «Lady Tyger» Trimiar y Jackie Tonawanda (quien inicialmente habia denunciado a la NYAC), cayeron en el olvido.

Durante mucho tiempo el boxeo ha sido un tema candente en los circulos lesbianos, y es en ellos donde se ha fomentado la asociacion entre las masculinidades alternativas y el boxeo.

 La revista Curve, por ejemplo, hace poco publico un articulo sobre la super butch Gina «Boom Boom>> Guido, la campeona de peso medio de Norteamerica• El boxeo tambien tuvo un papel en el espectaculo de Peggy Shaw <1ust Like my Father>>, en el que Shaw sale a] escenario boxeando sola con su sombra, mientras cuenta la historia de su vida como mujer masculina. Y en un articulo de Jenni Olson titulado «What's Dirty about Boxing>>, publicado en el popular fanzine Gir/jock, Olson escribe sobre lo que le ocurre a su masculinidad cuando boxea: «lnspira una virilidad que hay en mique no es solo la vieja butchez. Cuando boxeo, olvido la diferencia entre ser una chica y hacer algo que hacen los hombres, y simplemente soy mi propio y unico tipo de hombre; soy un tipo de hombre distinto al que era mi padre, soy un tipo de hombre distinto al que es mi hermano gemelo ... Pero, cuando cuando me recreo en la imagen de mi padre, soy lo que yo hubiera querido que el fuera, y soy el hombre de rnis suefios» «Como mi padre ... Soy un tipo de hombre distinto al que era mi padre ... »: estos pensamientos butch al boxear implican una fantasia butch o transgenero que no es simplemente confusion o castracion, como las explicaciones mayoritarias nos habrian hecho creer, sino que es precisamente la recreacion de la virilidad en la imagen de la butch. Obviamente, la entrada de las mujeres en el boxeo o la aparicion en un conocido programa de television de un drag king o el estreno de una pelicula con una mujer butch como protagonista no van a derrocar por las prohibiciones culturales, sociales y politicas que existen contra la masculinidad femenina. Pero en cada caso -boxeo, actuaciones drag, cine lesbiano- la exclusion de la mujer butch indica una gran preocupacion cultural sobre los efectos potenciales de la mujer y la masculinidad. 
Se supone que la masculinidad femenina amenaza la institucion de la maternidad: supongo que la gente cree que, si se valorara ampliamente la masculinidad femenina, entonces nadie querria asumir la responsabilidad y las penurias que entraña la reproduccion. Asumirnos que, en realidad, nadie quiere ser una chica o una mujer, y que por tanto algunas personas, digamos las personas con cuerpo de mujer, se ven forzadas a tener estos cuerpos abyectos. Por supuesto, la feminidad mantiene su propio atractivo dentro incluso de la heterosexualidad obligatoria, y quiza debamos redoblar nuestros esfuerzos para hacer de la feminidad un puerto seguro para los chicos y las chicas, del mismo modo que intentamos hacer que la masculinidad sea accesible a las mujeres. 

Este libro ha dedicado poco tiempo a tratar la feminidad de las mujeres y la feminidad de los hombres, pera ello no significa que estas formas de genera no sean tambien espacios importantes para la lucha contra el binarismo de genera. En todo caso, hoy en dia reciben mucha mas atencion que la masculinidad femenina.

A lo largo de este libro he catalogado y explicado las multiples formas que tienen las mujeres de producir y denominar las nuevas masculinidades. A veces estas nuevas masculinidades son producidas como nuevas representaciones de la masculinidad de los hombres; a veces son producidas como formas originales de una subcultura emergente. 

El cuadro de la portada de este libro, por ejemplo, Raging Bull, de la artista britanica Sadie Lee, crea una conexion entre el espectaculo del boxeo y el espectaculo de la butch luchadora. El cuadro nos confronta con la mirada dura de una bollera toro, con un cuerpo fuerte y fornido, que no es claramente de mujer pero que claramente no es de hombre. La cara no tiene vello facial y el pecho sugiere unos senos vendados. Los brazos de la bollera toro estan cruzados de forma desafiante, y son desproporcionadamente anchos para el cuerpo. Este toro salvaje lleva el disfraz butch, la camiseta blanca, los vaqueros y el cinturon negro, y el fondo rojo refleja la rabia en los ojos de la bollera toro. Como en los retratos de cuerpos de generos alternativos de Del Grace y Cathy Opie, esta imagen desafia al espectador con una mirada que sale directamente del lienzo y captura al espectador en esa mirada butch. La butch rechaza la posicion de convertirse en un objeto observado y devuelve la mirada decididamente.

 En mi introduccion, hice referencia al intercambio de miradas entre el artista, el espectador y el sujeto en las fotografias de Del Grace y Opie, y en mi capitulo sobre el cine queer comente la posibilidad de una mirada butch. Esta mirada, la mirada de un toro salvaje, la mirada fija, desafiante, le hace saber al espectador que este es el escenario donde este toro puede cabrearse y, aunque ella pueda luchar, prefiere recitar. Viva el espectaculo. 

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