Soy Favio Anselmo Lucero. Autor de dos libros: Equipaje Ancestral y La Flor Invertida . En este sitio publico temas relacionados a la teología de la liberación Queer. Sabiendo que la teología cristiana, está manipulada por líderes con poder y privilegios, hetero-patriarcales y misóginos, que se debe desenmascarar para incluir la realidad de opresión a las personas LGBTQ+. Tiendo este puente hacia un encuentro humanizador. Difundiendo textos formativos de eruditos y propios.
jueves, 25 de octubre de 2018
La Mente Patriarcal - Claudio Naranjo-2
Ya Brentano, en los albores de la psicología científica, formuló una visión tripartita de las funciones o ámbitos de la mente al llamar la atención sobre cómo la experiencia abarca un aspecto cognitivo, un aspecto afectivo y otro al que se ha llamado “conativo”, que dice estar en relación con los impulsos, los deseos, la voluntad y la acción; y ya he advertido cómo estos tres aspectos, de los cuales la vida mental es un contrapunto, están estrechamente relacionados con las tres partes de nuestro cerebro triunitario. Pero junto a estas dos tríadas, que apuntan a nuestra estructura neuro-anatómica y a nuestra estructura mental respectivamente, conviene que consideremos esa tríada de “instancias psíquicas” a través de cuya lente han examinado la vida psíquica la mayoría de los psicoterapeutas desde que Freud concibió la mente neurótica como aquella en la que impera un desacuerdo entre el ámbito instintivo (el Id) y el ámbito de las directivas y expectativas internalizadas de la sociedad (super ego), en tanto que esa parte de nosotros que sentimos como “yo” (o ego, que controla la acción) intenta precariamente ejercer una función integrativa en medio del conflicto crónico entre el placer y la realidad, el instinto y la civilización.
Está claro que el superego freudiano no es sólo el asiento de los ideales, sino un ámbito donde son nutridos tales ideales por el poder de abstracción del intelecto. Y puede decirse que los ideales y principios, en tanto que organizadores de la vida psíquica, conllevan una función directriz que podemos describir como “autoridad”. Todo lo cual sugiere que nuestro neocórtex no es meramente el asiento de la vida intelectual, sino una entidad más aptamente descrita como una sub-personalidad: una voz interior de nuestra mente de la cual el pensar bien puede ser el hecho fundamental, pero de ninguna manera todo. Por ello, hablar (como después lo haría Eric Berne) de un “progenitor crítico” bien puede ser más satisfactorio que hablar simplemente de un “centro intelectual”. O, dado que en un mundo patriarcal la autoridad es ejercida predominantemente por los hombres, bien podemos llamar al super-ego el “padre interior”.
De manera semejante, podemos hablar del Id freudiano como de nuestro Niño Interior, pues representa nuestra voz más arcaica a través de la que participamos ya desde el nacimiento en la vida animal; y del ego freudiano (con su control de la acción) como nuestra parte Madre que, a través de la empatía no sólo intenta una mediación amorosa entre impulsos y principios, sino que se (y nos) vincula con la comunidad.
Según lo expuesto, entonces, no es un gran salto el que se requiere para pasar de la interpretación freudiana de la neurosis como un conflicto entre las instancias psíquicas a la comprensión de ésta como una u otra forma de respuesta al imperativo patriarcal, culturalmente trasmitido, de una tiranía del neo-cortex (con su intelecto convertido en superego) sobre lo instintivo y sobre los dictados de la solidaridad familiar o comunitaria.
Por más que difieran los caracteres respecto a la función dominante y a la función más subdesarrollada en la tríada del pensar-sentir-querer, consiste la cultura patriarcal en su conjunto en una hegemonía del intelecto. Ha sido el patriarcado un aliado del intelecto y de la razón desde sus inicios, y puede comprenderse que haya sido así porque cuando uno le dicta a la gente lo que tiene que pensar, de alguna manera ejerce ya una clara impronta sobre lo que las personas hacen con sus palabras y sus demás actos.
Si controlo el pensamiento de otro, también lo controlo, pues su pensamiento ha de ser más o menos coherente con lo que siente y lo que quiere (además, que el lenguaje se haya inventado para mentir tiene mucho de verdad en el mundo político, donde las palabras y las ideas no sólo se usan para controlar por indoctrinación, sino para simular y disimular).
No cabe duda de que la autoridad de los primeros reyes iba acompañada de una ideología que afirmaba su condición de mediadores de lo divino o del orden cósmico, reforzada, a su vez, por impresionantes ceremonias. A la original autoridad espiritual sucedió la autoridad temporal, cimentada en el poder militar y, no menos, en esa ideología que los sociólogos han concebido como una “religión civil” que obliga a las personas a la aceptación patriótica del dogma de las bondades del Estado y los deberes de los ciudadanos.
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