jueves, 18 de octubre de 2018

Mujeres líderes en el periodo sub-apostólico


El periodo sub-apostólico o sub-apostólico, corre desde el año 70 hasta el 135, o si queremos incluir otros padres de la iglesia, como Policarpo, lo extenderíamos hasta mediados del segundo siglo, año 150.

En este periodo sub-apostólico, hemos dicho, se vive una fuerte discusión sobre la participación de las mujeres en posiciones de liderazgo. Esto lo podemos observar en escritos neotestamentarios y extrabíblicos. Dos de los escritos del NT surgen más o menos en la misma época, como lo son el evangelio de Juan, en donde las mujeres son presentadas de forma muy positiva, como líderes, maestras y evangelistas (María Magdalena, Marta, la samaritana) y las cartas de 1 Timoteo y Tito en donde se prohíbe a las mujeres enseñar. En cuanto a los extrabíblicos contamos con los escritos apócrifos en los cuales las mujeres son plenas discípulas y misioneras, como los Hechos de Pablo y Tecla o el Evangelio de María o el Evangelio de Felipe. Estos escritos de finales del dos y del siglo tres, no los vamos a considerar en este trabajo.

Los tiempos del periodo sub-apostólico son turbulentos. Después del 70, con la invasión del imperio romano, los cristianos pasaron a ser una secta clandestina fuera del judaísmo. Antes de la toma de Jerusalén el judaísmo era bastante abierto, había corrientes diferentes en su interior, y entre ellas estaba aquella que creía que Jesús era el Mesías; y aunque había tensiones entre ellas, todas cabían dentro del judaísmo. Sin embargo, con la guerra en Palestina, cuando fue destruido el templo y desaparecieron sus autoridades, la corriente más fuerte, que era la de los fariseos, cerró filas y se fue imponiendo. Los judíos y helenistas que creían en Jesús como el Mesías, fueron echados de las sinagogas. Estas tensiones las podemos percibir en todos los evangelios, pero especialmente en Mateo . Entonces, en este periodo, sin el “paraguas” del judaísmo, los cristianos quedan a la intemperie, como una secta clandestina y peligrosa porque se niega a rendir culto al emperador, y sus valores del reino predicados son contracorriente en la sociedad greco-romana. Hay relatos extrabíblicos que narran esas persecuciones y torturas. Encontramos mujeres torturadas, echadas a las bestias para ser comidas o a los juegos de gladiadores. Estamos en ese tiempo de persecuciones. La carta de Plinio al emperador Trajano, en la cual le pregunta qué hacer con los cristianos que confiesan a Jesús y rechazan rendir culto al emperador, habla de dos mujeres esclavas que había mandado torturar y que eran llamadas ministras.  Por otro lado, contamos con el testimonio de la tortura de otras dos mujeres Perpetua y Felícitas, una  ama y su esclava, el cual cuenta como fueron echadas a las bestias. La sociedad romana imperial era, pues, hostil.

Con respecto a la mujer, la ideología de la sociedad romana ve con malos ojos que las mujeres no se sometan a los varones, especialmente al pater-familias, que es el jefe de la casa. Los códigos domésticos que leemos en Aristóteles son asumidos por la ideología de la sociedad romana. Y, aunque en la práctica no se daba exactamente se aceptaba como ideal el que la esposa, los hijos y los esclavos, obedecieran y se sometieran al pater-familias, quien era a la vez el esposo, el padre y el amo.Se dice que en estos momentos los códigos son reforzados por la ideología patriarcal de la sociedad porque las mujeres romanas estaban pasando por ciertos momentos de liberación. Tácito y otros escritores de aquella época decían que los judíos y los cristianos estaban socavando los valores de la familia. De manera que, el escuchar las palabras de Jesús sobre su concepto de familia, cuando dijo que su verdadera familia, madre y hermanos, era quien hacía la voluntad de Dios, debía sonar muy extraño y peligroso en aquel contexto. Verdaderamente, los valores del evangelio, que hablan de igualdad y amor por los excluidos eran valores contracorriente para una sociedad bastante estratificada, como lo era la romana del primer siglo. 

Ahora bien, al interior de las comunidades cristianas, también había conflictos en este periodo.  Además de la discusión sobre el liderazgo de las mujeres en la iglesia, impulsado por la ideología patriarcal, tenemos conflictos de clase, pues a estas alturas más personas, mujeres y hombres de posición acomodada, han ingresado a las comunidades cristianas. En la carta de Santiago encontramos esta tensión, pero también en 1Timoteo (Cf. v 3.10). También tenemos conflictos teológicos, pues surgen distintas formas de entender el evento de Jesucristo. A veces las diversas corrientes chocan entre sí y se desautorizan mutuamente.

De manera que, en estas condiciones, con conflictos externos e internos la vulnerabilidad y fragilidad de las comunidades cristianas se profundizaba, Por todo eso y más, el movimiento de Jesús, el Cristo, tiende a institucionalizarse, a establecer fronteras, a limitar participaciones y a excluir personas, ya sea por género o por no pensar de acuerdo a los líderes que en ese momento estaban en una posición de ventaja. Como consecuencia, debido a esta institucionalización y a la influencia patriarcal de la sociedad romana, las mujeres comienzan a ser excluidas del liderazgo en las comunidades eclesiales. 

En este periodo, los códigos domésticos del ideal de familia de la sociedad romana empiezan a ser introducidos en las comunidades cristianas. En algunas comunidades se enfatiza una reciprocidad, como en Efesios, Colosenses y 1 Pedro. La reciprocidad que aparece en estas cartas no está ni en Aristóteles ni en los pensadores que los repitieron. Ninguno dice “esposas obedezcan a sus amos, amos amen a sus esposas” ni “hijos obedezcan a sus padres y padres no hagan enojar a sus hijos”, ni mucho menos advierten: “esclavos obedezcan a sus amos y amos no maltraten a sus esclavos”. 

Pero en otros textos bíblicos, más duros contra las mujeres, la reciprocidad no aparece. En 1Tm los códigos aparecen en forma desperdigada, sin la reciprocidad. Las mujeres deben mantenerse en silencio (2.11-12), los hijos deben obedecer sin más (3.4) y los esclavos deben simplemente servir y honrar a sus amos (6.1-2). Primera de Timoteo es una carta escrita hacia el final del primer siglo o principios del segundo, en donde se ve claramente una fuerte tendencia a la institucionalización. Se promueve una casa regida por los códigos domésticos de la sociedad romana, y se espera que así sea la iglesia, en tanto casa de Dios (2.14).

La tendencia de exclusión continuó a través de los siglos. Pero, así mismo continuó la resistencia de las mujeres a ser excluidas. Hay datos curiosos que ponen en evidencia el rechazo de la participación de las mujeres; por ejemplo hay un manuscrito griego (el occidental, SII) que cambia el orden de la pareja Priscila y Aquila, poniendo a Aquila en primer lugar, esto ocurre en el pasaje de Hechos que narra cuando Priscila y Aquila enseñan a Apolo. Ya dijimos que el orden marca la importancia de la persona. El historiador Justo González señala otro dato curioso al respecto: “una de las antiguas iglesias de Roma se llamaba en el siglo IV "Iglesia de Santa Prisca"; poco después se llamó la iglesia "de Prisca y Aquila"; y para el siglo VII era la "Iglesia de los Santos Aquila y Prisca". Algo similar aconteció con el caso de Damaris, la filósofa que se convirtió al cristianismo cuando escuchó a Pablo en el areópago. El mismo manuscrito griego occidental del siglo II sólo menciona a Dionisio. Posteriormente, Juan Crisóstomo, padre de la iglesia, hablaba en uno de sus escritos de Dionisio y su esposa Damaris. 

Por otro lado sabemos que las mujeres siguieron muy activas en las comunidades cristianas ortodoxas, aunque el liderazgo visible y de embargadora se dio más en las corrientes gnósticas y proféticas.

Conclusión 

No cabe duda que las mujeres fueron líderes importantes en los orígenes del cristianismo. Los mismos textos bíblicos son testigos de este hecho, a veces explícitamente y otras no tanto; la aplicación de la hermenéutica de “la sospecha”, nos ayudó a ver su liderazgo, aunque invisibilizado a través del lenguaje. No cabe duda también que por distintas razones, sean culturales patriarcales o de estrategia sociopolítica su participación generó tensiones y paulatinamente fueron siendo excluidas de las comunidades ya institucionalizadas. Pero siempre a través de toda la historia, hasta hoy hubo mujeres que se distinguieron por su liderazgo, aunque no en la cantidad como lo fue en el periodo del movimiento de Jesús en Palestina y en el periodo apostólico del movimiento de Jesús, el Cristo. 

¿Qué hacer frente a tanta diversidad de posición en los mismos textos bíblicos? Creo que para nosotros, cristianos y cristianas, nuestra actitud debe ser la de volver siempre al evento de Jesucristo: su vida, práctica y enseñanzas, incluyendo su pasión y resurrección. Este evento, que indiscutiblemente lo sabemos a través de los evangelios, tiene prioridad sobre todos los escritos. La actitud que debemos asumir es la de Jesús. Y lo que aprendemos de Jesús en los evangelios es que su actitud ante las mujeres siempre fue de acogida, de liberación, de solidaridad. 

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