Se suele clasificar comúnmente a la ética del cuidado como una ética feminista, sin embargo, quisiéramos señalar los peligros de tal clasificación, atendiendo a los reduccionismos
de las ideologías perpetradoras de los dispositivos de poder enajenados y enajenadores de
lo humano. La ética del cuidado no hace distinción de género, tal como habíamos señalado
en apartados anteriores, ella se presenta como una reflexión que supera las dicotomías de
género y se resiste a ser ideología. Es una ética que se propone para la vida, y en ella, la humanidad.
Parece ser que la imbricación entre ética feminista y ética del cuidado, surge de la
pregunta que se hiciera Benhabib (1992) en uno de sus artículos más famosos:
¿puede aportar algo el feminismo a la filosofía moral?, en donde la autora responde positivamente, ya que en los últimos años las investigaciones feministas han representado avances en la comprensión de la moral, insistiendo en las teorías morales tienen implicaciones sociales, evidentes en las obligaciones y orientaciones del comportamiento humano en los distintos tipos de interacción social.
Tales insistencias de Benhabib, representan una crítica a la teoría moral formalista que
ha tenido vigencia en los últimos doscientos años.
Si bien hay una relación de intercambio de saberes entre la crítica feminista y los trabajos
de Carol Gilligan, un reconocimiento de la participación de estas teorías en la configuración
y fundamento de una ética de la diferencia, esto no nos autoriza a interpretar que la ética del
cuidado es una ética radicalmente feminista. Por el contrario, se trata de reconocer en las premisas de Gilligan, un esfuerzo crítico por ampliar la contemporánea teoría moral, de modo tal que el resultado no sea una ética feminista, sino una ética más amplia y compleja.
El principal peligro de la consideración de la ética del cuidado como una ética feminista es la tendencia a pensar en la ética del cuidado como una peculiaridad que tomaría la reflexión ética en la mujer, solo por el hecho de ser hembra, olvidando que la mujer es una construcción social. “No se nace mujer, se llega a serlo” Simone de Beauvoir (1949/2005, p. 13)
De igual manera C. Gilligan (1986) lo afirma en el prefacio de La moral y la teoría psicológica
del desarrollo femenino:
La distinta voz que describo no se caracteriza por el sexo sino por el tema. Su asociación con las mujeres es una observación empírica, y seguiré su desarrollo básicamente en la voz de las mujeres.
Pero esta asociación no es absoluta; y los contrastes entre las voces femeninas y masculinas se presentan aquí para poner de relieve una distinción entre dos modos de pensamiento y para enfocar un problema de interpretación, más que para representar una generalización acerca de uno u otrosexo. (p. 14)
Expresará además Gilligan que el título de su libro fue deliberado: una voz diferente, y no
una voz de mujer. La perspectiva del cuidado no es exclusiva de las mujeres. Se trata de una
perspectiva ética diferente que incluye a hombres y mujeres en una práctica de cuidado en la
vida y hacia la vida. Si históricamente la mujer ha sido considerada dadora de vida y el hombre como aquel que ha dado su vida como clave para la perpetuación de la especie humana, entonces, la ética del cuidado se propone como una práctica cotidiana, sin heroísmos ni mortificaciones sacrificiales; se trata del cuidado de la vida en su significado más amplio, que debe ser responsabilidad de hombres y mujeres De acuerdo con Cortina (1990) la ética se sitúa en el plano reflexivo y autorreferencial del discurso filosófico, luego, podremos afirmar que del cuidado como a priori ontológico puede derivarse una ética, en tanto proceso reflexivo, pero con la peculiaridad de ser una forma de pensamiento, una actitud en que la comprensión del mundo se basa en una red de relaciones en la que se insertan los sujetos, reconocidos en una trama de relaciones que inevitablemente
lleva a la responsabilidad hacia los otros y lo otro.
La ética del cuidado se caracteriza por ser un proceso reflexivo-contextual, en el que hay
una tendencia a adoptar el punto de vista del otro particular, con sus peculiaridades, a prestar atención a los sentimientos y la preocupación por los detalles concretos en la situación a juzgar. La ética del cuidado define la moral desde las relaciones interpersonales y no desde principios abstractos como el de justicia.
Pone en primera línea los sentimientos de benevolencia,compasión, empatía y solidaridad y no los deberes. Mientras la ética de la tradición liberal universalista se apoya en los principios de igualdad, equidad y autonomía, la ética del cuidado se fundamenta en una concepción de la vulnerabilidad humana, el deseo de ser amado y aceptado y la necesidad de amar y aceptar al otro. Para los teóricos de la ética del cuidado, es necesario superar la ética del contrato justo, para aspirar a la ética de la gratuidad y del ethos que cuida.
En la praxis ética del cuidado, la subjetividad no se modifica dictando leyes, sino educando
en la promoción de relaciones de solidaridad, en las conexiones empáticas que se establecen
con las personas y el mundo, prácticas en las que priman las responsabilidades en un contexto socio-histórico particular, la prioridad de las relaciones interpersonales y en la dignidad de la vida humana.
La ética del cuidado se encuentra en el corazón de la implicación y el compromiso personal con los otros. El amor, la compasión, la empatía se conectan con el cuidado en situaciones específicas en que se precisa de ayuda. Para los promotores de esta ética, no es el individuo autónomo, racional, y justo el que toma la decisión y establece las reglas, sino el sujeto a quien le concierne la vulnerabilidad de la vida humana. La ética del cuidado es una acción relacional, en la que importa no tanto el deber ser y hacer, sino la experiencia de vivir
juntos.
CONCLUSIONES
Los estudios sobre desarrollo moral realizados por S. Freud (1933/2001), J. Piaget (1932/1984)
y L. Kohlberg (1964/1974) han perpetuado el estereotipo femenino en la cultura occidental,
que sugiere que la mujer es moralmente inferior al hombre, posee una comprensión moral
menos lúcida que el varón y tiende a emitir juicios débiles y fluctuantes. Los fundamentos de
tales afirmaciones se establecieron sobre supuestos evolutivos, derivados de observaciones
empíricas –en el caso de Piaget y Kohlberg– e interpretaciones psicoanalíticas de S. Freud, que confundieron lo biológico con la cultura, invisibilizando la determinación de la división sexual del trabajo y la profunda separación entre lo público y lo privado, que existe en el mundo occidental. Los roles, actitudes, aptitudes y actividades que le confieren a la mujer no están predeterminadas por la biología, sino por una resolución sociohistórica.
Las investigaciones de Carol Gilligan (1982/2003), surgieron como reacción al sentido de
separación entre géneros en lo concerniente a la moralidad y sus juicios. La valoración de la
capacidad femenina para juzgar y decidir moralmente, depende de la forma como los investigadores definen la moral y las virtudes. Si la racionalidad y la objetividad son los criterios que fijan la moral, entonces los resultados sugerirán la supremacía moral de los hombres, pero si entendemos que lo moral está íntimamente ligada a la sensibilidad, la preocupación por los demás y a la identidad como construcción social, entonces las mujeres tendrían un lugar destacado en lo que a la moral se refiere. Sin embargo, la separación entre categorías de género y las pretensiones de validez universal de cada esquema moral es, además de perniciosa, innecesaria.
En ningún sentido los argumentos de la ética del cuidado conducen a pensar que la orientación del cuidado es exclusiva de la mujer, ni mucho menos que esté determinada biológicamente. El predominio del cuidado en las formas de interacción social, varía probablemente en las diferentes sociedades y culturas. Lo que sí es concluyente de los trabajos de Gilligan, es que tanto la ética de la justicia como la ética del cuidado son humanas y deseables; lo ideal es que las personas puedan orientarse por las dos en una tensión creativa.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario