lunes, 10 de septiembre de 2018

Patriarcalización del cristianismo-EL APÓSTOL PABLO


La ambigüedad creativa. Muchos responsabilizan a Pablo de lo que se considera el 
secular antifeminismo cristiano; en cambio, para otros es el gran promotor de los derechos 
de la mujer. 
En cualquier caso, está fuera de duda su importancia para la historia del cristianismo 
posterior. ¿Cuál fue la actitud del Apóstol ante la mujer? Prescindamos por el momento de 
la tradición posterior que reivindica su nombre. 
Pienso que las ideas y las actitudes de Pablo sólo se pueden entender cuando se las relaciona con su estrategia pastoral, con su forma de implantar las iglesias y de relacionarse con la sociedad del imperio. Con frecuencia los estudios sobre Pablo son ideológicos en exceso, muy condicionados por las polémicas surgidas en la reforma, pero pierden de vista el contexto real de quien, sin duda, fue también un fino estratega, a juzgar por el éxito de su tarea. 

No sólo en la actualidad, sino siempre se han dado interpretaciones muy contrapuestas 
de Pablo. Y se explica porque entiende de una manera radicalmente ambigua la relación 
del cristiano con el mundo. Pablo se mueve sociológicamente entre la secta, que se cierra 
en sí misma y es hostil al mundo, y la iglesia que se abre y hasta se acomoda a él. Por una 
parte, usa un lenguaje afectivo, que subraya las relaciones internas de la comunidad y crea 
una barrera con "los de afuera"; pero, a la vez, le preocupa mucho lo que éstos puedan 
pensar y descubrir en la comunidad cristiana. Considera que los cristianos no deben 
recurrir a los tribunales paganos, sino a sus propias instituciones, para dirimir los conflictos 
existentes entre ellos (ICor 6,1-6); pero, a la vez, echa puentes —en la cuestión de los 
matrimonios y de la participación en banquetes con carnes sacrificadas— para que sea 
posible su relación con la sociedad pagana. 
Pablo mantiene una actitud ambigua, inestable, y por eso mismo muy creativa. Así se 
explica que la tradición paulina —y no sólo los comentaristas posteriores— se bifurcase en 
direcciones muy distintas. Pues bien, esta ambigüedad se refleja también en la actitud del 
Apóstol ante la mujer. 

Lo voy a señalar brevemente. 

El matrimonio como reciprocidad total varón/mujer y el celibato como subversión del 
orden patriarcal. Por la I Corintios sabemos que en la comunidad de Corinto se plantearon 
graves problemas en torno a las mujeres y a las relaciones entre los sexos. Se daban 
desde tendencias ascéticas, que, al parecer, negaban el matrimonio, hasta tendencias 
libertinas, para las que toda promiscuidad sexual "era licita" (5,1-8; 6,12-20; 7; 11,2-16). 
Pero la raíz es común: un entusiasmo incontrolado que se manifiesta como ruptura de lo 
que se considera el orden natural, como ruptura de las convenciones sociales por un lado y 
por el opuesto, lo que crea serios problemas internos y en la relación con la sociedad. 
Pablo afronta el problema, sobre todo, en el c. 7 de (Corintios, que es un prodigio de 
equilibrios. Desarrolla los tres miembros de la proclama de Gál 3,28: judio/gentil (vv. 18-19), esclavo/libre (21-23), hombre/mujer. Son las relaciones de este último las que desarrolla más por extenso. Las otras o ya están claras en Corinto (la relación judio/gentil) o no presentan aún problema (la relación esclavo/libre). El problema radica en la consideración de la mujer y sus relaciones con el hombre. Curiosamente, en ICor 12,13 repite la fórmula de Gál 3,28, pero amputada de su último miembro: "En un solo Espíritu hemos sido todos bautizados, para no formar más que un cuerpo, judíos y griegos, esclavos y libres". No habla ya de varón y hembra. Pablo se da cuenta de que el primitivo mensaje de libertad 
provoca unos movimientos muy problemáticos entre las mujeres. Y usa ahora un lenguaje 
más cauto. 
Es interesante observar que una carta posterior de la tradición paulina, la carta a los 
Colosenses, reproduce también esta fórmula bautismal, en la versión censurada: 

"Despojaos del hombre viejo con sus obras y revestíos del hombre nuevo..., donde no hay 
griego y judío circuncisión e incircuncisión; bárbaro, escita, esclavo, libre, sino que Cristo 
es todo en todos" (Col 3 9-1 1). 

Pablo es inflexible y no cede en la superación de toda diferencia entre circuncisión e 
incircuncisión, entre judío y gentil. Llega a tener, por este motivo, un duro enfrentamiento 
con el mismo Pedro (Gál 2,11-14). Y es que en este tema se jugaba Pablo la universalidad 
del cristianismo y la viabilidad de su proyecto misionero. Ante la mujer mantiene una actitud 
muy diferente y no se empeña con el mismo rigor en sacar todas las consecuencias de su 
declaración inicial. Al contrario, el mismo interés de la extensión del cristianismo, la 
viabilidad de su proyecto misionero, le llevan a amortiguar la conflictividad que la actitud de 
muchas mujeres cristianas provocaba en aquellos momentos. 
Pero la postura de Pablo es muy compleja. En primer lugar, proclama la ventaja de permanecer sin casarse, en lo que coincide con los interlocutores del c. 7. "Mi deseo sería 
que todos los hombres fuesen como yo" (v. 7). "Yo os quisiera libres de preocupaciones. El 
no casado se preocupa de las cosas del Señor, de cómo agradar al Señor. El casado se preocupa de las cosas del mundo..." (vv. 32-34). A los jóvenes les recomienda que no se casen. 

Dos observaciones para comprender a Pablo en este punto: 

1. Situado en su contexto histórico, este consejo es una verdadera subversión del orden 
social. Lo que está en juego no es la renuncia al sexo, sino la liberación de las estructuras 
patriarcales. La situación de las vírgenes Vestales de Roma se consideraba un privilegio, y, 
aunque tenían una vida muy regulada, bajo muchos aspectos eran las mujeres más 
emancipadas . Augusto había introducido una severa legislación sobre el matrimonio 
para fortalecer la familia patriarcal tradicional. Favorecía el alto número de nacimientos y de 
hijos; imponía sanciones y fuertes tasas a los solteros, a una viuda sólo se le permitía que 
permaneciera sin volverse a casar si había cumplido ya los cincuenta años de edad. Al final 
del s. I, Domiciano reforzó aún más esta legislación. El consejo de Pablo de permanecer 
libre de los vínculos del matrimonio era un ataque frontal a la ley existente y a los valores 
culturales dominantes, sobre todo teniendo en cuenta que se dirigía a personas de los 
centros urbanos del imperio . 
Podemos imaginarnos cómo tenía que sonar el celibato cristiano, leyendo el duro ataque 
de Epicteto a los epicúreos por no casarse: "En el nombre de Dios, ¿puedes imaginar una 
ciudad epicúrea? Uno dice: 'yo no me caso'. 'Ni yo tampoco', dice otro, 'la gente no debería 
casarse'. 'No tengas hijos, no cumplas tus deberes de ciudadano'. ¿Qué te imaginas que 
sucedería entonces? ¿De dónde vendrían los ciudadanos?, ¿quién los educaría? Trae un 
joven y edúcale según tus doctrinas. Tus doctrinas son malas, subversivas de la ciudad, 
destructoras de la familia, malas para las mujeres. Renuncia a estas doctrinas... ". 

2. Para Pablo es necesario ser célibe para poder ser plenamente misionero cristiano, 
porque el casado y la casada no tienen más remedio que "ocuparse de las cosas del 
mundo" (ICor 7,32-34). Afirmación que resulta contradictoria, porque, como ya hemos visto, 
Pablo menciona a varios matrimonios que son misioneros de su mismo rango. 
Pero Pablo no sólo afirma las ventajas del celibato. Defiende el matrimonio contra las 
tendencias ascéticas que lo negaban. El énfasis y reiteración con que subraya la 
reciprocidad y la igualdad de las relaciones entre los sexos es notabilísimo y no encuentra 
parangón ni en la sociedad judía ni en la pagana de su tiempo (cf ICor 7,3.4.5.10-11.12-14.16). En esto Pablo parece recoger muy fielmente la tradición de Jesús. 
Y, por cierto, nunca pone la unión entre el varón y la hembra en función de la procreación. 

PABLO/MISIONERO

Pablo hace más aún. Defiende la estabilidad del matrimonio, 
incluso cuando uno de los cónyuges se hace cristiano y el otro no. "Si un hermano tiene 
una mujer no creyente y ella consiente en vivir con él, no la despida. Y si una mujer tiene un 
marido no creyente y él consiente en vivir con ella, no lo despida" (/1Co 7, 12-13). Sorprende, porque el judaísmo consideraba roto el vínculo en estas circunstancias. ¿Por qué esta actitud de Pablo?Hay un objetivo misionero: no se puede perder la esperanza de convertir a la parte no cristiana (v. 16). Pero esto no lo explica todo. Hay, además, el intento de mostrar que en toda circunstancia se puede ser cristiano. Por eso repite que "cada uno permanezca en el estado en que le encontró el Señor" (vv. 17.20.24). Responde al plan misionero de Pablo de hacer del cristianismo una realidad viable, posible en diversas situaciones, y, por tanto, con capacidad de extensión. Ésta es la razón del éxito histórico de la forma paulina de cristianismo. 
Pero hay una clave sociológica que subyace a la opción de Pablo por la estabilidad del 
matrimonio: su deseo de que los cristianos respeten la casa patriarcal tradicional, que era la 
estructura básica de aquella sociedad. Quiere evitar al cristianismo las acusaciones que se 
le dirigían de romper las casas, perturbar a las mujeres y, por tanto, subvertir el orden 
social. 
Pablo reconoce diversas posibilidades de existencia cristiana. Pero hay que decir más. 
Su proyecto pastoral contenía una ambigüedad latente en su relación con el mundo, en su 
relación con las estructuras patriarcales, en su consideración de la mujer. El pensamiento 
y la actitud de Pablo se pueden desarrollar en sentidos distintos y hasta contrapuestos. 

El velo de las mujeres (ICor 11,2-16) . La ambigüedad de Pablo se pone de 
manifiesto en la solución que da a un problema concreto y muy candente que le presentan 
los corintios: el de la actitud de algunas mujeres en el culto. Se trata de un texto 
enrevesado, en el que se combina el Pablo judío, que hace un midrásh a partir de los 
textos del Génesis sobre la creación del hombre, y el Pablo cristiano, que promueve unos 
valores nuevos y alternativos. 
Hay un dato indiscutible: algunas mujeres oran y profetizan en el culto como dirigentes 
oficiales (v. 5). Pablo lo admite como algo obvio. El problema es que las mujeres realizan 
estas tareas con la cabeza descubierta (sin velo) y, quizá, con el pelo suelto. 
Y aquí surge el problema. La forma de vestir y el porte en general tienen un alto valor 
simbólico. Las mujeres corintias rompían las convenciones sociales y expresaban su 
conciencia de libertad e igualdad. Es decir, sacaban las consecuencias de la fe en la que 
les habían instruido: "En Cristo no hay varón y hembra" (Gál 3,28). Pero esto resultaba 
enormemente perturbador y escandaloso. Se crean problemas en el desarrollo de la 
asamblea y se escandaliza a los no cristianos, a los que, Pablo dice, debe admitirse a las 
reuniones para que conozcan a la comunidad (14,23). 
Ante esto, el Apóstol quiere que se respeten las convenciones sociales y que las mujeres se cubran la cabeza. Hace un argumento que resulta un tanto artificial. Le sale a Pablo el escriba que es y comenta Gén 1-2 "No procede el hombre de la mujer sino la mujer del hombre. 

Ni fue creado el hombre por razón de la mujer sino la mujer por razón del hombre" (vv. 8-9). Parece que admite una cierta subordinación natural de la mujer al hombre y quiere que este orden se mantenga y la mujer se vele. Pero después sigue el Pablo cristiano y dice: "Pero en el Señor —es decir, en la comunidad cristiana, según los valores del evangelio— ni la mujer sin el hombre, ni el hombre sin la mujer. Porque si la mujer procede del hombre, el hombre, a su vez, nace mediante la mujer, y todo proviene de Dios " (vv. 11-12). 

En toda esta sección (cc. 11-14) Pablo habla del orden de las asambleas y considera 
como criterio básico "la edificación de la comunidad" es decir, la extensión y consolidación 
de la iglesia. Reconoce desde un punto de vista cristiano, la igualdad radical de los sexos y 
admite las funciones dirigentes de las mujeres en las asambleas, pero les exige prudencia y 
que no hagan ostentación de su libertad con un comportamiento externo que planteaba 
graves problemas a la comunidad en su vida interna y en su relación con la sociedad. 

diferencia de la actitud que mantiene en el problema de las relaciones con los paganos, 
aquí pide a las mueres flexibilidad y sumisión a determinadas normas patriarcales. La 
actitud del Apóstol es muy matizada y no diluye la capacidad de innovación histórica de la 
fe. 
El problema estará en cómo va a ser desarrollado muy pronto por la tradición que lleva 
su nombre . 

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