Soy Favio Anselmo Lucero. Autor de dos libros: Equipaje Ancestral y La Flor Invertida . En este sitio publico temas relacionados a la teología de la liberación Queer. Sabiendo que la teología cristiana, está manipulada por líderes con poder y privilegios, hetero-patriarcales y misóginos, que se debe desenmascarar para incluir la realidad de opresión a las personas LGBTQ+. Tiendo este puente hacia un encuentro humanizador. Difundiendo textos formativos de eruditos y propios.
jueves, 18 de octubre de 2018
Mujeres líderes en el periodo apostólico (años 30-70)
En este periodo los seguidores de Jesús ya no son acompañados por Jesús de Nazaret sino por el Espíritu de este Jesús resucitado. Es el periodo del movimiento de Jesús, el Cristo. Sus apóstoles, hombres y mujeres, empiezan a cumplir la encomienda de ser sus testigos en Jerusalén, en Samaria, y fuera de Palestina en Asia Menor y hasta Roma, ayudados por el Espíritu Santo. Hay dos autores que presentan datos y eventos en este periodo: Pablo y Lucas. Las siete cartas auténticas de Pablo, que justamente fueron escritas en este periodo,y el libro Los Hechos de los Apóstoles, que narra lo acontecido en el periodo apostólico, aunque fue escrito en el periodo sub-apostólico, año 85 aproximadamente. En estos escritos es sorprendente la mención de bastantes mujeres líderes, muy activas en el movimiento misionero de Jesús, el Cristo.
El libro de Los Hechos de los Apóstoles narra básicamente los hechos de Pedro, de los helenistas y de Pablo. Pero también debemos leer entre líneas los hechos de Priscila, de Lidia, de Tabita, de la madre de Juan Marcos, y otras, cuya presencia es escondida por el lenguaje.
Porque también en el libro de Los Hechos tenemos que aplicar la lectura atenta, es decir “la hermenéutica de la sospecha”, “la exégesis del silencio”.
Por ejemplo, el libro de la biblista, Ivone Reimer Richter, sobre las mujeres en Hechos nos permite ver nuevamente este fenómeno del lenguaje como ocultador de las mujeres. En uno de sus capítulos alude al pasaje de Hechos que narra la visita de Pablo a Atenas. Cuando Pablo empieza su discurso en el areópago, un lugar que frecuentaban los filósofos, comienza diciendo en griego Andres Athēaioi: “Varones atenienses” (Hch. 17.22), nosotros, lectores y lectoras, pensamos que se refiere solo a los varones. Las versiones en español modernas simplemente dicen Atenienses, pero eso no cambia nada en nuestra mente, pues no estamos acostumbrados a visualizar a las mujeres en ese término genérico. De hecho, en nuestra mente, cuando pensamos en filósofos, raramente pensamos en filósofas; nos imaginamos solo hombres intelectuales en el areópago. La audiencia escucha a Pablo con atención al principio, pero al final de su exposición, cuando menciona la resurrección, la audiencia se burla. Entonces, y esto es lo interesante, el narrador termina el episodio diciendo que algunos convirtieron y da el nombre de dos personas, entre ellas el de una mujer: Damaris. Hch. 17.34 dice: “Pero algunos hombres se adhirieron a él y creyeron, entre ellos Dionisio Areopagita, una mujer llamada Damaris y algunos otros con ellos”. Con esto, nos enteramos que en el areópago había filósofas también, no sólo filósofos. Una filósofa se convirtió, esto implica que en las comunidades también podría participar una que otra filósofa. El hecho de haber preservado el nombre de Damaris muestra que probablemente era una mujer muy importante.
Hay otras mujeres en Hechos, cuyas obras fueron tan notables que debieron ser registradas, no solo con sus nombres, sino también con sus hechos. Dos de ellas sobresalen, una quizás viuda y otra casada; se trata de las líderes Lidia y Priscila. Hch 16.11-38 le dedica suficiente espacio a Lidia, lo cual nos da pie para afirmar que su liderazgo era sobresaliente. Es una mujer que vive en Filipo, es una “temerosa de Dios”, es decir, una mujer que se había convertido al judaísmo y que después, cuando pasa Pablo por Filipo, se hace seguidora de Jesús, el Cristo. Ella provenía de Tiatira, era empresaria de púrpura y a la vez líder de la comunidad cristiana que se reunía en su casa. Lidia es una mujer valiente, pues arriesga su vida al proteger en su casa a dos exconvictos de la justicia romana: Pablo y a Silas.
Priscila es una mujer casada. Ella y su esposo Aquila son grandes líderes del movimiento misionero; formaban parte del movimiento antes que Pablo. Su importancia se observa en que son mencionados varias veces en distintos escritos (p.ej. en Romanos, Hechos y 1Corintios), a pesar de que no fueron convertidos por el apóstol Pablo. Llama la atención el hecho de que la mayoría de las veces que aparece la pareja mencionada, el nombre de Priscila aparece primero. Esto no era lo común en la antigüedad, pues el orden era importante ya que marcaba preeminencia. De manera que si Priscila, o su diminutivo Prisca, va primero significa que ella era una persona más importante que su esposo Aquila. Por lo menos en lo que respecta al movimiento de Jesús, el Cristo. Ella debió haber sido considerada como una gran maestra, junto con su esposo. Esto lo observamos cuando llega a Éfeso un judío de Alejandría llamado Apolo descrito como una persona elocuente; el texto señala que después de exponer el mensaje, Priscila y Aquila lo llevan aparte para explicarle con más exactitud algunas cuestiones teológicas. Priscila es una teóloga, maestra, apóstol y artesana, como Pablo. Ella, al igual que su esposo, fueron colegas de Pablo en la misión y no solo compañeros de trabajo de tiendas. Además su casa siempre sirvió de iglesia.
Con menos relieve que las dos mujeres anteriores, leemos la historia de Tabita (Hch. 9.36-41). Historia que también hay que saber porque el texto busca resaltar más el milagro de Pedro al resucitar a Tabita, que la vida de Tabita. Sabemos de la existencia de esta líder, gracias al milagro de Pedro que el autor de Hechos quiso resaltar. Entonces, nuevamente debemos leer entre líneas el texto y ver en ella una gran líder, cuya iglesia se reúne en su casa. Ella es solidaria con las viudas y es discípula, pues así la llama literalmente el texto. Ser discípula significa que, además de sus buenas obras, como los tejidos para las viudas pobres, era maestra, predicadora y misionera.
En Hechos encontramos varios sumarios, es decir, breves resúmenes de los acontecimientos. Estos son sumamente importantes para visualizar la presencia de las mujeres en general y de mujeres líderes. En ellos encontramos, por ejemplo, que muchas mujeres son encarceladas a la fuerza por profesar la fe cristiana. Por ejemplo hay un resumen sobre Pablo antes de convertirse, que dice literalmente: “Saulo –el nombre de Pablo antes de su conversión- hacía estragos, entraba por las casas, se llevaba por la fuerza a hombres y mujeres y los metía en la cárcel” (Hch. 8.3). Las casas son las casas-iglesia, donde se reunían los cristianos.. Como ser cristiano era ilegal en aquel entonces, había que celebrar en la clandestinidad y ser misionera de forma discreta, encubierta. Era peligroso profesar públicamente la fe, pues la pena era la cárcel y la tortura. Las mujeres también fueron a dar a la cárcel, como se afirma en Hechos y también en algunas cartas de Pablo (Cf. Ro. 16.7).
La participación activa de las mujeres en el periodo apostólico es muy obvia; aunque el lenguaje la oculta, siempre hay rendijas a través de las cuales podemos observar ese dinamismo de las mujeres. Con solo imaginarnos que los primeros doscientos años las primeras comunidades cristianas se reunían en casas, podemos visualizar una gran mayoría de mujeres activas en las iglesias-casa. Esto es así, porque en la antigüedad las mujeres eran las encargadas de la casa y el hogar. A pesar de que el pater familias era el jefe y señor, en la repartición de roles muchas veces las mujeres eran las dueñas y señoras del hogar, pues era su ámbito primero. Si alguien tiene la paciencia de ir subrayando todas las veces que aparece la palabra casa en Hechos, se sorprenderá de que no se puede concebir el periodo apostólico sin las casas en donde se reunían las primeras comunidades cristianas y donde la mujer era parte central de ese lugar.
Con respecto a las cartas de Pablo, para este periodo apostólico son documentos muy valiosos porque reflejan más directamente lo que acontece, ya que fueron escritos al mismo tiempo que ocurrían los eventos. Aquí tenemos que distinguir las cartas propias de Pablo de las pseudo epigráficas, es decir las escritas por sus discípulos años más tarde, bajo el pseudónimo de Pablo. La práctica de la pseudonimia era muy común en la antigüedad, las encontramos en la Biblia, pero también en fuentes extrabíblicas. Por ejemplo hay cartas de Sócrates, muy posteriores al filósofo, escritas por sus discípulos, con la finalidad de actualizar las enseñanzas de su maestro. Las cartas deuteropaulinas, como Colosenses, Efesios, 1y2 de Timoteo y Tito fueron escritas en el periodo sub apostólico, cuando todos los apóstoles ya habían desaparecido y aparece la disyuntiva de la estabilidad a través de la institucionalización. Por eso encontramos en las cartas auténticas de Pablo, una fuerte participación de la mujer, es el periodo apostólico; y en las cartas deuteropaulinas, una tendencia a excluir a las mujeres del liderazgo.
En las cartas de Pablo, pues, encontramos un liderazgo muy activo de las mujeres; muchas de ellas son compañeras de lucha de Pablo. No es que no haya discusión o tensiones. La participación de las mujeres en la sociedad antigua no se veía con buenos ojos. Probablemente en la comunidad de Corinto el ministerio de la profecía de las mujeres era muy fuerte y creó conflictos hasta con el mismo Pablo. Y es que las mujeres se tomaron a pecho y muy en serio las enseñanzas de Jesús. Porque para los valores del cristianismo no hay acepción de personas ante Dios. Pablo mismo retoma la famosa fórmula bautismal de la tradición en Gá. 3.28: “ya no hay judío ni griego; ni esclavo ni libre; ni hombre ni mujer, ya que todos vosotros sois uno en Cristo Jesús”. Esta era una frase que se recitaba a la hora del bautismo de cada persona, hombre, mujer, esclavo, judío o no-judío. Y dicho sea de paso, la igualdad entre los sexos mencionada en Gá. 3.28 es algo totalmente innovador, pues no hay nada similar ni en la literatura grecolatina ni en el judaísmo, según el biblista alemán, Hans Dieter Betz.
Un texto bastante revelador con respecto al liderazgo, y que pasa a menudo desapercibido es el cap. 16.1-16 de la carta a los Romanos, justo de este periodo apostólico. Es un texto que permite ver a las mujeres como importantes líderes en el movimiento misionero. Pasa desapercibido este texto porque se trata solo de saludos, pero con la “hermenéutica de la sospecha” que estamos usando, resulta muy fascinante.
Observamos con sorpresa que Pablo saluda a muchas mujeres por su nombre. Eso es algo que se debe subrayar. Si, como es sabido, la mujer en la antigüedad no era tomada en cuenta como un ser importante, el hecho de que aparezca mencionada es algo que sobresale y llama la atención en el capítulo. Pablo manda un saludo especial a diez mujeres y a 18 hombres. Tal vez para hoy día parezca que aun son pocas, pero para aquel entonces era algo inaudito. Y, aun más, de las diez mencionadas, a ocho de ellas las llama por su nombre. Ellas son Febe (v.1), Priscila (v.3), María (v.6), Junia (v.7), Trifena (v.12a), Trifosa (v.12a), Pérsida (12b), Julia (v.15). A las otras dos mujeres, les manda un saludo especial pero sin mencionar su nombre: madre de Rufo (v.13), hermana de Nereo (v.15). Mencionar a las mujeres por su nombre significa que él las conocía muy bien y también que eran mujeres que por algún hecho se habían dado a conocer.
Pero no solo eso, Pablo, además de su nombre también dice algo de ellas. Esto es lo más revelador del texto. He aquí tres nombres sobresalientes: Febe, Junia y Priscila. La primera, aparece sola, las otras acompañadas con un varón.
Febe es la encargada de llevar la carta de Pablo a Roma. Pablo especifica que es diaconisa en la iglesia de Cencreas y que ha ayudado a muchos, inclusive a él mismo. Pablo esta aludiendo a dos funciones muy importantes de aquel entonces. La traducción del texto griego al español no refleja la importancia de los puestos de dirección. El término diaconisa aparece en griego con género masculino (diáconos), es muy probable que se refiera a un ministerio oficial, ya que se le aplica a Febe conservando el género masculino. Ella es ministro, como Felipe, Epafras, Síquico, líderes que tienen el mismo título. Pablo también dice que ella era una benefactora o patrona (próstatis). Como todos los benefactores de su tiempo, ella ayudaba económicamente y protegía socialmente.
otro nombre muy importante es el de Junia, traducido a veces por Junias, es una mujer apóstol que compartió la cárcel con el apóstol Pablo. El v. 7 explica que ella y Andrónico, su esposo o un compañero de trabajo, eran destacados entre los apóstoles. Por muchos años se ha querido ver en el nombre Junia un nombre en masculino, sin embargo, los manuscritos griegos más fidedignos dicen que es femenino.14 Se ha pensado también que se trata de un nombre de mujer aplicado a un varón, sin embargo, en la antigüedad no hay otro caso como este en fuentes bíblicas ni extrabíblicas. El hecho de que por muchos años se haya visto un varón con un hombre de mujer indica simplemente una visión muy patriarcal de la iglesia primitiva. En realidad no era así en tiempos de Pablo. Jesús en sus enseñanzas y obras abrió nuevos horizontes para pensar diferente con respecto a las mujeres.
El nombre de Priscila ya lo vimos arriba. Pablo está muy agradecido con ella y con Aquila porque ambos arriesgaron su vida por él. Este hecho fue famoso, pues muchas iglesias se enteraron (16,4-5).
Las otras mujeres mencionadas en este capítulo: Trifena, Trifosa, Persida y María eran muy activas en el trabajo de la iglesia; Pablo lo reconoce y lo menciona.
El ignorado texto de Ro. 16,1-16 es una joya que anima a las mujeres en su liderazgo hoy.
Así, pues, como pudimos observar, haciendo una lectura atenta y aplicando “la hermenéutica de la sospecha” encontramos a muchas mujeres líderes en el movimiento de Jesús, el Cristo.
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