Entonces, nos preguntamos, ~la primera evangelización consiguió
penetrar en el alma de los indígenas, 0 solamente desfiguró
sus culturas? ~Cómo fue la relación entre la evangelización y las
culturas indígenas? Se trata de una cuestión formalmente histórica,
teológica y antropológica, pero que lleva consigo unas
repercusiones pastorales, culturales y hasta afectivas de gran
relevancia para el hoy de América Latina. «Los pueblos suelen
volver la mirada a los acontecimientos fundantes y significativos
de su historia para comprender su identidad», han señalado
recientemente los obispos mexicanos. Por eso se trata de una
pregunta crucial, porque de su respuesta depende de, en alguna
medida, la organización de la actual pastoral indígena. Simplificando al máximo, casi en forma caricaturesca, señalamos
tres interpretaciones:
a) Una posición casi «triunfalista», que subraya sin ambages
el sustrato católico de los pueblos latinoamericanos, originado
en una primera evangelización eficaz y profunda,
plenamente lograda.
b) La posición de la «resistencia», que sostiene que la evangelización
fue una imposición externa que no arraig6 en
las poblaciones americanas, las cuales continuaron practicando,
en lo íntimo de sus corazones, los ritos ancestrales.
de fe y de vida cristiana en el Continente».Es muy interesante
el recurso al criterio de los frutos de vida cristiana, no siempre
adoptado por los analistas.
c) La linea que se podría llamar de los «matices realistas»,
que no renuncia a conjugar los datos históricos con las
instancias antropológicas y teológicas. Intenta comprender,
en los diversos contextos espacio-temporales, hasta
que punto la fe católica fue asumida e interiorizada por
los indígenas.
Para cualquier estudioso, resulta evidente que la relación entre fe y culturas en la primera evangelización se presenta como un proceso de gran complejidad. En primer lugar, hay que
distinguir los distintos ámbitos geopolíticos.Desde el inicio,hay que dejar sentado que los procesos en la Nueva España simplificando, el actual México y parte de Centro américa y
en el gran Perú son diversos, y todavía son mas diferentes en los ámbitos de la América marginal.
La Nueva España, cuyo núcleo estaba situado en la gran región del altiplano central, gozaba de un clima benigno y una orografía sin grandes obstáculos naturales; ademas, se encontraba bien comunicada con la Península Ibérica. El proceso de conquista en la región central fue relativamente breve.
Esta ultima es, a mi parecer, la única vía transitable, aunque sea la mas costosa. Como inciso, es conveniente notar que la personal creencia catolica del estudioso puede llegar a ser, si se
accia con sentido común y respeto por las fuentes, una preciosa clave de lectura de la realidad.
Por 10 que respecta a la que se ha calificado como «visión triunfalista», es fácil de desenmascarar, sobre todo porque se puede afirmar que, hoy en dia, practicamente no existe. No se puede considerar, por ejemplo, a Juan Pablo II como un «triunfalista»
cuando se refiere a la primera evangelización de América Latina.
En sus juicios, se palpa un profundo respeto, casi una veneración, por la realidad histórica; acepta sin angustia las faltas en la obra misionera. No cae en fáciles maniqueísmos entre políticas coloniales y acción de la Iglesia. Pero todo esto no obsta su valoración esencialmente positiva del fenómeno de la evangelización fundante, en la que existieron <duces y sombras», pero «mas luces que sombras, si pensamos en los frutos duraderos .
Los <<movimientos de resistencia» no fueron mayoritarios. Las elites autóctonas, tras la conquista, aceptaron simultáneamente la sujeción a la Corona y a la fe católica, aunque en una medida muy inferior en las zonas periféricas (Nueva Galicia) 0 aisladas
(Sierra Gorda). Pero, en general, el pueblo siguió el ejemplo de
sus jefes.
Podemos aducir muchas razones para entender esa
conversión-incorporación a la Iglesia católica: el vado espiritual
de los indígenas tras el trauma cultural de la conquista, la dulzura
de la nueva religión, la conexión con su profunda religiosidad
ancestral, el ejemplo de virtud y solidaridad de los primeros
misioneros (franciscanos, dominicos, agustinos) y su empeño
en la defensa de los naturales, etc.
El resultado, a finales del siglo XVI, fue probablemente una religión
híbrida, en la que la mayoría de los indios se consideraban
sinceramente católicos y sinceramente seguidores de las antiguas
religiones.Es difícil evaluar la relevancia numérica de los
«falsos cristianos», para los cuales el Evangelio era solamente
un barniz superficial. Tampoco se puede excluir que existieran
indígenas con una fe integra, perfectamente interiorizada, como
Juan Diego Cuauhtlatoatzin, figura de gran importancia en la
irradiación del mensaje de la Virgen de Guadalupe, eje de la
espiritualidad mexicana, cuyas apariciones fueron un cauce de
acogida católico alas necesidades de las personas que, de otra
forma, hubieran podido derivar hacia el sincretismo. sera en
el siglo XVII cuando las poblaciones indígenas, sobre todo las
mas próximas alas ciudades de españoles, llegaran a ser mas
integralmente cristianas.
En el Perú, las cosas fueron de otra manera. La cadena de los Andes ponía enormes dificultades alas comunicaciones, a pesar de los numerosos puentes y caminos que la sabiduría técnica indígena había distribuido a través de los cerros. Las comunidades de la sierra vivían por 10 general aisladas. Mas lejana de la Peninsula que la Nueva España, la región sufrió ademas la dura prueba de las guerras civiles, que impidió por largo tiempo la integración social. Solo hacia 1550 se inició con cierto orden la evangelización, con 20 anos de retraso respecto a la mexicana. Los jesuitas, a partir de la década de 1560, se convirtieron en uno de los grupos misioneros mas importantes, con figuras del calibre de Jose de Acosta (1540- 1600).
En el Perú, la religiosidad popular se expresaba sobre todo en el culto a la Madre Tierra (pachamama) y a los espíritus protectores de las montanas (apus y wamanes).
De Santa Fe de Bogotá hasta Quito, y mas al sur hasta Arequipa
y mas abajo, los misioneros lucharon por desacralizar
la Pachamama. Para el antropólogo Manuel Marzal, el resultado
de estos afanes misioneros fue que, en la segunda mitad
del seiscientos, la mayor parte de la población del antiguo
Tawantinsuyu no solo se había bautizado, sino que había admitido
la nueva religión, de modo que el país sufrió la mayor
transformación religiosa de su historia. Profundizando en esta
afirmación, este autor señala que los andinos, en términos
generales, aceptaron los nuevos parámetros en 10 referente a
las «creencias, ritos, formas de organizaci6n y normas éticas
de origen cristiano» (Marzal 1983: 439), aunque habría que
matizar mucho seglin las distintas etnias.
En cualquier caso, en la zona sur de los Andes, según Marzal, que predominó fue
un sistema sincrético.Sin duda, se puede afirmar que la «tasa de sincretismo» fue
mucho mas alta en el incario que en Nueva España. Con todo,
las fuentes nos refieren que una gran parte de los indios de
América se adhirieron sinceramente a la fe católica, al mismo
tiempo que se integraron en la vida administrativa y burocrática
de los virreinatos y demás circunscripciones ibéricas. Evidentemente,
tal afirmación no se puede sostener sin grandes
matizaciones.
En cualquier caso, es mucho mas fácil encontrar
a auténticos cristianos entre los naturales bautizados de segunda
generación y, sobre todo, entre los mestizos. Ademas,
muchos documentos nos hacen ver que una buena proporción
de los problemas de los indígenas -poniendo a un lado las
preocupaciones de humana cotidianidad, que casi no han dejado
rastro documental- eran, globalmente considerados, de
índole jurídica, de justicia social, de tipo económico, etc,
y bastante menos de resistencia religiosa; esto se aprecia, por
ejemplo, en los muchos pleitos que los indios elevaban ante
las instancias judiciales gubernamentales para protestar contra
pequenas 0 grandes injusticias.
Un caso distinto es el de las regiones del extremo sur chileno,
donde se experimentó una diversidad entre la evangelización
de indios pacíficos, muy avanzada a finales del s. XVI, por obra principalmente de franciscanos y jesuitas, y las tentativas
de cristianización de los indios de guerra, los araucanos, que
tuvieron en jaque alas milicias españolas durante todo el periodo
colonial. Al otro lado de los Andes, en los territorios de
las actuales repúblicas de Argentina, Paraguay y Uruguay, la
dispersión y la reducida entidad numeric a de las comunidades
hizo muy difícil el asentamiento misionero, aunque fue en estos
territorios donde surgió el fenómeno celebre de las reducciones
jesuíticas, el cual, sin embargo, no puede ser considerado como
una modalidad única en los territorios americanos.
En cuanto al Brasil, grandes figuras acompañaron el proceso
de evangelización, como el poliédrico jesuita Antonio Vieira
(1608-1697).
Allí la situación política fue cambiante, y la presencia
de potencias católicas no portuguesas --como Francia pudo
facilitar, al menos durante un periodo, el arribo de padres
capuchinos, que llegaron, en algunos casos, a establecer un
verdadero dialogo religioso con los tupi del Maranhao, como
relata Yves D'Evreux (1557-1650) (2002)Volvamos a la pregunta fundamental: hubo un proceso de
inculturación de la fe en la primera evangelización de América;
esto es: encarnación del Evangelio en las culturas americanas, e
incorporación de ellas a la vida de la Iglesia universal?A mi entender, en el territorio americano, durante el quinientos
no se encuentra un fenómeno de inculturación plenamente logrado, paralelo, por así decir, al fenómeno guadalupano.
Lo
que encontramos en algunas metodologías misioneras es una
tendencia hacia la «adaptación al modo de ser indígena.Dan testimonio de esta labor de adaptación una importante
literatura castellana y portuguesa de tipo linguístico, histórico
o catequístico: vocabularios, gramáticas, historias, catecismos,
confesionarios, sermonarios, etc.
Estos estudios, numerosos,
dan idea del esfuerzo de los agentes de pastoral por
penetrar en el alma de los indígenas.
Como ya se ha dicho, hay que tener siempre en cuenta la región
concreta de que se trate y las modalidades concretas de
evangelización -no todos los agentes pastorales siguieron las
mismas pautas-, para no caer en una valoración viciada por
simplificaciones poco justas con la realidad.
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