Por razones de claridad he anticipado el desarrollo de la patriarcalización del
cristianismo.
Hemos visto cómo se disimula primero y se margina después el papel que la
mujer tuvo en el movimiento de Jesús.
A la vez, hemos vislumbrado las tensiones y polémicas que esta cuestión suscitó en la iglesia primitiva.
Ahora es necesario describir más concretamente este proceso y, sobre todo, revelar las
causas que lo movieron. Esto implica estudiar la tradición paulina. Es en ella donde se
acuña la forma hegemónica de cristianismo, la que marca la historia posterior. Además,
todos los textos neotestamentarios que subordinan a la mujer pertenecen a la tradición
paulina y —excepto en el caso de I Pe— reclaman la autoridad del apóstol Pablo para esta
postura.
¿Se puede decir que es Pablo quien encamina al cristianismo por una línea patriarcal y
androcéntrica?
Para estudiar ordenadamente la cuestión hay que distinguir los siguientes
pasos:
1) El movimiento misionero cristiano en Asia Menor y Roma, en el que Pablo
participa decisivamente, pero que es anterior a él.
2) La actitud del mismo Pablo reflejada en sus cartas auténticas ( I Tes, Gál, Flp, I y 2Cor, Rom, Flm).
3) Las cartas de la Cautividad (Col, Ef, a las que podemos adjuntar 2Tes), que no proceden de Pablo, sino de su círculo, a las que se pone su nombre para acreditar su valor; las denominaré pospaulinismo.
4) Las cartas Pastorales (I y 2Tim, Tito), que son también un caso de pseudonimia (atribución "falsa" a un autor escondiéndose el verdadero) y que reflejan un momento posterior y más institucionalizado de la iglesia; las llamaré deuteropaulinismo.
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